En la, por entonces, vibrante y pujante ciudad de Valencia, durante las décadas de los 80 y 90, surgió un grupo musical cristiano que dejó huella en el corazón de quienes lo escuchamos y vivimos: “Somos Iguales”. Conformado por un entusiasta grupo de jóvenes, esta agrupación se propuso llevar un mensaje de fe, esperanza y amor a través de la música. Su misión era clara y profundamente inspiradora: compartir el mensaje de Cristo mediante canciones de la Renovación Carismática, que tocaban el alma, uniendo voces y corazones en una época marcada por cambios sociales y espirituales. Ya las canciones de la Renovación Carismática tendían a ser sosas y repetitivas, lo que conllevó a una misión entre líneas. Hacer una renovación musical dentro de la Renovación Carismática.
“Somos Iguales” tuvo su antecedente a finales de los años 70, cuando cuatro jóvenes valencianos -Sergio Ramos Landrove, Antonio “Toñín” Escolano, Nelson “Neyo” López y Luis Chirivella- se unieron para formar un cuarteto llamado “Música y Oración”. Con notable talento musical, una visión clara y un profundo fervor cristiano, estos jóvenes decidieron dar un paso adelante y ofrecer, a través de sus voces e instrumentos, una manera fresca y viva de alabar a Dios.
El 9 de agosto de 1979, en casa de Neyo López, al cuarteto mencionado se le juntó un grupo de jóvenes amigos con inquietudes espirituales y talentos musicales afines. Entre ellos estaban Ingrid Cisneros, Francisco “Kiko” Arnau, Eduardo Sajona, Eduardo Sanoja, las hermanas Adriana y Valeria Salzano, Panny Heszele, y las hermanas Marisela y Mary Colosso. Aquella reunión marcaría el inicio de una nueva etapa, en la que la música y la fe comenzarían a entrelazarse con mayor fuerza y diversidad de voces. Las canciones eran compuestas por ellos mismos, principalmente por el cuarteto antecesor: Sergio Ramos, Toñín Escolano, Neyo López y Luis Chirivella. Se sucedieron posteriores ensayos dando cabida a más talento valenciano: las hermanas Lucia y Paola Montanari, Moïra Chalbaud, las hermanas Muñoz, Jacobo Cubillán, Ángeles Ruiz, Fernando García, Sara Giglioli, Fátima Pontes, y mis hermanos Anamaría y Miguel Ángel. También ingresaron Gustavo Manzo, Juan Carlos Malpica, Brian Basso, Miguel Ángel Hernández, Mariolga Urrieta, Misael Rodríguez Lamas, los hermanos Claudio, César y Mónica Otaiza, su prima Olivia, Celina Vidal, Manuel Gándara, Lisseth Táriba, entre otros jóvenes cristianos y artistas.
Poco tiempo después, el grupo creció con el ingreso de talentosos jóvenes provenientes de la Orquesta Juvenil “Juan José Landaeta”: Humberto Meléndez, Marco Fiore, Alexander Barrios, y los hermanos Javier y Juan José García. La fusión de estas nuevas voces e instrumentos con los miembros fundadores dio lugar a una combinación musical rica y vibrante. Se lucieron especialmente en el concierto decembrino de 1980. Los ensayos se realizaban rotando entre distintas casas, en un ambiente de fraternidad y entusiasmo. Su lugar habitual de servicio como ministerio de música era la Misa dominical de las cinco de la tarde en la Parroquia La Asunción y Santa Rita de El Trigal, con el padre Luis Arzuaga.
En esa época conocí a Somos Iguales. De refilón, pues apenas había cumplido quince años. Me impresionó la capacidad musical de esos jóvenes, con una mínima formación musical teórica y académica. Casi todos tocaban sus instrumentos que aprendieron de manera autodidacta, pero que tocaban magníficamente. Como dato curioso, tanto Toñín como Neyo tocaban a lo zurdo pero con afinación tradicional, con acordes en posiciones muy curiosas, mientras que mi cuñado Sergio, era diestro; sin embargo, en escena, era el disruptivo. Cabe destacar que todos los arreglos, hechos absolutamente de oído, no solo cumplían las normas más rigurosas armónicas y de contrapunto académico, sino con un gusto y estilo particular, lo que definía su originalidad. Pero lo que más me gustó fue su auténtica devoción cristiana y el mensaje que siempre llevaban en cada una de sus presentaciones.
El grupo no se limitó a lo musical. Recuerdo a “Somos Iguales - Teatro”, quienes representaron bellísimas obras escénicas a manos de Eduardo Sanoja, fundador. Y otras ramificaciones como la danza. Todo un movimiento juvenil consolidado.
Una de las canciones compuestas especialmente para el grupo y que sigue en vigencia no solo en los cancioneros católicos a escala mundial, sino en el corazón de muchos fieles es “Era tan solo una mujer”, mejor conocida como “La mujer sencilla”, de Lucia Montanari, fundadora de la agrupación.
En su momento, previo a mi temporal mudanza a Caracas para mis estudios universitarios, ingresé a este grupo y estuve poco tiempo. Aprendí muchísimo. Crecí muchísimo. Mi breve estadía en el grupo coincidió con uno de los momentos más importantes, tanto para el grupo como para mí: Tocar en el Stadium Universitario de Caracas, en enero de 1985, ante el Papa Juan Pablo II, hoy Santo.
De ese grupo nacieron varias parejas que hoy son familias. Los Ramos Correa, los Chirivella Colosso, Los Escolano Colosso, los González Salzano… Y muchos se nos adelantaron y ya no están con nosotros: Toñín Escolano, mi hermano Miguel Ángel, Alejandro Mata, Alejandro Ramos, Jacobo Cubillán, Kiko Arnau… Y también surgieron vocaciones sacerdotales, religiosas y de acción solidaria filantrópica aún vigentes.
Hoy, a más de 45 años de su fundación, puedo decir con certeza que el grupo no se disolvió: se dispersó como el viento, llevando consigo un mensaje de amor que no solo permanece actual, sino que hoy, quizás más que nunca, sigue siendo profundamente necesario.
Algunas canciones de Somos Iguales, hoy imprescindibles, están en YouTube. Una de ellas, que me encanta, “Un amigo, un mañana”, de Toñín Escolano: https://www.youtube.com/watch?v=Y9guHN06S_4