Algunos tienden a relacionar la palabra “música” con nombres rimbombantes como Bach, Mozart o Beethoven, y hay quienes por otro lado, que la relacionan con Los Beatles, Elvis Presley, Duke Ellington, la Billo’s o Luis Silva. Da para todo, diría Quino. Pero sin saber, nos estamos limitando a un período corto en un espacio territorial muy pequeño. La música es música desde que el hombre emitió o hizo un ruido, le llamó la atención y lo repitió. Así que la música ha estado siempre junto al hombre. Su fiel compañera. Tema largo, complejo y sumamente interesante.
La música precolombina o prehispánica abarca las expresiones sonoras desarrolladas por las civilizaciones indígenas de América antes de la llegada de los europeos. Estas tradiciones musicales eran fundamentales en la vida cotidiana, ya que estaban ligadas a rituales religiosos, actividades comunitarias y celebraciones. La música tenía una utilidad práctica. Aunque con la colonización muchas de estas formas musicales fueron desplazadas o transformadas, su legado sigue presente en la música actual de diversas maneras.
Uno de los elementos más característicos de la música precolombina es el uso de instrumentos de viento y percusión. Civilizaciones como los mayas, aztecas e incas desarrollaron instrumentos como la flauta de caña, la ocarina, el teponaztli (un tambor de hendidura) y el huéhuetl (tambor de madera). Estos instrumentos, aunque modificados con el tiempo, siguen siendo empleados en la música tradicional de diversas regiones de América Latina.
El ritmo era un componente esencial en la música indígena, con patrones sincopados y repetitivos que marcaban las danzas ceremoniales y las actividades cotidianas. En la actualidad, géneros como el carnavalito, el huayno y la música andina conservan estas estructuras rítmicas, fusionándolas con influencias modernas.
Otro aspecto importante era la vocalización en la música precolombina. Es decir, el porqué.
Los cantos eran utilizados en rituales religiosos y narraciones orales, transmitiendo conocimientos ancestrales de generación en generación. En muchas comunidades indígenas actuales, los cantos tradicionales siguen desempeñando un papel central en la identidad cultural.
La música precolombina también estaba estrechamente ligada a la naturaleza. Los sonidos imitaban elementos del entorno, como el viento, el agua y los animales, lo que se reflejaba en las melodías y el uso de ciertos instrumentos. Esta conexión con la naturaleza aún se percibe en la música folclórica y en composiciones contemporáneas inspiradas en tradiciones indígenas.
Con la llegada de los europeos, la música indígena se fusionó con elementos traídos de España y África, dando origen a nuevos géneros. La música barroca americana, por ejemplo, incorporó instrumentos y armonías europeas, pero mantuvo patrones rítmicos y melodías indígenas.
La influencia precolombina también se puede ver en la música popular. Artistas y grupos de rock, pop y electrónica han incorporado instrumentos tradicionales como la quena y el charango en sus producciones. Bandas como Los Jaivas y artistas como Lila Downs han sabido integrar estos sonidos en propuestas modernas.
Hay teorías muy interesantes que comparan el barroco y el jazz en su forma de abordar la música. Eso no quiere decir que uno provenga del otro; simplemente que el bajo debe coincidir con la mano izquierda del pianista, mientras que la derecha improvisa bajo esquemas armónicos establecidos. Esta regla se mantiene en ambos géneros separados por tres siglos.
Las escalas pentatónicas, fundamentales en la música precolombina, siguen presentes en diversas manifestaciones musicales. Su uso en la música andina y en géneros como el son jarocho aporta un sonido característico que evoca las raíces indígenas. Es interesante notar su similitud con las escalas orientales asiáticas, lo que sugiere conexiones sonoras entre distintas culturas.
Uno de los elementos más característicos de la música precolombina en Venezuela es el uso de instrumentos de viento y percusión. Entre los grupos indígenas como los waraos, pemones y yekuanas, se desarrollaron instrumentos como las flautas de caña, las maracas y los tambores de tronco ahuecado. Estos instrumentos, aunque modificados con el tiempo, siguen siendo empleados en la música tradicional de diversas regiones del país.
La preservación de la música indígena también ha sido impulsada por los propios pueblos originarios. En festivales y encuentros culturales, las comunidades siguen compartiendo sus cantos y danzas, fortaleciendo su identidad y transmitiendo su legado a las nuevas generaciones.
El acceso a tecnologías de grabación y difusión ha permitido que la música precolombina y sus variantes modernas lleguen a un público más amplio. Plataformas como YouTube y Spotify han facilitado la difusión de estos sonidos, despertando el interés de oyentes de todo el mundo.
En definitiva, la música precolombina sigue viva en el presente. A pesar de los cambios y adaptaciones, sus ritmos, instrumentos y concepciones siguen marcando la identidad musical de América Latina. Su legado continúa evolucionando, demostrando que las raíces indígenas aún resuenan en la música contemporánea.
El reconocimiento de estas influencias es clave para valorar la riqueza cultural de los pueblos originarios. La fusión de lo antiguo y lo moderno nos permite comprender mejor la historia
musical de nuestro continente y apreciar la profundidad de sus tradiciones sonoras.
Mi recomendación sonora de la semana: Xipe Totec Dance (God Of Spring), Kaan Báalam –Itzamná. Autor: Christophe Di Natale.