Mi mamá siempre decía: “Pobre Schumann, tremendo compositor pero estaba loco…”. Y tenía razón. Más allá de sus psicopatologías como una depresión profunda, alucinaciones auditivas - escuchar notas musicales y voces -, ansiedad extrema y cambios abruptos en su estado de ánimo, tener circunstancias como perder movilidad en los dedos (por pasar los límites anatómicos), perder a su hermana, cuñado y sobrinos el mismo año a causa del cólera, lo trastornó.
Robert Schumann es una figura central en la historia de la música del Romanticismo. Su vida y obra son un reflejo íntimo de la búsqueda de expresión, un viaje personal que recorrió, entre melodías y silencios, los matices del amor, el dolor, y los límites de la razón. Nacido en Zwickau, Alemania, en 1810, Schumann parecía destinado a convertirse en un literato, inspirado por su padre editor y librero. Sin embargo, al descubrir el poder de la música, volcó su creatividad en ella, trazando una ruta poco convencional que amalgamaba poesía y composición.
La vida de Schumann estuvo marcada por el conflicto interno y los contrastes, una lucha constante entre el deber y el deseo, entre la luz y la sombra. En su juventud, desarrolló una técnica pianística apasionada, aunque un accidente que dañó irreversiblemente su mano derecha truncó su carrera de pianista. Este hecho curioso es digno de mencionar: Se dice que él, junto su profesor y suegro Friedrich Wieck, diseñó un dispositivo que forzaba la independencia de los dedos, particularmente el anular y el meñique, lo que pudo haber causado una lesión irreversible en los tendones o los nervios. Como resultado, perdió movilidad y precisión en esa mano, lo que lo obligó a abandonar su sueño de ser concertista y enfocarse completamente en la composición y la crítica musical. Es decir, al dejar de lado el piano, su mente encontró otra forma de expresarse: la composición. En sus primeras obras, creó alter egos: "Eusebius" y "Florestan", que representaban sus personalidades contrastantes: uno sensible y melancólico, el otro enérgico y desbordante.
La relación de Schumann con su esposa Clara Wieck, gran pianista, se convierte en uno de los episodios más conmovedores de su vida. A través de cartas apasionadas y obras dedicadas, su amor fue un refugio y una fuente de inspiración. Sin embargo, la oposición del padre de Clara y la creciente fama de ella como virtuosa añadieron tensión a su relación. La distancia, la espera y el inevitable dolor, resaltan en sus composiciones, y su famosa *Dichterliebe* (Amor de poeta) es uno de los ciclos de canciones que mejor refleja su amor por ella y la complejidad de sus sentimientos. Clara Schumann era una estrella, una verdadera figura artística por ser una de las mejores pianistas del momento. Al entrar en un recinto, llamaba la atención. La gente la rodeaba, la felicitaba, la halagaba. En tiempos actuales, abundarían los selfies. Ella siempre iba con su marido Robert, cuyas composiciones eran conocidas, pero él, como personaje, no, ya que nunca estaba en un escenario. A veces hasta le preguntaban: “Y usted, Robert, ¿también se dedica a la música?...”.
Mitos y realidades sobre la salud mental de Schumann han circulado durante siglos, envolviendo su figura en un velo de misterio. Se dice que escuchaba voces y sonidos que no existían, una tortura que lo perseguía. Sin embargo, en su época, los problemas mentales eran poco comprendidos y muchas veces demonizados. Estudios actuales sugieren que Schumann podría haber padecido un trastorno bipolar, con episodios de intensa euforia creativa seguidos de periodos de depresión paralizante. Esta teoría encuentra soporte en el marcado contraste entre algunas de sus obras: a veces líricas y delicadas, otras caóticas e intensas, como su propia vida emocional.
Uno de los episodios más oscuros y reveladores es su intento de suicidio en 1854. Aquejado por alucinaciones y terribles visiones, se arrojó al Rin en una fría mañana de invierno, rescatado por unos barqueros. Este hecho llevó a su internamiento en una institución psiquiátrica, donde pasó los últimos años de su vida. Allí, Clara apenas podía visitarlo, y su aislamiento profundizó su deterioro. Las cartas que envió desde su encierro son el testimonio de una mente brillante pero atormentada, de un hombre que vivió en el límite entre la creatividad y la locura.
Otro momento memorable fue la primera vez que Schumann escuchó a Brahms tocar el piano. Atónito por el talento del joven, escribió un artículo elogiando al "elegido" que traería un renacimiento musical. Este gesto de generosidad artística, en medio de su propio deterioro mental, habla de la nobleza y generosidad que lo caracterizaban y del reconocimiento sincero que tenía hacia el talento. Cabe decir que, aunque nunca se confirmó un romance entre ellos, las cartas entre Clara y Brahms revelan una intimidad emocional y una admiración mutua que ha dado pie a muchas especulaciones. Brahms nunca se casó y, hasta su muerte en 1897, mantuvo una devoción por Clara, quien falleció en 1896.
En conclusión, Robert Schumann fue un compositor revolucionario, un romántico trágico que vivió y creó con intensidad desbordante. Su legado musical, que abarca desde sinfonías hasta ciclos de canciones y piezas para piano, revela su capacidad única de transmitir los paisajes internos del alma humana. Hoy, su vida nos recuerda el poder de la música para sobrellevar el dolor y expresar las complejidades de la mente, iluminando así la humanidad de un hombre que supo vivir entre el genio y la fragilidad, entre la creatividad y la locura.
De Robert Schumann, y a cargo de Martha Argerich al piano y la Gewandhausorchester, a cargo de Riccardo Chailly, su Concierto para piano y orquesta en la menor, Op. 54: https://www.youtube.com/watch?v=Ynky7qoPnUU