En un mundo donde solo se aplaude lo extraordinario, parece poco decir “hoy me levanté y salí a entrenar” pero hay quienes no son amigos de las madrugadas, para quienes el hecho de desafiar las ganas de quedarse un rato más calentando la cama, disfrutando la comodidad y sumando unas horas más de sueño, es un acto inmenso de valentía pura y autorespeto.
Alguien me habló una vez de esas “pequeñas grandes victorias” que nos regalamos a diario y que nos sacan del modo automático en que nos hace vivir el mundo frenético actual. Levantarnos temprano, salir a entrenar, leer una página de un libro, tomar agua, pueden ser regalos mínimos que nos hacemos a nosotros mismos pero que nos hacen sentir gigantes.
No importa la razón por la que decidas hacerlo, lo importante es que tomes la decisión de desafiar la comodidad, de no quedarte quieto y apostar por tu bienestar. Enfrentarnos a nuestro propio “no puedo” y reemplazarlo por un “hoy sí lo haré” es la mayor prueba de respeto que podemos darnos.
El ejercicio físico fortalece nuestro cuerpo pero quienes creemos que el deporte nos hace mejores personas es porque refuerza también nuestra mente y carácter. Nos enseña a sostener compromisos con nosotros mismos, a cumplirnos aun cuando nadie nos esté mirando y a celebrar esas pequeñas victorias de las que nadie más se entera.
La próxima vez que sientas que tu esfuerzo no merece ser celebrado, detente un momento. Reconoce que salir de la cama, vencer la inercia y regalarte ese tiempo para ti es una victoria enorme. Porque lo “fácil” es quedarse donde estás, pero lo valiente es moverte, aunque sea un paso más hacia adelante.
Celebra tus pequeñas victorias, porque son ellas las que te llevarán a alcanzar lo grande. Al final del día, son esos regalos que te haces los que realmente te definen.
