Cuando la política se convierte en un pantanal

“La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin”. Vaclav Havel

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia la mentira es la expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree, o piensa. Se considera, igualmente, que es la falsificación de uno mismo, señalándose tres campos fundamentales para la vida del hombre: la agresión al conocimiento, a la fe y al pensamiento metódico.

La mentira es tan antigua como la humanidad -recordemos que el pecado original, el que motivó la expulsión del paraíso (verdad o alegoría) surge de la mentira de la serpiente y conlleva a nuestro ancestros, Adán y Eva, a intentar engañar al mismo Dios.

La mentira es una deformación intencional de la realidad. Al deformar la realidad con falsedades se agrede el sentido común y se dificulta el proceso comunicativo de entendimiento entre los ciudadanos, pues con la mentira surge una discrepancia entre los hechos y los "discursos", en tanto que se puede afirmar que la mentira en la política es aquella acción que pretende ocultar, deformar o destruir información y hechos.            

Han transcurrido más  dos siglos de aquellos principios que consideraba Emmanuel Kant, deberían regir tanto la política, como el manejo del Estado. Y la declaración política -sostenía el pensador alemán- debe estar fundamentada si no sobre la verdad, que es un término cuasi-religioso, por lo menos sobre la veracidad, que es un término filosófico y político a la vez. Esto nos indica que si para un ciudadano la mentira es una falta, para un político debe ser un delito, sin embargo, nunca se ha mentido tanto como ahora. Ni se ha mentido de forma tan constante, descarada y sistemática.

La mentira política presente en nuestro país asume los extremos contemplados en los totalitarismos, dado que si la verdad y la transparencia no dominan la vida pública, se niega al ciudadano la posibilidad de formarse una opinión autónoma, y por lo tanto la elección libre de sus representantes. Sólo el respeto a las verdades de hecho permite ejercer la libertad de opinión.  

Reducir las opiniones al silencio y dejar las verdades de hecho al borde del camino de los principios de la democracia, es la ruta paralela que nos conduce a la deriva totalitaria.

Lamentablemente nos hemos acostumbrado con facilidad a la mentira, o a hacernos la vista gorda ante la triste realidad que nos abofetea cotidianamente.

Si estamos como estamos no es por culpa de la verdad sino de su ausencia, ya que donde se escatima la verdad ella es sustituida por la mentira. La peor consecuencia de la corrupción y el clima de impunidad creado por una justicia permisiva y controlada, por organismos supeditados al régimen y por todo ese estamento que conforma la cadena de poder servil, es la indiferencia de una sociedad que no se escandaliza es aquiescente o se acostumbra a tales desafueros.

Cuando la política se convierte en un pantanal, la culpa es de los gobernantes, pero, sobre todo, de una ciudadanía sumisa, domesticada, manipulada y clientelar que, lejos de correrlos a sombrerazos, vuelve a votarlos. Nicolás Maquiavelo, en “El Príncipe” dejó escrito: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar.” 

No puede existir política pura como tampoco un político puro, eso es cierto; pero el nivel de corrupción que ha destapado este régimen debiera hacer reflexionar no sólo en la coyuntura sino a la sociedad de cara a los nuevos candidatos que se asomen en la vida política para las próximas elecciones.

Únete a nuestros canales en Telegram y Whatsapp. También puedes hacer de El Carabobeño tu fuente en Google Noticias.

Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

Cuando la política se convierte en un pantanal

Manuel Barreto
Manuel Barreto