El espacio de la dignidad del ciudadano

La lección de dignidad y decoro de esa inmensa mayoría silenciosa que comprendió la realidad de la charada del 25/05/25, al refrendar desde sus hogares, la decisión expresada el 28/07/24, resulta una de las más hermosas páginas en la defensa de la democracia

"Hay épocas en que el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad. El ambiente se torna refractario a todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida. Los gobernantes no crean ese estado de cosas: lo representan…"

José Ingenieros

La dignidad es lo último que se pierde. Ha sido muy lamentable constatar que ciertos personajes del estamento político de este desmadre la perdieron hasta con su vergüenza, tal como lo expresó Rayma: “El régimen tiene diversas formas de matar, y despojar de la dignidad a un político es una de ella.”

Se hace obligatorio recordar que la dignidad es el valor propio de cada persona como ser humano, independiente de su condición política, económica, o social. Desde que se inició este gobierno, su estrategia política – siguiendo la cartilla cubana – fue la de pisotear la dignidad del ciudadano, con la expresa finalidad de producir miedo, porque el miedo incapacita al individuo para la acción y lo lleva sucesivamente a la sumisión, a la aquiescencia y a la pasiva aceptación.

A pesar de las dificultades, aunque el gobierno ponga todo su perverso esfuerzo disuasivo mediante el miedo, la manipulación, las detenciones, el vulgar chantaje, la compra miserable de conciencias que se canjean por claps y la acostumbrada violencia, la sociedad, como un todo, ha decidido dar otro empujón a la historia, abandonando el ropaje del súbdito y colocándose de nuevo las vestimentas de ciudadano.

Con el sainete del domingo pasado ha quedado demostrado que el ciudadano tiene las capacidades para discernir, tiene el talento para optar, pues exige ser respetado como integrante de una sociedad de personas libres y diferentes en sus formas de pensar, de actuar, de creer.


La lección de dignidad y decoro de esa inmensa mayoría silenciosa que comprendió la realidad de la charada del 25/05/25, al refrendar desde sus hogares, la decisión expresada el 28/07/24, resulta una de las más hermosas páginas en la defensa de la democracia, las libertades y derechos civiles, que se han dado en los últimos años. Tal como lo apuntó Rafael García Marvéz en este diario: “El 25 de mayo, Venezuela los dejó solos. Y el silencio colectivo fue más contundente que cualquier protesta. No hubo gritos. No había piedras. Solo hubo dignidad. Y esa no se compra. Esa no se borra. Esa no se rinde.”


El ciudadano común solo espera ese momento preciso en el cual la prudente, pero segura, digna y responsable dirigencia le indique la ruta a seguir para hacer lo que se tenga que hacer y cómo se tenga que hacer. Allí está, a la espera de los acontecimientos, un ciudadano comprometido con el futuro de los suyos, que se moverá con la fuerza de sus convicciones y no con la inercia de las circunstancias, pues parece entender que esta compleja crisis que está atravesando nuestro país requiere respuestas inéditas.

Cerca está ese momento de darle un viraje a esa sempiterna estafa, a la vulgarización como sistema, a la masificación del ciudadano que intenta hacernos desaparecer como individuos.

Ese momento preciso para que se vuelva a colocar la dignidad del ciudadano en el espacio que le corresponde, dado que no podemos ni debemos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como presente y futuro, ya que, bajo ninguna circunstancia, podemos guarecernos bajo el manto de inútiles subterfugios a la espera eterna que un cúmulo de casualidades nos saquen de esta indigna trayectoria que hemos venido atravesando.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

El espacio de la dignidad del ciudadano

Manuel Barreto
Manuel Barreto