Soy de los que piensan que las conductas políticas no surgen solo del pragmatismo cotidiano, de lo episódico. Las actuaciones políticas son concebidas, conducidas, desde una cultura política. Es decir, un modo de ver, pensar, valorar, actuar y concebir la política y la realidad, con intereses y propósitos acordes a esa concepción y visión.
Las organizaciones políticas, sus dirigentes, han practicado una cultura política, que incluye un paternalismo confiscatorio, evidenciada en un protagonismo excluyente en la toma de decisiones políticas, electorales, candidaturales, etc. Abrogándose una representación determinante de la sociedad, donde la ciudadanía, la “sociedad civil", es un factor ornamental, en el presídium de actos y firmas de documentos.
No es condenable que los partidos políticos tengan intereses particulares, lo inaceptable es que éstos se sobrepongan por encima del interés de la ciudadanía, de la nación. Cuando esto ocurre, cavan una zanja de separación con la sociedad, fosa que también hace las veces de tumba.
El camino de los intereses particulares de dirigentes y partidos conduce a un destino fatal: traicionar los intereses de los ciudadanos y el país.
Eso parece reflejar la conducta asumida por dirigentes y organizaciones partidistas. La profusión de argumentos, obviando el resultado de la voluntad electoral de casi 8 millones de venezolanos, y la aceptación del irrespeto a la Constitución Nacional, revelan la cultura política que denunciamos. Es evidente la intención encubridora para colaborar en la normalización del gobierno empobrecedor. Es vergonzante la maniobra que pretende canjear soberanía nacional, voluntad libertaria, por ínfimas y desacreditadas cuotas burocráticas locales.
Estamos en presencia de dos culturas políticas enfrentadas, dos modos distintos de enfrentar la trágica crisis venezolana. La primera la hemos caracterizado como pragmática, electoralista, corresponde a la organización y dirigencia política tradicionales, se dirige al logro de cuotas de poder para la negociación y consiguiente convivencia con el régimen. La segunda cultura política se corresponde con una visión estratégica, de cambio radical del modelo social y económico imperante. Se centra en el papel protagónico de los ciudadanos.
La ciudadanía ha dado muestras de comprender la necesidad de construir y protagonizar una nueva cultura política, contraria a la pequeña concepción electoralista, burocrática, negociadora. El liderazgo encarnado por Edmundo y MC, ha logrado favorecer la conformación de una política, una fuerza con determinación para cambiar y abrir nuevos horizontes para la libertad, la democracia y la prosperidad.