Los constantes derrames de hidrocarburos en Venezuela aumentan la posibilidad de afectar las costas de Aruba, al ritmo impredecible del cambio climático y de las variaciones del paso de huracanes por el Caribe. La negligencia estatal es un riesgo transfronterizo.
Por Joanne López y Andreína Morillo
Franklin, un pescador falconiano que suma 60 años de vivencias en el mar, perdió todos sus equipos por uno de los derrames petroleros ocurridos en septiembre de 2023 en el golfete de Coro, en el estado Falcón, al noroccidente de Venezuela.
“Al subir los palangres estaban impregnados de petróleo. Las artes de pesca se dañaron, no pudimos salvarlas. Por eso me vi obligado a empezar de cero. Pasaron varias semanas hasta que pude comprar otros equipos y volver al mar a pescar”, recuerda Franklin.
Este pescador supone que las autoridades venezolanas no se enteraron de su tragedia personal. Sin embargo, junto al resto de los pobladores del golfete de Coro, lleva las cuentas: entre 2020 y 2025 han ocurrido 72 derrames, tres de ellos en el primer trimestre de este último año.
Desde el cabo San Román, la parte más septentrional de Falcón, hasta Aruba hay una distancia de aproximadamente 37 kilómetros. En la isla, que es territorio de Países Bajos, la pesca también es la principal fuente de sustento de muchos pobladores.

En el puerto de Savaneta, en la costa sur de Aruba, un pescador local se refiere a los derrames petroleros en Venezuela como un asunto ajeno. “Por lo general, las corrientes los alejan”, afirma.
En efecto, no existen registros oficiales de afectación de los ecosistemas de Aruba por este tipo de siniestros. Según cinco expertos, consultados por separado, es poco probable que algo así suceda, pero no imposible. El cambio climático es la clave para comprender la dimensión del riesgo.
Opacidad y silencio
Desde hace nueve años Petróleos de Venezuela, S.A. (Pdvsa), no rinde cuentas sobre los derrames petroleros. El documento Balance de la Gestión Social Ambiental 2016 de PDVSA, indica que ese año las autoridades registraron 8.250 derrames: 98% fueron de hidrocarburos y suman 182.317 barriles; 86% de los cuales afectaron cuerpos de agua con un vertido total de 36.124 barriles (20%). En el reporte también se precisa que las medidas aplicadas luego de los siniestros alcanzaron para recolectar 60.247 barriles, es decir 33% del total derramado.
Sin embargo, desde 2016 la estatal petrolera no ha divulgado informes sobre los impactos de los derrames petroleros. Tampoco se conocen los dispersantes usados ni sus efectos para contener los hidrocarburos vertidos al mar.
Para este reportaje se formalizaron solicitudes de información al Ministerio de Ecosocialismo, PDVSA, Refinería El Palito y Autoridad Única en Materia Ambiental de Falcón. A pesar de reiterar las solicitudes en dos oportunidades, no se obtuvo respuesta.
Argenis, pescador de Río Seco, se refiere al silencio que ha mantenido la industria petrolera venezolana sobre los derrames desde 2016: “Anteriormente, cuando ocurrían los derrames, nosotros los llamábamos a alcaldes y gobernadores, para que ellos participaran a PDVSA. Eso era rápido, en cuestión de horas había presencia de técnicos en las zonas afectadas”.
Desplazamiento forzado, otro impacto
La pesca es la principal actividad económica de los habitantes del golfete de Coro, y los derrames petroleros han trastocado su modo de vida, generando incluso el desplazamiento forzado. Como el caso de Jesús, quien se ha visto obligado a trasladarse 40,2 kilómetros desde donde vive, en Carirubana, hasta donde pesca, en Jacuque. Donde encuentren mejores condiciones para la pesca, improvisan campamentos y allí permanecen varias semanas sin agua potable, ni electricidad ni conectividad telefónica.
Jesús, tiene 34 años de edad y es padre de cuatro hijos. Cuenta que la pesca le permitía mantener a su familia, pero los derrames destruyeron su lancha. Desde Jacuque, donde sumaba un mes de pernocta cuando contó su historia, Jesús confiesa la desolación que comparte con todos los pescadores de la zona: “Lo que pescamos hoy no lo podemos vender por más de tres dólares. No tengo ni pescado ni dinero para enviarle a mi familia en Carirubana”.
Dionell tiene 50 años de edad y ha dedicado su vida a la pesca. Los derrames petroleros también lo han afectado. Explica que antes bastaba navegar 8 millas náuticas desde la costa falconiana para lograr buena pesca, pero los hidrocarburos vertidos al mar lo han obligado a desplazarse hasta 30 millas náuticas en busca de aguas limpias.

Mientras más se adentran en el mar, los pescadores se exponen a mayores riesgos. Dionell recuerda que una vez estuvo a la deriva durante cinco días por una falla en la embarcación. Para sobrevivir, él y sus compañeros bebieron su propio orine.
Huyendo de los derrames, Franklin, Jesús y Dionell se alejan cada vez más de tierra firme, lo cual también implica mayores costos en combustible.
En el mar las fronteras son difusas. No hay una línea precisa que indique dónde termina Venezuela y dónde comienza Aruba. Algunos pescadores falconianos han traspasado los límites que definen la jurisdicción de cada país. Ello es fuente de un riesgo adicional: la posibilidad de ser sancionados, como es el caso de un grupo que se adentró en el mar en septiembre de 2024. Aseguran que las autoridades arubianas les impusieron una multa de 6.000 dólares por traspasar las fronteras marítimas y, al no poder pagarla, los despojaron de sus equipos.
Planes nacionales, binacionales e internacionales sin ejecución
Desde 1986, las operaciones de la industria petrolera venezolana deben ajustarse a un protocolo de seguridad y mitigación de riesgos denominado Plan Nacional de Contingencia para el Control y Combate de Derrames Masivos de Petróleo en Aguas (PNC). Este plan detalla qué hacer en caso de derrames petroleros, así como los parámetros para reportar y atender los daños a los ecosistemas y a las personas.
El PNC incluye mecanismos de cooperación binacional para optimizar el uso de los recursos de los países involucrados en eventuales emergencias originadas por derrames mayores de petróleo que excedan la capacidad de la industria petrolera venezolana para combatirlo. Los acuerdos han sido suscritos con Aruba a través de National Oil Company (Noca); Colombia, mediante Ecopetrol; y con el gobierno de Trinidad y Tobago.

Hace 39 años la industria petrolera venezolana admitía la necesidad de llegar a acuerdos de asociación con organizaciones internacionales especializadas en combates de derrames de hidrocarburos en Estados Unidos y Europa. En ese sentido, se estableció un convenio con Clean Caribbean Cooperative, organización basada en Florida, Estados Unidos, y la cual cubre incidentes en el ámbito del Caribe. Además, Venezuela se hizo miembro de la Oil Spill Response Limited, basada en Inglaterra y con una cobertura mundial, estando en capacidad de alcanzar cualquier sitio en el mundo en un lapso entre 24 y 48 horas.
A mediados de 1995 Pdvsa se asoció a la National Response Corporation (NRC). También suscribió acuerdos de cooperación mutua con Petróleos Mexicanos (Pemex) y Petróleo Brasileiro (Petrobras).
Sin embargo, con el ascenso de Hugo Chávez al poder, la institucionalidad de la industria petrolera venezolana cambió radicalmente y los acuerdos de cooperación internacional, en especial los destinados a atender eficazmente los derrames petroleros, se han desvanecido.
Derrames transnacionales de Trinidad y Tobago
Trinidad y Tobago ha sido epicentro de tres incidentes transnacionales: 1979, 2017 y 2024. El primero no alcanzó a Venezuela ni a las islas del Caribe sino que terminó desviado al centro del Atlántico norte. En esa oportunidad se vertieron al mar 2,2 millones de barriles de petróleo tras la colisión de los tanqueros Atlantic Empress y el Aegean Captain, cada uno transportaba 200.000 toneladas de crudo.
Entre Aruba y Trinidad y Tobago hay 973 kilómetros de distancia. Sin embargo, hace ocho años un derrame de fuel oil 380 en la refinería trinitaria de Pointe-a-Pierre, administrada por la empresa estatal Petrotrin, alcanzó las costas arubianas.
El siniestro ocurrido el 23 de abril de 2017 afectó los cuerpos de agua del golfo de Paria, en el extremo oriental venezolano. Luego se extendió hacia el estado Nueva Esparta, afectó las islas Los Testigos, Coche, La Tortuga, La Blanquilla, La Orchila y el Parque Nacional Archipiélago Los Roques. Posteriormente impactó la costa oriental de la península de Paraguaná hasta llegar a Aruba, Curazao y Bonaire.

En febrero de 2024, Trinidad y Tobago volvió a la palestra por el volcamiento de una barcaza, identificada como Gulfstream, que transportaba 35.000 barriles de fuel oil.
Entre el 15 y 16 de febrero de 2024, las imágenes de los satélites Copernicus Sentinel-2 y Canadian RCM detectaron la posible presencia de hidrocarburos que se movían hacia la zona marina de Venezuela, al norte de las islas Los Testigos. La mancha llegó a las costas de Bonaire el 27 de febrero de 2024 y se extendió hacia Curazao y Aruba.
Greg Peterson, presidente de Aruba Birdlife Conservation, comenta que “en Trinidad y Tobago se han registrado derrames que llegaron a Bonaire y Curazao, pero cuando alcanzaron Aruba eran fragmentos muy pequeños”.
Alertas en Aruba por derrames venezolanos
La Organización de Gestión de Crisis (CMO) de Aruba es la autoridad encargada de actuar ante los derrames petroleros que se producen en los países caribeños, particularmente en Venezuela y Trinidad y Tobago.
En agosto de 2024, el CMO desarrolló modelos para predecir el impacto en las islas Aruba, Bonaire y Curazao, sobre la base de los patrones de vientos y corrientes marinas. En diciembre de 2023 y en 2020, el CMO emitió alertas similares tras derrames en la Refinería El Palito.
Rino Hermans, representante del CMO, explicó que cuando el CMO emite una alerta por derrames petroleros en Venezuela, se activa un protocolo internacional conocido como Tier 3, aplicable a incidentes de gran magnitud.
“Actualmente, los modelos no indican ningún impacto en las islas ABC, pero el equipo se mantiene vigilante”, señaló Hermans. Precisó que el resultado final de las evaluaciones realizadas sobre los derrames de petróleo en las costas venezolanas ocurridos en 2024 no afectó a Aruba, tampoco a Curazao y Bonaire.
El presidente de la Asociación Aruba Birdlife Conservation, Peterson, explica que el monitoreo de derrames es una costumbre local más que una preocupación urgente, pues pocas veces los hidrocarburos o sus restos alcanzan las costas arubianas. Sin embargo, admite que es un riesgo latente.
“Debido a las corrientes oceánicas, la mayoría de las veces el petróleo no llega a Aruba, sino que pasa alrededor de ella, por eso, no lo vemos en la arena de nuestras playas”, indica el ambientalista.
Agrega que los derrames provenientes de Venezuela tienden a rodear la isla sin regresar a sus playas. “Aruba ha tenido muchísima suerte”, dice destacando que esta tendencia se ha mantenido constante durante años.
Para Eduardo Klein, experto en estudios ambientales de la Universidad Simón Bolívar, las probabilidades de que un derrame petrolero ocurrido en Venezuela impacte los ecosistemas de Aruba son bajas y dependen de tres principales variables: vientos, corrientes y temperaturas.
Un 2025 más huracanado
En septiembre de 2024 el mundo fue testigo de lo impredecible que puede tornarse un huracán. Con vientos de hasta de 220 kilómetros por hora, el huracán Helene alcanzó categoría 4 y devastó parte de la costa del Golfo de México en Estados Unidos. Un mes después la emergencia tomó el nombre de Milton, un huracán empujado por vientos de 285 kilómetros por hora (categoría 5), que cobró la vida de 45 personas.
Las predicciones para 2025 son preocupantes. El 3 de abril la Universidad Estatal de Colorado (CSU, por sus siglas en inglés) publicó un reporte que advierte una temporada de huracanes en el Atlántico por encima de lo normal: 17 tormentas nombradas y 9 huracanes, de los cuales 4 alcanzarán “la intensidad de un huracán mayor (Saffir/Simpson, categoría 3, 4 o 5) con vientos sostenidos de 111 millas por hora o más”, es decir, aproximadamente 170 kilómetros por hora.

El Departamento de Ciencias Atmosféricas de la CSU, uno de los mejor calificados del mundo, fundamenta su análisis en las temperaturas “por encima de lo normal” de la superficie del Atlántico oriental subtropical y del mar Caribe como un factor principal para su predicción: “Un Atlántico cálido favorece una temporada por encima del promedio, ya que la fuente de combustible de un huracán es el agua cálida del océano”.
La CSU predice un incremento de la actividad ciclónica de 125% para 2025. Según el informe, la probabilidad de que este año un huracán mayor toque tierra en el Caribe es de 56%, aumentando en 9% el promedio entre 1880 y 2020.
Los pronósticos del CSU permiten inferir un incremento en las probabilidades de que un derrame petrolero ocurrido en Venezuela impacte Aruba, Curazao y Bonaire. Los vórtices de los grandes huracanes, como los nueve previstos para 2025, perturban los patrones de viento habituales en el Caribe Sur. Los vientos alisios toman dirección sur-norte y, de esa manera empujan los hidrocarburos vertidos al mar hacia las islas ABC.
Los oceanógrafos consultados para este reportaje destacan que huracanes como Helene y Milton han circulado por latitudes más bajas. El origen de estos eventos metereológicos está en África, pero cada vez más al sur por el aumento de las temperaturas en el Atlántico. De esta forma, los huracanes llegan al Caribe con mayor intensidad.
Según datos de la National Oceanic and Atmospheric Administration (Noaa) y el Centro de Predicción Tropical, especializado en el seguimiento de los huracanes en el Atlántico y el Caribe, la trayectoria de los huracanes no sólo está aumentando en intensidad y tamaño, sino que está descendiendo a latitudes más bajas y cada vez es más frecuente una tendencia a circular por el Caribe Sur y Central. Todo esto modulado por el aumento de las temperaturas en los océanos, provocado por el cambio climático.
Simulaciones hechas con programas especializados permiten proyectar que los huracanes en el Caribe pueden alterar la dirección del viento y las corrientes en dirección sur-norte y modificar la propagación habitual de los derrames petroleros.
El cambio climático ha provocado un aumento constante de las temperaturas de la superficie del mar a nivel global. Statista, un portal especializado en energía y medio ambiente, resalta en sus proyecciones que desde la década de 1980, ha existido un constante aumento de las temperaturas terrestre y oceánica. Sólo en 2024, ambas superficies eran 1,29 grados centígrados más cálidas que el promedio del siglo XX.
El nivel del mar también ha experimentado un aumento significativo con un promedio de más de medio pie desde 1900, y se proyecta un aumento adicional de 1 a 2.5 pies durante este siglo.Este aumento, según Sea Level Rise, una organización que monitorea el nivel del mar en todo el planeta, se debe principalmente a la expansión térmica del agua a medida que se calienta y al derretimiento de los glaciares y las capas de hielo. La elevación del nivel del mar empeora las marejadas ciclónicas, que son aumentos anormales del nivel del agua causados por los fuertes vientos de un huracán.
Responsabilidad internacional
Cristina Fiol, bióloga y consultora ambiental, lo señala sin ambages: “Se están violando los derechos humanos ambientales; no solo en Venezuela, sino también en los países vecinos, pues no se están cumpliendo los protocolos internacionales para mitigar y contener los vertidos crónicos de petróleo en las masas de agua en el país”.
En 1995, Venezuela y el Reino de los Países Bajos (que incluye los territorios de las islas Aruba, Bonaire y Curazao) firmaron el Acuerdo de Cooperación para la Contingencia de Derrames de Hidrocarburos y Sustancias Nocivas en el Mar. El documento establece principios rectores de las acciones conjuntas que deben desarrollar ambos países para prevenir y mitigar riesgos.
Sin embargo, el acuerdo ha quedado en una especie de limbo después de la disolución de las Antillas Neerlandesas, en 2010. Ni las autoridades venezolanas ni las arubianas han reportado (al menos públicamente) acciones para reactivar la cooperación binacional.
Este contenido forma parte del trabajo especial La desidia enturbia aguas transfronterizas, una investigación periodística transnacional producida y coordinada por Medianálisis. Para conocer todos los detalles revisa el microsite haciendo clic aquí