Van 6 cortes de luz..."¿Cómo hacemos? ¿No hay alguien que diga algo?" La respuesta de otra vecina: "Aquí aparece gente protestando cuando hay elecciones". Este diálogo no ha desaparecido de nuestra cotidianidad. Evidencia la dramática ruptura y el cuestionamiento de la conexión entre el dirigentazgo político y la sociedad que aparece solo en procesos electorales. Vale a acotación que actualmente el miedo influye.
En las campañas electorales de países latinoamericanos se ofrece convertir países o ciudades arruinadas en "tacitas de oro", como si el demagógico orador fuese el propio rey Midas.
Ambos elementos: Electoralismo y populismo pertenecen al arsenal cultural del pragmatismo.
El pragmatismo que muchos políticos celebran, cultivan, se ufana de ir a lo directo "sin paja”, “esto no es filosofía, ni poesía, vamos a lo concreto sin elucubraciones", nos han conducido a la ruina. Su simplificación, de lógica formal y numérica, ignorando la complejidad humana, la realidad que se pretende cambiar.
Terminan empobreciendo y destruyendo sus organizaciones políticas anémicas de ideas, de soluciones idóneas para convertir la política solo en su fama y ascenso social y financiero.
El pragmatismo derivó a un activismo compulsivo, medir lo político en actividades, actos, reparto casa x casa, arepazo, etc. Una manera de medir las cosas solo por iniciativas sonoras. La política tiene modos de expresión y grados de eficacia, con movimientos de variada naturaleza, incluso silenciosa como la del Domingo 25 M., una política medular impactante y arrolladora. Ha ocurrido que cuando no hay una actividad convencional, clásica, hay quienes piensan “no se está haciendo nada”. La tarea fundamental es acopiar fuerzas nacional e internacionales, activar mecanismos inéditos de probada eficacia y promover iniciativas participativas que no expongan y sumen fuerzas.