La desmesura e incoherencia de los resultados electorales, evidenciados hasta por los socios cooperantes del mismo, confirman la banalidad en la cual incurriríamos, al sumergirnos en discusiones, opiniones, análisis, sobre los borroneados resultados electorales del 25 M. El propósito de saltarse, desconocer, la decisión soberana del 28 J. ha fracasado.
La ciudadanía mayoritaria intuyó la encubierta maniobra normalizadora. Con giro maestro, propio de las artes marciales, utilizando la fuerza del contrario, la desobediencia ciudadana revirtió el valor político del mediatizado proceso, tornándolo como jornada extraordinaria de consolidación de la victoria soberana del 28 J.
Atribuir a la conducta de los ciudadanos a una conciencia rigurosa, organización, precisión aritmética, premeditadas, resultaría arbitrario, pero no podría desconocerse, que sus resultados satisfacen la apuesta del país por cambio, libertad y democracia, frente a la misma oportunidad, y no lo hizo, para rubricar una desaprobación a su voluntad soberana expresada el 28 J. con la elección de Edmundo González U. como Presidente Constitucional.
Los desenlaces del fallido proceso contribuyen a configurar un momento político estelar para reflexionar sobre la lucha que libramos los venezolanos por un cambio libertario y democratizador.
El confuso proceso electoral exhibe como mérito, ofrecerse como escenario remarcador de asuntos esenciales, problemas que recorren el proceso político venezolano; insisto en tres: 1.- Cultura política, a la cual me he referido y resumo en la identificación de dos modelos culturales, modos de concebir y actuar en la política venezolana: electoralista y política alternativa de cambio. 2.-Los actores políticos. 3.-El famoso tema de la unidad. 4.-Salidas, cómo salir de esto.
En próximos artículos ensayaré acerca de la temática anunciada.
