Los monjes de la Edad Media se ocupaban de copiar los textos religiosos antiguos. El proceso era meticuloso, y requería una gran habilidad y paciencia. Los monjes utilizaban plumas de ave y tinta hecha a mano para escribir en pergaminos o papel. Su trabajo hizo posible la preservación y transmisión del conocimiento durante la Edad Media, asegurando que los textos religiosos llegaran hasta nuestros días.
Pero para aliviar un poco tan tediosa y meticulosa tarea, los escribas abreviaban algunas palabras, como, por ejemplo, escribiendo sólo las iniciales: "P.P." para referirse al esposo de la Virgen María y Padre Putativo de Jesús. Con el tiempo, esta abreviatura se convirtió en "Pepe".
Explicado el origen del apodo “Pepe”, llamaremos así al esposo de la Virgen María. Supongo que cuando nació el hijo de “Pepe” y María no existían registros oficiales que emitieran una partida de nacimiento, así que esa fecha no debe ser, por decirlo de alguna manera, “oficial”. Pero el 25 de diciembre era el de una festividad romana: era el “Día del Nacimiento del Sol Invicto”, y el Papa Julio I, en el año 350, escogió ese día como el nacimiento de Jesús; en 354, el Papa Liberio decretó oficialmente la fecha como celebración de su nacimiento.
En la ciudad de Myra (hoy Demre) en la costa mediterránea de Turquía había en el siglo IV un obispo, famoso por su generosidad y actos de caridad, hoy venerado como San Nicolás de Bari. Su fama se extendió por toda la Europa de la Edad Media, debido a sus numerosos milagros y su bondad hacia los niños y los necesitados. Ayudaba a éstos con gran generosidad, y a aquéllos con entregas de regalos. Con el tiempo, la figura de San Nicolás evolucionó y se fusionó con tradiciones locales en diferentes países europeos, dando origen a personajes como Papá Noel y Santa Claus, quienes también llevan regalos a los niños durante la Navidad.
Pero San Nicolás era representado como un hombre de pocas carnes, tocado con una mitra y vistiendo una humilde túnica, y sosteniendo un báculo.
Los fabricantes de una mundialmente conocida marca de refrescos, creada en Atlanta por un farmacéutico que, en 1886, buscaba desarrollar un jarabe medicinal que ayudara a aliviar dolores de cabeza y otros malestares, lanzó una campaña publicitaria navideña con la imagen de un Santa Claus, creado en esos años por un dibujante de apellido Nast, con traje rojo ribeteado de cordón blanco y barba igualmente blanca, portando un saco de juguetes. Los colores coincidían con los del membrete de la bebida.
Ya desde antes venía dejando de ser el nacimiento de un ser venerado como Hijo de Dios en las religiones cristianas el motivo principal de las festividades decembrinas. “Pepe”, María y Jesús dejaron de ser los protagonistas de esta fecha que, prácticamente se celebra en el mundo entero, aún en los países no cristianos, para convertirse en la maratón del consumismo y el jolgorio.
La Navidad no deja de ser una fiesta hermosa, motivo de reencuentros familiares y seguida de la celebración del advenimiento, según el Calendario Gregoriano, de un nuevo año, pero “Pepe” y María estarían desencantados con quienes aprovechan tan importante evento de la fe cristiana, como lo es el nacimiento de su Hijo. Resulta hasta cómico que comerciantes con otras fes, como judíos, musulmanes o budistas, promuevan sus mercancías en estas fechas que atienden a un acontecimiento ajeno y desconocido por sus religiones, aumentando con él sus pingües ganancias.
Y los cristianos les seguimos el juego.