Una de las primeras piezas que canté de niño en un coro fue El Periquito, con arreglo de Modesta Bor. O al menos su adaptación para niños. Eso me viene a la memoria como primer encuentro con la obra de esta importantísima maestra margariteña.
Modesta Bor nació en Juan Griego, Nueva Esparta, el 15 de junio de 1926. Fue una músico integral: pianista -carrera que tuvo que abandonar por razones de salud-, directora, docente, investigadora, compositora y arreglista. Sobre todo, esto último. Sus arreglos han recorrido el mundo y no hay arreglo coral de ella que no conozca ningún coralista venezolano. Bandera tricolor, Golosinas criollas, Un heladero con clase, son piezas muy frecuentes en los repertorios corales de nuestro país.
Fue destacada alumna del maestro Vicente Emilio Sojo y de otros maestros no menos importantes, en una Venezuela machista y tradicionalista de los años cuarenta.
Mientras continuaba sus estudios musicales, Modesta Bor también se destacó en los campos de la musicología y la docencia. Entre 1948 y 1951, trabajó en el Servicio de Investigaciones Folklóricas Nacionales, donde fue jefe del departamento de Musicología. Más adelante, impartió clases de música en diversas escuelas primarias y secundarias en Caracas, y dirigió coros de niños en las Escuelas Municipales caraqueñas. Impartió clases en el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta y en la Universidad Central de Venezuela. A través de su enseñanza, influyó en varias generaciones de músicos y compositores venezolanos, contribuyendo significativamente al desarrollo de la educación musical en el país. En julio de 1959, recibió el título de Maestro Compositor de manos de Vicente Emilio Sojo, gracias a su «Suite en tres movimientos para Orquesta de Cámara».
La maestra Bor fue innovadora y muy audaz en sus composiciones y arreglos. Atravesó por distintos períodos en su carrera composicional, pues en 1960 se traslada a Moscú a continuar sus estudios de composición en el Conservatorio Tchaikovsky con el notable compositor Aram Khachaturian. Aunque no se ha verificado, se dice que ella fue la primera mujer venezolana en cursar estudios de música a nivel de postgrado en el exterior.
Evaluando su obra musical, observamos que Modesta Bor atravesó distintas facetas y exploró diferentes vías comunicacionales sonoras. Sus primeras obras están enmarcadas dentro del pensamiento de la Escuela Nacionalista venezolana. Ejemplos de ello son la Suite Criolla para piano, en la Suite para orquesta de cámara y en la Sonata para viola y piano.
En etapas posteriores sus obras buscan un lenguaje propio, digamos contemporáneo, acorde con las nuevas tendencias para ese entonces. A partir de la década de los sesenta, se divisa la búsqueda de nuevas sonoridades en obras como el Segundo Ciclo de Romanzas para contralto y piano, la Sonata para violín y piano y sus obras corales El Pescador de Anclas y Regreso al Mar.
En 1970 Bor escribe una de sus obras más importantes, el poema sinfónico Genocidio, en donde plantea una lucha antagónica entre un tema nacionalista y temas extraídos de los comerciales televisivos para la época. Dicha obra, quizás por su contenido político, no obtuvo el premio de Composición de ese año; sin embargo, fue estrenada y posteriormente grabada.
La década de los setenta marca el inicio de una búsqueda hacia la atonalidad. La Imitación Serial para Cuerdas (1974), el tríptico coral Manchas Sonoras (1975), los siete Sarcasmos para piano (1978-80), el Prisma Sonoro para cuatro voces mixtas (1980-81), su impresionante Concierto para piano y orquesta (1982-83) y Acuarelas para orquesta de cuerdas (1986) son solo algunos ejemplos de sus obras atonales desligadas de la tendencia nacionalista que la caracterizaba.
El legado de Modesta Bor fue reconocido con una inmensa cantidad de premios, entre los que destacan: Premio Nacional de Música de Cámara, Premio Nacional de Música Vocal, Premio Nacional de Música para Obras Sinfónicas Breves, Premio Nacional de Composición y Premio Nacional de Música (CONAC).
En 1990 se trasladó a la quietud de los Andes venezolanos, a la ciudad de Mérida, donde dio continuidad a su labor como docente y compositora hasta el final de sus días. Allí la conocí, en 1995, cuando participé junto al Coro Estable del Teatro Municipal de Valencia dirigido por Aura Marina Ríos, en la I Competencia Nacional de Coros. Ella formaba parte del jurado, y como pieza obligatoria, los coros participantes debíamos interpretar su pieza Velero Mundo. Estar ante ella fue un momento muy importante para todos nosotros.
Modesta Bor falleció en 1998, en Mérida. Su legado y huella en el mundo coral venezolano y latinoamericano sigue más vigente que nunca. Su vida, su pensamiento y su obra demuestran el temperamento temerario, valiente y por qué no, irreverente ante el mundo.
Para escuchar, a propósito de Modesta Bor, recomiendo la pieza Genocidio:
https://www.youtube.com/watch?v=Oo36Hy2-RX4
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