Los carnavales de antes en Carabobo en la voz de cronistas y amigos

Según el calendario cristiano, es la última oportunidad para los excesos antes de la Cuaresma

(Relatos ingeniosos de hechos y personajes)

 

 

Hablar de los carnavales

del Carabobo de antes,

quiero comentar ahora

en la voz de los que saben

 

La intención es recordar,

conocer algunos datos,

cómo eran esas fiestas

y aquí voy a comentarlo

El sentido religioso

Resulta que, de acuerdo al calendario cristiano, es la última oportunidad para los excesos antes de la Cuaresma. Y fue a comienzos de la Edad Media, cuando la Iglesia católica propuso la etimología de carnaval: del latín vulgar carnem-levare, que significa 'abandonar la carne' también con el término francés de mardí gras, 'martes graso', 'martes gordo' o de la grasa. el historiador y erudito del siglo XIX Jacob Burckhardt quien propuso la idea de que el vocablo "carnaval" deriva de la expresión carrus navalis, usada para designar una procesión de máscaras que culminaba con la botadura de una nave de madera decorada con ofrendas florales en honor a la diosa Isiscarnaval proviene del italiano (carnevale), compuesta con los siguientes elementos latinos: La palabra caro, carni, su acusativo es care(m) de donde tenemos carne, carniza, carnicería. De allí, esa permisividad de excesos para entrar al tiempo de cuaresma. Esta celebración romana, quizás procedente de Egipto, formaba parte de las festividades de la Navigium Isidis (Nave de Isis) y habría quedado como resto de la Antigüedad en el carnaval moderno a pesar de las persecuciones cristianas sobre los paganos del siglo, según se lee en Wikipedia.​ Esta teoría es sustentada hoy en día por numerosos estudiosos e investigador

(Extracto del artículo. Llegó el Carnaval: una tradición que se resiste a desaparecer, de la periodista y amiga Ana Isabel Laguna. El carabobeño.com 21 de febrero 2020

Y después de lo explicado,

ahora voy a presentar

los relatos de cronistas,

y se que les gustarán

 

Comenzaré por Valencia

texto del primer cronista,

Rafael Saturno Guerra,

remembranzas exquisitas

 

“Recordamos haber visto trampolines, carreras de saco, monedas en sartén envueltas en manteca y negro humo para tomarse con los dientes, descabezadera de pollos, maromas y el sebucán, durante los carnavales. En valencia ha sido siempre el martes dia terrible porque se juega con agua, harina, azulillo, etc. Y la gente se vuelve como loca. Disfraces clásicos: la burriquita, el gigante sobre zancos, el tigre, curas, bailarinas, indios, policías, la muerte y el diablo. El domingo de carnaval había siempre reparto de juguetes a los niños tanto en los clubes sociales como en los orfelinatos”

 

Seguiré hasta Tocuyito

donde un amigo y cronista,

como Ulises Dalmau,

y sus letras exquisitas

 

“El Carnaval en Tocuyito a mediados del pasado siglo no difiere mucho de otros lugares en que la gente solía disfrazarse, improvisar una que otra comparsa, elegir la reina en la plaza y luego coronarla con una fiesta especial, beneficiándose de su cercanía con las festividades del Patrono (15 de enero).

Pero en contraparte de los bonitos recuerdos, una especie de toque de queda paralizaba al pueblo lunes y martes, días en que las familias se enclaustraban para evitar a los grupos que mojaban con la única regla de que “hombre no mojaba hombre”.

Tal era la situación que una vez los trabajadores de una asfaltadora utilizaron como venganza una pequeña cisterna para embadurnar a chorros no solo a las pandillas sino muchas puertas y ventanas del pueblo.

Así que, como nadie podía salir a la calle sin que llevase su buena dosis de “carnaval”, dicen que hasta el padre Blas del Gaudio –quien por su ortodoxia y hermetismo no le era muy simpático a una parte de la población- recibió una mojada de esas cuando un martes de Carnaval salió a asistir a un enfermo. Es decir: no perdonaban a nadie.

 

Por Los Guayos, caminando

encontré a José Moreno,

quien fue el primer cronista

de ese noble y lindo suelo

 

“Los carnavales en los Guayos, se caracterizaban por celebrarse desde varios puntos, entre ellos desde la escuela El Yoraco, con desfiles donde el tarje de los arahuacos eran las más representadas.

Los templetes en la plaza, no podían faltar.

También era muy común las familias bañándose en el río, preparando sancochos, mientras disfrutaban del carnaval”

 

Luego me fui a Montalbán

a la casa del cronista,

Antonio Coromoto Osorio

¡Sabe más que una revista!

 

“Aquí en Montalbán, a partir de 1949 los carnavales eran de una emotividad increíble y como en muchos pueblos del occidente de Carabobo, los carnavales estaban llenos de mucho colorido, eso de jugar con agua quedaba para los días martes únicamente, mientras el domingo los desfiles, eran con fastuosas carrozas, y entre las comparsas que más recuerdo había una denominada dominó y otra de arlequines.

La plaza bolívar se adornaba con bombillos de colores, se tocaba retreta, se presentaban orquestas dirigidas por el profesor Amos Latuche, organizaban conjuntos tipo guataca o un “ventetú” y generalmente las fiestas duraban hasta el amanecer y ya para la tarde siguiente salían los desfiles con sus reinas en sus esplendidas carrozas, comparsas con sus negritas.

Me parece que la gente, para olvidar sus necesidades se disfrazaba de felicidad.

 

De ahí llegué a Miranda,

y el compadre Juan Hernández

me contó con precisión,

sobre aquellos carnavales

 

“En Miranda, el más occidental de Carabobo, referencia cultural desde antaño, se realizaban los populares bailes de Carnaval en el club Centro Social Miranda y en las casas de familias que por tradición montaban sus fiestas… entre ellos la familia Colmenares, y los Silva.

Carrozas y Reinas engalanaban las calles de Miranda.

Con una sutil y hermosa organización el pueblo todo celebraba y gozaba al punto que con los años el Carnaval de Miranda se convirtió en referencia no solo de Carabobo sino a nivel nacional

Miranda se caracterizó por el baile “Noche de Mamarrachos” quienes, con su especial manera de utilizar atuendos de la cotidianidad, y con la cara tapada lograban hacer de sus acciones y bochinches, momentos únicos que recordar.

Al ritmo de los aplausos en el estadio, el Toro y el payaso torero eran los más esperado esa noche (consistía en simular un toro hecho de tela de peluche con 5 o 6 personas dentro y los cachos, ese toro se paseaban al ritmo de la música y de vez en cuando envestía a los que se encontraba por el camino.

Con los años el toro se convirtió en un elemento distintivo del Carnaval en Miranda”

 

Después me marché a Bejuma

con Víctor Julio Coronel,

un cronista entregado

a su oficio en buena ley

 

“Los carnavales de Bejuma para la década de 1940, fueron bastante alegres, la mayoría de las personas se daban cita en la plaza, por ser este el centro de las reuniones de las comparsas que querían lucir sus disfraces. Durante estas fiestas las comparsas disfrutaban bailando al compás de las melodías que un conjunto de cuerdas interpretaba para deleite de los asistentes. En esa época la gente, se divertía sanamente en estos eventos de expresión popular.

Hasta el lunes todo era respeto. El martes la gente perdía toda compostura, y se lanzaba a la calle a embadurnar con pintura a todo aquel que se les atravesaba en el camino. Otros se dedicaban a mojarlos con agua pestilente. En los barrios y en el centro del pueblo.”

(Gracias a Fran Suarez por facilitarme este texto)

 

Seguí camino a Güigüe

para mostrar un relato,

de mi amigo Ramón Mejías

cronista y amigo grato

 

“Los carnavales güigüenses, sin duda dejaron un sabor de “bella epóque”, algunos testigos existentes, refieren las carnestolendas de 1928, cuando en nuestras calles y alrededor de la plaza Ávila, la alegría y el derroche fue tan furibundo que, de las regias carrozas, junto con caramelos, serpentinas y papelillos, lanzaban relucientes monedas de plata que la muchachada reclamaba y recogía con avidez.

Cuatro noches bailables y el dia martes desde la mañana hasta la tarde tremendos desafíos de juego con agua, costumbre de origen colonial que nunca se ha perdido. Y el miércoles de ceniza, el tradicional acto sacramental del Entierro de la Sardina.”

 

El chamo Willy Colina,

Yvania Peraza igual,

me contaron de Mariara

cómo era el carnaval

 

 

 

En Mariara los carnavales tal vez como en muchas partes de Venezuela, con la elección de sus reinas también se disfrutaba de las famosas negritas que con sus rostros cubiertos bailaban y recorrían nuestras calles de manera incógnita, podían ser mujeres o varones, pero siempre alegres y de incógnita; eran la sensación de estas fiestas carnestolendas

Unos de los lugares donde se iba a bailar y disfrutar las fiestas de carnaval era la Famosa Pista de Félix Arias, ubicada en el sector El Carmen, dónde se reunían a bailar hasta que el cuerpo aguante, se disfrutaba de los disfraces y se escogía la “Reina de la Pista de baile.”

El Rio la Toma era el lugar de encuentro familiar para refrescarse y pasar el día disfrutando de sus aguas cristalinas y además del sancocho, y de los disfraces creativos que hacían parte del disfrute, en la noche en los diferentes puntos de cada sector se montaba una tarima llamada templete y allí los distintos grupos musicales de nuestro pueblo nos hacían bailar y disfrutar, grupos de guaracha, salsa y tambor… aquí recordando algunos de ellos, El Grupo B, Grupo Incógnita, Andas, Innovación, Bruna  y sus tambores, Violeta Moreno entre otros.

Y se culminaba el martes de carnaval con el Baile de la Hamaca, recorriendo las calles de Mariara y la gente se va uniendo en ese recorrido. Agua pintura y… baila de tambor!!!

 

Rapidito me fui entonces

al pueblo de San Joaquín,

y el cronista Evencio Diaz,

me leyó este boletín

 

En el pintoresco pueblo de San Joaquín, durante la primera mitad del siglo XX, los carnavales representaban la más vibrante manifestación de su tradición y alegría colectiva. Año tras año, las calles se llenaban de colores, música y un entusiasmo desbordante. Desde 1928, con la modernización de las calles, surgió la costumbre de lanzar latas con caramelos y monedas desde familias acomodadas, un espectáculo que fascinaba a la multitud, aunque no estaba exento de incidentes desafortunados, como el atropello de un niño mientras buscaba uno de estos preciados tesoros dulces. Otro ritual infaltable era el juego desenfrenado con agua, que cesaba puntualmente al atardecer, a las seis en punto, para dar paso a los animados bailes en la histórica plaza Bolívar, donde cada sonrisa iluminaba aún más un carnaval adornado con papelillos y serpentinas.

Más allá del bullicio, estas festividades ofrecían una oportunidad invaluable para reconectar con los seres queridos. Era común ver grupos reunidos junto al río Ereigüe, Cura o "La Laguna" (Lago de Valencia), donde entre sancochos humeantes y refrescantes guarapitas se forjaban recuerdos inolvidables. La coronación de la reina del carnaval y los desfiles de carrozas, llenos de color y creatividad, consolidaban aún más esta expresión cultural profundamente arraigada.

El fervor alcanzó su auge en los años treinta, caracterizados por disfraces emblemáticos como "el machito" o "la muerte", símbolos de humor y creatividad popular. Los juegos de agua, las multitudes bailando al ritmo del contagioso "Chivi-Chivi zúmbame aquí" y la emoción compartida entre todos los asistentes dieron forma a una memoria colectiva festiva e irrepetible. Esta tradición aún vive en los corazones de quienes recuerdan ese idílico San Joaquín como un lugar donde la alegría y la cultura se entrelazaban en cada carnaval.

 

De ahí me fui hasta Guacara

con Karelis Canelón,

gran maestra de cocina,

y cronista de pasión

 

los carnavales guacareños eran con carrozas lanzando caramelos y papelillos... Señoritas de familia con sus comparsas.

Las cuales eran coronadas en sus sectores y venían al centro del Municipio, para terminar con un baile en el Club Arévalo González.

La costumbre de jugar con agua era entre los vecinos y las familias.

Otros en familia se iban hacia el río Vigirima a pasar el día, colapsando los mejores posos, a saber, la polvorosa, el cajón, la manga, cacho mocho, y el poso del Policía, tomando sus alrededores para realizar el sancocho o la parrilla, para luego regresar tardecita por la oleada de jejenes.

Los clubes del Municipio, realizaban bailes y comilona para sus socios y concursos de disfraces en las diferentes edades.

 

Había un a comparsa llamada la Tarasca, la cual salía a recorrer el centro de Guacara.

Hoy los carnavales se resumen en las Escuelas, los niños van a los lugares públicos con sus padres, el juego con las bombitas llenas de agua, quedó para las barriadas.

Ojalá recobremos la sana diversión.

La reina la eligen en las aulas y luego la del colegio.

Para después desfilar en los alrededores de su plantel.

Las fiestas bailables más sabrosas se hacían en el Club Centro amigos de Yagua, con hermosos trajes y la música de orquestas, preferiblemente la Billo’s y los Melódicos.

 

De un brinco llegué San Diego

con Rosario Monasterio,

la cronista sandiegana,

que, a su prosa, pone empeño

 

La manifestación más significativa que identifica la alegría desbordante de San Diego son sus vistosos carnavales, que se han venido celebrando con mucho acierto desde 1976, *Es bueno destacar que antes también la gente se organizaba para realizar sus festividades carnestolendas, incluidos los disfraces, los paseos por las calles, sus templetes en la calle y el tradicional juego con agua y pintura) donde se presentaron como atractivo especial los Cabezones, fecha en la que también se les unió una comparsa “rochelera” que más tarde fue conocida como los Come mangos (Ambas Patrimonio Cultural del municipio San Diego) pasado un tiempo a los Cabezones los toma el Artista Plástico Leonardo Antonio Padrón, infundiendo notables mejoras con Pepe y Pepa, el Negro, el Indio, el Doble Cara, el Nene, la Larga y los alegres acompañantes el Caimán, la Burra, el Pavo y el Toro.

(El texto pertenece a Julio Centeno, primer cronista de San Diego en colaboración con Rosario Monasterio)

 

De ahí partí a Naguanagua

Y encontré a Edgar Lizardo,

y a doña María Bresnik,

quien me brindó este relato

 

Para la década de los 50, gobierno del General Marcos Pérez Jiménez, se celebraba al máximo el carnaval. Todo el que salía a la calle terminaba mojado, bañado de agua limpia. Por las calles pasaban los camiones cargando pipotes llenos de agua, mojando a todo el que veían en la calle y sin derecho a reclamo. Y ahí, además, aprovechábamos de subirnos al camión para pasar frente a la fábrica de la Pepsi Cola, donde nos echaban agua hasta mas no poder, con una manguera gruesa

Este carnaval con agua duraba hasta las 6pm. De ahí en adelante era prohibida el agua y pasaba la policía por las calles para asegurarse que esto se respetara.

Don Pío Segundo Ibarra (Dueño de la fábrica de licor "Hoja de Oro"), entonces invitaba a todos a su casa a seguir celebrando el carnaval con mucha música, baile, disfrazados o pintarrajeados. Y de pronto llegaba Don Pio y sus amigos rociando a todos con harina de trigo y se formaba tremendo bochinche. Entre los disfraces   destacaban las negritas, los negritos y los viejitos, ya que eran los más accesibles y al alcance de sus posibilidades.

Se hacían hermosas carrozas para pasear a la reina y ella tiraba los caramelos.

Se celebraba la fiesta de lujo del Club Girardot, con las mejores orquestas de país, contando en una oportunidad con la presencia de dos grandes reinas: Ana Teresa La Hoz y Gisela Bolaño, primera reina

del carnaval de Valencia.

Agrega el maestro Lizardo que también en el momento de jugar con agua había el grito de “Camisas abajo “y los caballeros que no querían que le dañaran sus camisas tenía que quitarse y amarrársela a la cintura, si no cumplía la orden del grito, entonces se la rompían sobre el dorso y lo bañaban igualmente.

Un club muy popular de aquel tiempo fue el Club Social y Deportivo “Los Samanes”, sitio de grandes templetes carnestolendos.

 

Rápido llegué Morón

a la casa del cronista,

poeta Alexis Coello,

y fue grata la visita

 

En Morón se recuerdan los carnavales en la etapa preindustrial, unos carnavales pueblerinos como expresión de un medio rural compuesto por una población campesina de una cultura conservadora.

El sitio de concentración para los jolgorios y festejos era la calle principal o calle Comercio donde se presentaban algunos conjuntos que interpretaban sones cubanos, afro venezolanos, guarachas, cumbias y otros similares.

No podía faltar la música, un poco más refinada, de los violines y otros instrumentos de cuerdas que deleitaban a las familias más acomodas del poblado que prestaban sus casonas para el toque y el baile.

Estos festines eran durante la noche, porque en el día el carnaval lo disfrutaba la muchachada con los lances y acostumbrados. rociamientos de sustancias aromáticas como el bay rum, el infaltable Jean María Fariña y otros perfumes baratos, o el lanzamiento de polvos fragantes como el talco, polvo de maquillaje y cremas odorantes.

Era raro ver comparsa por la ausencia de los vehículos, dos o tres camiones salían por el centro del pueblo paseando a la reina y a los disfrazados de la negrita (la más común), otros como pordioseros, piratas y de otros personajes.

A estas celebraciones se unían también los toros coleados en la calle principal, la justa del palo encebao, la riña de gallos, la guerra de los cocos y otros concursos donde se premiaban a los ganadores. La reina era coronada en un acto especial y era un honor grandioso para las seleccionadas, no obstante, que siempre salía la ganadora de entre las familias más connotadas del sector.

(Esta información forma parte del articulo “Los Carnavales de mi Pueblo.

de la columna Voces del Camino, del Cronista de Juan José Mora, Dr. Alexis Coello)

 

Después fui a Puerto cabello

y mi amiga Ligdian Mata,

me narró unos episodios

¡Tambor, desfile y comparsas!

 

1954: Desfile del carnaval de Puerto Cabello, encabezado por una carroza a manera de barco con la reina Lulu I. En los años 50 se celebraron los carnavales a lo largo de calles y plazas de todo el país en un ambiente de paz, tranquilidad y respeto, con diversiones para niños y adultos.

En el siglo XX, los carnavales de Puerto Cabello, Venezuela, se caracterizaron por desfiles, bailes privados y las negritas.

El Baile de la Hamaca es una danza ancestral de Puerto Cabello que se celebra el martes de carnaval. Este baile integra la danza, el teatro, el canto, la música y el baile.

También sale la Burra, en Borburata, la comparsa del Toro y otras de creación popular, como los Diablos de Carnaval en Rancho Chico

 

Así termino cuentiamigos

esta breve narración,

los carnavales de antes

en esta bella región

 

Gracias doy sinceramente

a todos esos cronistas,

que guardan nuestro pasado

con prudencia infinita

 

Gracias doy a los amigos

que apartaron un momento,

para guiar con su sapiencia,

este humilde documento

 

Sigamos guardando entonces

las vivencias, la memoria,

de lo que vive en los pueblos

¡Faena muy meritoria!

 

Y muy pronto nos veremos

para brindar con café,

por esas ricas conversas,

que de ustedes escuché

 

Don Pío Lara

 

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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