Hace poco tuve el placer de visitar a mi entrañable amigo y vecino, Carlos López Puccio. Entre sorbitos de un café humeante y delicioso, nos sumergimos en una conversación que se extendió por casi tres horas, paseando desde los vericuetos sonoros de Penderecki hasta los dulces secretos de postres argentinos. En medio de aquel intercambio tan sabroso, le pregunté si recordaba a Esperanza Márquez. Sus ojos se iluminaron de inmediato y, con una sonrisa que no dejaba lugar a dudas, exclamó: “¡Claro que sí!”. Luego me regaló varias anécdotas entrañables vividas junto a ella, que daban perfecto sentido a esa expresión de afecto tan espontánea.
Puedo decir que el nombre de Esperanza Márquez siempre estuvo en mi casa. Su nombre y su voz. Aunque crecí en un hogar donde se estudiaban con pasión científica las costumbres de nuestra tierra, eso no implicaba necesariamente que se escuchara música venezolana. Tal vez aguinaldos en diciembre -con algo de resistencia a las gaitas zulianas por parte de mis padres-, pero fuera de eso, poco. Sin embargo, la música de Esperanza era otra cosa. Ella representaba una mirada distinta a nuestra identidad, una manera de acercarse a lo nuestro desde la transparencia, la sensibilidad y, por qué no decirlo, una belleza interpretativa que no admite barreras.
Su voz siempre sonaba en casa, en acetato y luego en cassette. Pero Esperanza representa, una vez más, ese privilegio poco común de admirar profundamente a alguien y, con el tiempo, tener la dicha de llamarla amiga. Decir “cantar una canción” suena como a redundancia, pero no. Esperanza no es una cantante común.
Es una intérprete que no canta las canciones: las habita, las recorre, las vive desde dentro. Las transforma en experiencias compartidas. Ha cantado con -y ha sido admirada por- nombres de la talla de Astor Piazzolla, Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Les Luthiers, Quino, Silvio Rodríguez, Antonio Lauro, Henry Martínez, Otilio Galíndez... y un larguísimo etcétera. Y te lo cuenta con una humildad tan desarmante como entrañable. Muchos de ellos, por cierto, han comido en su casa. Porque si algo la define tanto como su voz, es su mano en la cocina. Caracas entera lo sabe: su pastel de polvorosa y sus hallacas han dejado huella.
Porque más allá de la música, la cocina es su otro gran lenguaje. Aprendió observando a su madre, aunque su estilo es distinto. Cocina riquísimo, incluso cuando es solo para ella. Se prueba sus propios platos y dice: ¡qué rico me quedó! Lo dice riéndose, claro, con esa mezcla de picardía y candor que la caracteriza.Cuando le pregunto qué es la música para ella, responde sin dudar que es su forma más genuina de comunicarse. Aunque se considera tímida, sobre el escenario esa timidez se desvanece. Cantar le permite decir lo que siente, y conectar con quien la escucha.
Recuerda con emoción, por ejemplo, en el Museo Soto de Ciudad Bolívar, interpretando Viajera del río junto a Cheo Hurtado, cantó con los ojos cerrados. Al abrirlos, encontró al público, Cheo incluido, en lágrimas. Despertar sentimientos, dice ella, eso es la música.Uno de sus grandes amigos, Joan Manuel Serrat, dijo alguna vez que decir amigo es decir ternura. Años más tarde, en su canción Bienaventurados, recordó que somos afortunados cuando la vida nos permite reconocer a nuestros amigos justo cuando más los necesitamos.
Esperanza es una de esas almas generosas. Lo fue en 2011, cuando sin dudarlo puso su voz -y su corazón- al servicio de Las Brujas y Zuzón, cantando gratuitamente para hacer posible nuestra gira a Argentina.Entre las canciones que más siente como propias, menciona un tango: Como dos extraños, de Pedro Laurenz. Lo escuchó por primera vez en un CD y no pudo evitar llorar mientras lo aprendía. La canción le tocaba una parte muy íntima.
Y eso es lo suyo: llegar al hueso de las cosas, sin artificios.En la actualidad, aunque la vida ha cambiado y ya no canta con la frecuencia de antes, sigue sintiendo emoción -y un poco de susto- cada vez que se sube a un escenario. Curiosamente, le generan más ansiedad los espacios pequeños que un Poliedro lleno: esa adrenalina nunca se va. Ha cantado en infinidad de lugares, incluyendo Moscú y Corea del Norte. Su ritual antes de cantar es simple: respirar mucho y comer poco. Y sí, según quienes la conocen, puede aparentar estar un poco malhumorada justo antes. Pero una vez que canta… todo fluye. Temas icónicos que nos llevan a su voz son El Colibrí, El Loco Juan Carabina y La Parranda de los Clásicos, entre otros muchos. Me atreví a preguntarle que, si pudiera darle un consejo a esa Esperanza que empezó a cantar en sus inicios, me respondió que le diría “que se relacionara más con la gente, que se permitiera un poco de esa pose ‘diva’ que tanto evitó. Que, en el medio artístico, esa teatralidad a veces ayuda”.
Ella nunca habla de sí misma en tercera persona. lo detesta, pero quizá, en retrospectiva, algo de divismo le habría abierto otras puertas.Cuando habla de sus primeras influencias, menciona a Blanca Rosa Gil cantando Hambre, y a Alfredo Sadel, su ídolo de infancia. Mientras otros escuchaban a los Beatles, ella escuchaba voces desgarradas que le hablaban directamente al corazón.Hoy, quisiera que el público joven descubriera, a través de su voz, que hay canciones que narran la vida y que pueden conmover. Que la emoción no tiene edad. Que lo auténtico no necesita explicación.¿Quién es Esperanza Márquez? Ella responde viéndose al espejo emocional: una mujer feliz. Sensible, aunque lo disimule con un inteligente sarcasmo. Libre, solidaria, optimista. Incapaz de tolerar la deslealtad.
Y alguien que, por fortuna para quienes la conocemos y admiramos, sigue siendo fiel a sí misma: delante de cualquiera, Esperanza es Esperanza. Sin filtros.Conocer a Esperanza Márquez a través de su voz, es como abrir una caja llena de sorpresas musicales: ¿por dónde empezar? Después de pensarlo un rato, me fui por “La Parranda de los Clásicos”, esa genialidad de Luis Herrera Marcano donde Chopin, los Menuhim, los Oistraj, los rusos Mussorgsky, Rimsky-Korsakov y Tchaikovsky, y la numerosa familia Bach, terminan echándose una rumba criolla. No sólo es divertida y pegajosa, sino que resume a la perfección ese toque único de Esperanza: humor, talento y mucha clase... clásica. https://www.youtube.com/watch?v=OHYf8LMR3Gw [email protected]