Hace unas semanas me topé con un reel sobre Lalo Schifrin que decía que era el único argentino con una estrella en el famoso Hollywood Walk of Fame. Lo comenté en una charla con mis amigos porteños del café de enfrente de mi casa y, como era de esperarse, el dato picó la curiosidad. Me puse a averiguar un poco más sobre su vida y su música, y de repente me lo sentí más cerquita: resulta que, entre otras cosas, supe que estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, ese mismo lugar justo al lado de la Schola Cantorum San Ignacio, la escuela de música más antigua de Iberoamérica y a donde yo iba a diario a trabajar.
Esa coincidencia, medio geográfica y medio afectiva, me bajó a Schifrin del pedestal hollywoodense y me lo puso al lado, casi como a un colega de pasillo. Y sus melodías, que ya eran famosas en todo el mundo, empezaron a sonarme distintas… más cercanas, más cómplices, como si siempre hubieran estado ahí, esperándome en alguna esquina de la Plaza de Mayo.
Tras su reciente fallecimiento, el mundo de la música acaba de perder a uno de sus más versátiles alquimistas, el compositor argentino que logró lo que pocos mortales consiguen: que la música de una serie de televisión sea más famosa que la propia serie. Sí, hablamos de Mission: Impossible, cuyo tema principal puede que hayas silbado en algún aeropuerto creyéndote un Peter Graves, o más tarde todo un Tom Cruise con mochila.
Nacido en Buenos Aires en 1932, Boris Claudio “Lalo” Schifrin, empezó a tocar el piano a los seis años bajo la férrea tutela de su padre, violinista del Teatro Colón, y luego fue alumno de Enrique Barenboim (sí, papá de Daniel). Como muchos hijos de músicos clásicos, su infancia fue una mezcla de solfeo, regaños, y la misma sospecha de aquella que “Mozart tuvo infancia, pero no la disfrutó”.
Aunque estudió filosofía, Schifrin tenía una relación peligrosa con el jazz. Se escapaba a escuchar a Dizzy Gillespie y a soñar con armonías no permitidas por el conservatorio. Fue becado para estudiar en el Conservatorio de París, pero se dedicó más a los clubes nocturnos que a las aulas. Allí aprendió lo más importante: que no hay acorde más emocionante que el que está a punto de desafinar. Luego, importante dato, fue arreglista del gran Xavier Cugat.
Una de las anécdotas menos conocidas de su vida ocurrió en los años 50, cuando fue contratado para tocar en una fiesta diplomática en París. En medio de un solo de piano, notó que el embajador ruso se dormía. Lalo, pícaro como buen porteño, improvisó una versión jazzística del himno soviético. El embajador no solo se despertó, sino que pidió repetir el tema… dos veces más.
De vuelta en Argentina, dirigió orquestas y colaboró con figuras como Astor Piazzolla, a quien respetaba profundamente, aunque alguna vez dijo: “Astor era un genio, pero no siempre sabía lo que quería. Lo bueno es que yo sí”. Esa frase no está confirmada, pero tampoco negada, lo que en el mundo del tango equivale a verdad poética.
Su gran salto al estrellato internacional vino cuando Dizzy Gillespie lo invitó a unirse a su banda en 1956. Para Schifrin, eso fue como pasar de jugar en cancha de tierra a debutar en la NBA del jazz. En poco tiempo, sus arreglos complejos y su uso del ritmo latinoamericano transformaron el sonido de Gillespie, y dejaron a varios músicos gringos preguntándose dónde quedaba Buenos Aires y por qué sonaba tan bien.
Ya instalado en Hollywood, Lalo compuso más de cien bandas sonoras para cine y televisión. Bullitt, Harry el Sucio, EL Exorcista, Operación Dragón, Cool Hand Luke… Era como si, cada vez que un director no sabía cómo musicalizar una persecución de autos, alguien gritara “¡Llamen a Lalo!”. Y él respondía, en un complicado compás de 7/8. Pero Schifrin no solo fue un compositor de música para películas y series. Algunas de sus piezas de concierto, como su Concierto para piano y orquesta o su Concierto para guitarra y orquesta, se interpretan en contextos académicos.
Una curiosidad poco difundida: Schifrin fue considerado para musicalizar la primera película de Star Wars. Pero, al ver el guion, dijo: “Esto es demasiado infantil, prefiero trabajar con Clint Eastwood”. Una decisión discutible, pero que nos regaló la gloriosa banda sonora de Harry el Sucio. (Y bueno, también dejó que John Williams se hiciera rico, no todo es perfecto).
Su habilidad para mezclar géneros era tan natural que, en una entrega de premios en Los Ángeles, le preguntaron si usaba computadora para componer. Lalo, sin pestañear, respondió: “No. Uso cerebro. A veces lo actualizo con café”. Una respuesta tan directa como elegante, y con sabor a espresso porteño.
A pesar de su fama, nunca dejó de lado sus raíces. En entrevistas siempre mencionaba con cariño al tango, a Buenos Aires y al colectivo 60. Decía que su oído absoluto lo entrenó esquivando bocinazos en Corrientes y Callao. Y que el verdadero contrapunto se aprende en el subte cuando dos músicos callejeros tocan a la vez sin conocerse.
Schifrin ganó múltiples premios: fue nominado al Oscar seis veces (sin ganarlo, en un clásico guiño irónico del destino, al ser una verdadera “misión imposible”), y recibió un Grammy a la Trayectoria. Para muchos, fue uno de los compositores más subestimados de su época, quizá porque su genialidad era tan versátil que no se dejaba encasillar. Y porque, admitámoslo, su música hacía parecer fácil lo imposible. Literalmente. Por cierto, el nombre de “Lalo Schifrin” es del único argentino oficialmente registrado con una estrella en el Hollywood Walk of Fame.
Hoy, el mundo lo despide como se despide a los grandes: con respeto, con nostalgia, y con una sonrisa. Porque si hay algo que Lalo Schifrin nos enseñó, es que la música, como el buen humor, debe tener swing, sorpresa, y un poquito de picardía. Gracias, maestro. Y que allá arriba los ángeles aprendan a marcar el compás en 5/4. Y tranquilo, que su misión fue posible.
De Lalo Schifrin, interpretado por él mismo, su más conocida obra: la banda sonora de “Mission: Impossible”, donde pueden ver sus dotes de pianista improvisador de jazz, en un difícil pulso de 5/4: https://youtu.be/fjgjU9C8UUc?si=v4Ehzy2-9ucDmnal
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