Nitrógeno y fósforo son elementos que viajan en las aguas residuales y contribuyen a la proliferación del verdín. El río Catatumbo, de Colombia, suma más de esos nutrientes a las ya contaminadas aguas del lago de Maracaibo. La falta de acuerdos binacionales y avances en “planes de descontaminación” amenazan el ecosistema y poblaciones aledañas.
Por Rosmina Suárez Piña
Estamos en el punto donde el lago de Maracaibo, el más grande de Latinoamérica, se hace más estrecho. Aquí sus aguas dulces se juntan con las saladas del golfo de Venezuela y son el asiento del pueblo indígena añú, que ancestralmente habita en los palafitos que distinguen la zona. Hasta hace aproximadamente diez años, este lugar del estado Zulia, conocido como Capitán Chico, atraía a turistas y pescadores, pero ahora la basura y un olor putrefacto inundan el paisaje.
Es marzo de 2025, y Ciro García, un experimentado pescador de 70 años, advierte que la época más grave aún no ha comenzado. Desde un pequeño muelle, se fija en un detalle: “Esos vientos vienen del sur. Hay que aprovechar para sacar al menos cinco pescaditos, antes de que deje de ventear y vuelva el verdín”.
Cuando llega el verdín, una extensa capa de color verde intenso cubre la superficie del lago; la pesca disminuye, algunos animales mueren y los pobladores sufren diarreas y sarpullidos en la piel.
Desde hace más de un siglo las comunidades que habitan el lago han convivido con el verdín, pero se convirtió en un problema cuando las actividades humanas en desmedro del medio ambiente alteraron su ciclo natural, generando su proliferación excesiva; un problema que las autoridades venezolanas no han logrado solucionar.

Aunque el descontrol del verdín es un fenómeno que necesita más investigación, se tiene una certeza: la contaminación lo incrementa. El aumento de la población y de residuos orgánicos, agrícolas e industriales que fluyen por los cuerpos de agua ha generado un exceso de elementos como nitrógeno y fósforo, que se convierten en abono para el verdín.
Las aguas residuales de varios municipios de Colombia viajan por el río Catatumbo y se juntan en el lago de Maracaibo con las vertidas desde Venezuela, favoreciendo la reproducción del verdín.
Atender la problemática del verdín requiere acciones de ambos países, pues se calcula que 60 % del caudal que ingresa al lago de Maracaibo proviene del río Catatumbo. Aunque los gobiernos de Venezuela y Colombia han suscrito acuerdos, la cooperación binacional no ha prosperado.
Más verdín que datos
Beltrán Briceño, investigador en Microbiología Agrícola de la Universidad del Zulia (LUZ), explica que lo que se conoce popularmente como verdín, por su particular color, es en realidad una floración algal: el crecimiento excesivo de microalgas y cianobacterias presentes en el cuerpo de agua.
En palabras del biólogo Randi Guerrero, también experto de LUZ, estos afloramientos en el lago se han registrado desde 1922 y corresponden a un comportamiento “natural” de un sistema eutrófico. Es decir, pese a ser de aguas claras, el lago de Maracaibo se ha caracterizado por tener una alta carga de nutrientes.
La presencia de esta capa de algas ha sido tan masiva que, en junio de 2023, el satélite Sentinel-2 captó desde el espacio al lago de Maracaibo convertido en una inmensa mancha verde. Como indicaron desde el programa Copernicus, al cual pertenece el satélite de la Agencia Espacial Europea (ESA), se trataba de la “rápida proliferación de algas por los altos niveles de nutrientes”.
La floración algal, señala el profesor Guerrero, depende de una “confluencia de muchos factores”, entre los que también tiene que ver el cambio climático. Sin embargo, advierte, en Venezuela no se puede hablar de cambio climático porque, como en muchos otros temas, incluido el lago, no hay datos disponibles.

Hoy, por ejemplo, no se sabe con precisión qué tan contaminado está realmente el lago, la cantidad de aguas residuales que se vierten diariamente o los impactos de los derrames petroleros que, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Derechos Humanos Ambientales (OVDHA) superaron los 43 solo en 2023, liderando la mayoría de reportes en el país.
Pero no siempre fue así. Hace más de 20 años, expertos como Beltrán Briceño hicieron un primer “llamado de atención” sobre la planta acuática Lemna, que también quedó registrado en satélites del Observatorio Terrestre de la NASA. En aquella oportunidad (2004) advirtieron que, si no se tomaban medidas efectivas ante el exceso de nutrientes en el lago, podían proliferar las floraciones de algas o cianobacterias, como las que se presentan ahora.
Planes gubernamentales poco transparentes
Aun cuando en 2023 las miradas estaban puestas en las imágenes satelitales y en los pescadores que denunciaban afectaciones, el entonces ministro de Ecosocialismo, Josué Lorca, aseguró que el lago de Maracaibo estaba “en excelentes condiciones”. Sus declaraciones fueron tan mal recibidas que, poco tiempo después, el mismo gobierno venezolano anunció el inicio de un Plan de Descontaminación que incluía entre sus objetivos adecuar 11 de las 27 plantas de tratamiento de aguas residuales en el estado Zulia.
Una de las entidades encargadas de ejecutar ese plan es el Instituto de Conservación del Lago de Maracaibo (ICLAM), que tiene funciones definidas por el Ministerio de Ambiente. Entre estas, se encuentran “promover, planificar, programar, coordinar, evaluar y ejecutar todas las acciones necesarias para mejorar el sistema ecológico e hidrográfico de la cuenca”, como resume el folleto La Hoja Ambiental, patrocinada por el mismo ICLAM en 1994.
En ese entonces también se advertía: “De no lograrse pronto la construcción de estas plantas de tratamiento de aguas residuales se produciría un incremento de las enfermedades endémicas, anulación definitiva de la capacidad de producción pesquera del lago, putrefacción progresiva, clausura de los balnearios e imposibilidad de riego en las zonas agrícolas (una catástrofe ecológica a todas luces)”.
Aunque en la actualidad el Plan Maestro para el Rescate, Conservación y Desarrollo Sostenible del Lago de Maracaibo, publicado el 12 de agosto de 2023, incluye la coordinación de actores de los estados Zulia, Mérida, Trujillo y Táchira, y menciona “acuerdos Binacionales con la hermana República de Colombia”, en el documento no se precisan acciones concretas. No se establece, por ejemplo, cuáles son esos acuerdos binacionales, cuál es su contenido, ni su estatus, ni cómo se aplicarían en el contexto de este nuevo esfuerzo por sanear el lago.
El año pasado, la Corporación para el Desarrollo de la Región Zuliana (Corpozulia) informó “avances en la recuperación del sistema de aguas servidas en el estado de Zulia”, pero tampoco ofreció detalles. No hay información pública disponible sobre el estado del lago de Maracaibo y, al cierre de esta investigación, el ICLAM y el Ministerio de Ecosocialismo (MINEC) no respondieron la solicitud de información que esta alianza periodística envió en enero, y sobre la que insistió en marzo y abril de 2025.

Alrededor del lago, la realidad muestra un panorama distinto. En Santa Rosa de Agua, hogar de Ciro García y sus vecinos pescadores, pueden observarse ductos de aguas residuales que caen al lago. Aunque, según las autoridades, la Estación de Bombeo de Aguas Servidas “La Rosa” fue “rehabilitada” en febrero de 2024, ninguno de los ciudadanos consultados conoce cómo se realiza el tratamiento de aguas servidas en su comunidad.
Un problema, dos países
En Colombia, los datos sobre los niveles de contaminación del río Catatumbo, principal aportante de agua al lago de Maracaibo, también son escasos y están desactualizados. A lo largo de su curso, por casi 450 kilómetros, este río atraviesa 33 municipios que reúnen a cerca de 1,2 millones de habitantes. Además, recibe el aporte de diferentes afluentes, como los ríos Tarra y Tibú, y proporciona agua para actividades agrícolas, industriales y domésticas.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM), una entidad adscrita al Ministerio de Ambiente que se encarga de obtener, analizar, procesar y generar información sobre la calidad de las aguas en el país, informó que el río Catatumbo solo tiene dos puntos de monitoreo de calidad de agua: en Tibú y Teorama, Norte de Santander. En ninguno se han tomado muestras de agua recientemente.
Según sus reportes, la última medición de la estación de Tibú se realizó en 2009 y en la de Teorema en 2017. ¿Los motivos?: “Las condiciones de orden público que afectan la región fueron el principal impedimento para la continuidad de las actividades de monitoreo”, aseguran.
La Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor), la autoridad ambiental colombiana que tiene injerencia en esa zona, indicó que a lo largo del cauce del Catatumbo hay 62 puntos de vertimientos autorizados de aguas residuales. Son descargas directas al río que corresponden a actividades domésticas como el saneamiento, aseo y consumo humano.

“Dichos puntos de vertimiento corresponden a las descargas de los cascos urbanos que pertenecen a la cuenca del río Catatumbo y que han sido identificados en los registros de la Corporación”, aseguraron, admitiendo que no se contaba con información consolidada sobre posibles vertimientos ilegales a lo largo de la cuenca ni con estaciones para medir la calidad de agua de los ríos.
Se desconoce el estado de la calidad de agua que llega desde Colombia al lago de Maracaibo. La información más reciente es un muestreo de 2023, por Corponor, en un punto de monitoreo antes de la convergencia del río Zulia con el río Catatumbo, el más cercano a la desembocadura en el lago. Allí, los datos evidenciaron que los niveles de nitrógeno en el agua eran superiores a 8 microgramos por litro. Dentro de los parámetros colombianos, el índice de calidad del agua en este punto se consideró “aceptable”, según la escala de categorías establecida a nivel nacional (buena, aceptable, regular, mala y muy mala).
La normativa venezolana, especificada en el Decreto Nº 883, de 1995 establece que los rangos de fósforo y nitrógeno (nitritos+nitratos) que se descarguen a través de vertidos de forma directa o indirecta a ríos, embalses y lagos, no deben superar los 10 microgramos por litro, mientras que la de nitrógeno total no debe pasar los 40 microgramos por litro.
Otros impactos que podrían incidir en el deterioro del lago por el verdín es la contaminación por hidrocarburos. En Venezuela, la Fundación Azul Ambientalistas advirtió que “hasta mil barriles de petróleo” se derraman a diario en el lago”. Pero tal cifra no puede ser verificada ni contrastada porque la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) no publica reportes oficiales desde 2016.
En declaraciones para la NASA, en 2004, la investigadora de LUZ Nola Fernández Acosta señaló que en la cuenca del lago se han encontrado altas concentraciones de dispersantes biodegradables que contienen fósforo y ácido poliaspártico (una sustancia química utilizada para aumentar la absorción de nutrientes en los cultivos). Es decir, más alimento para el verdín.
Sin embargo, científicos del ICLAM dijeron en ese entonces que estas sustancias han estado prohibidas en el lago durante años y que, de estar presentes, no podrían contener suficientes nutrientes.
La cuenca del Catatumbo, en Colombia, también ha sido una de las pioneras de la exploración petrolera en el país y una de las más prolíficas. Su riqueza la ha vuelto también blanco de ataques en medio del conflicto armado interno. Según un registro histórico, las voladuras de oleoductos datan desde la década de 1960 y, particularmente, la zona de influencia del río se ha visto afectada por derrames a partir de 1980. Desde entonces, se han derramado más de 2,8 millones de barriles de petróleo en la zona afectando el suelo, cobertura vegetal y fuentes hídricas.
En 1982, los gobiernos de Colombia y Venezuela se comprometieron a impulsar un plan binacional para hacerle frente a la crisis ambiental. Con apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), suscribieron un acuerdo para formular un Plan de Conservación y Aprovechamiento Integral de los Recursos Hidráulicos de la cuenca del río Catatumbo.
Tras décadas sin avances, en 2005, durante la cuarta reunión de la Comisión Técnica Binacional para el Estudio Integral de las Cuencas Hidrográficas de Uso Común entre Colombia y Venezuela, las delegaciones acordaron la reactivación de un comité técnico para estudiar integralmente la cuenca del Catatumbo.
En febrero de este año, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia explicó en respuesta escrita que los “vaivenes políticos” con Venezuela han sido el motivo de que “no haya continuidad en los proyectos binacionales acordados sobre este tema hasta la fecha”.
Como aseguraron todos los expertos entrevistados para este reportaje, atender las aguas residuales que fluyen por el Catatumbo y desembocan en el lago de Maracaibo es un asunto clave para su saneamiento.
Academia maniatada
En agosto de 2023 hubo un “pico” de verdín que llamó la atención nacional e internacional. El gobierno venezolano aprovechó la ocasión para organizar el Primer Encuentro Científico Técnico Popular para el Rescate del lago de Maracaibo, en el Hotel Tibisay en la capital del Zulia, y del que aún no se han visto los avances.
El profesor Beltrán Briceño participó en el encuentro y es una de las personas que más ha estudiado las floraciones algales del lago de Maracaibo. De hecho, fue gracias a sus análisis en el laboratorio de Microbiología Agrícola de LUZ que en 2023 se precisó que 95 % de las cianobacterias presentes en estos eventos eran del género Microcystis. Aunque su nombre parece difícil de recordar, conocerlo es muy importante.
Entre esas cianobacterias hay algunas que tienen la capacidad de producir unas toxinas llamadas “microcistinas”, que pueden afectar a animales y humanos. Suelen acumularse en pequeños organismos y, mediante la cadena alimentaria, pasar a animales que son consumidos por las personas. “Tuvimos la suerte de que la Microcystis que creció en 2023 en el lago de Maracaibo no mostró genes para producir microcistinas. Hasta ahora. Pero es un estudio que debe repetirse”, afirma el investigador.
“Hay mucho que investigar. Se debe hacer un perfil de las cianobacterias nativas asociadas a los eventos de floración algal en el lago de Maracaibo, es decir, su identificación taxonómica, cuáles son los nutrientes limitantes para su crecimiento y el potencial de producir microcistinas. Estos estudios permitirán una mejor comprensión sobre la dinámica de estos eventos y su posible impacto en la salud humana y en el ecosistema acuático. Por eso, los estudios deben enfocarse desde el punto de vista físico-químico y microbiológico. Y en eso todavía no he visto investigadores trabajando o con proyectos de ecología y fisiología microalgal”, señala.
En la actualidad, la falta de fondos mantiene en pausa los análisis que lidera Briceño en la Facultad de Agronomía de LUZ, aunque sigue tomando muestras y observando la dinámica del lago de Maracaibo. Mientras tanto, el ICLAM, ente que contaría con un “Centro de Operaciones”, según lo establecido en el Plan Maestro, no posee algún documento público que indique los avances reales o resultados.
Mariana Hernández, bióloga zuliana especializada en salud de los ecosistemas, coincide con Briceño sobre la necesidad de datos y recursos financieros para investigar. “Hay muy pocos datos y muy pocos recursos; hay gente trabajando con este tema en específico en la Universidad del Zulia, pero para poder dar resultados científicos comprobados se requiere financiamiento y este no existe. Las muestras que se han tomado son muy pocas y la extrapolación de los datos que tenemos es de otros países. Entonces, las condiciones específicas del lago aún tienen muchos interrogantes. Sin embargo, tenemos información básica de que este verdín de la superficie podría ser potencialmente perjudicial para la salud humana”, comenta.
Gustavo Morillo Díaz, doctor en ingeniería ambiental, apunta hacia otro concepto que hay que entender mejor alrededor del verdín: el tiempo de reacción entre la posible entrada de nutrientes al cuerpo de agua (que cargan en exceso las aguas residuales) y la mancha verde visible en su superficie. Ese comportamiento lo observó durante la realización de su tesis doctoral “Predicción de productividad primaria en el lago de Maracaibo mediante el cálculo de índices de vegetación obtenidos de plataformas satelitales”, presentada en mayo de 2017.
Describe que cuando el caudal del río Catatumbo entra al lago de Maracaibo, se suma a las corrientes que mueven las masas de agua del lago en dirección contraria a las agujas del reloj. Por la circulación de agua, la mancha verde es más visible en las costas de Mérida, Trujillo y costa oriental que en las zonas próximas a la desembocadura del Catatumbo, porque los nutrientes tienen un tiempo de reacción.
Hernández, Briceño y Morillo coinciden en que el río Catatumbo aporta una gran cantidad de nutrientes que llegan al lago y que contribuyen a la proliferación del verdín. Sin embargo, aclaran, no es la única fuente de aguas residuales ricas en nitrógeno y fósforo, por lo cual consideran necesario y urgente emprender acciones contundentes para reducir la carga que se vierte desde Venezuela; concretamente, la reactivación oficial de plantas de tratamiento.
27 plantas de tratamiento en Venezuela, ¿sirven?
Beltrán Briceño precisa que en la cuenca del lago de Maracaibo hay 27 plantas de tratamiento de aguas residuales:13 en la costa oriental, 9 en la costa occidental y 5 en el sur del lago. En su opinión, también deberían instalarse plantas de tratamiento en la zona alta de los campos, pues por escorrentía fluye una gran cantidad de agroquímicos. “Todo eso contribuye a la eutrofización del lago”.
“¿Quién está fiscalizando que las plantas de tratamiento de las empresas o industrias alrededor de toda la cuenca del lago estén funcionando y cumplan con las regulaciones ambientales? ¿Dónde están los datos de los análisis fisicoquímicos y microbiológicos realizados por el ICLAM? Si están trabajando, tienen que publicar esos datos. El Estado reorganizó el ICLAM con instalaciones nuevas, pero queremos ver su acción: ¿Cuáles son sus resultados hasta la fecha? ¿Dónde se puede acceder a esos datos? Porque una de las propuestas de los investigadores (en el Hotel Tibisay) fue no engavetar los resultados”, reflexiona Briceño.
Los últimos datos que se conocen son de 2007, cuando los autores del libro Conozcamos la Cuenca del Lago de Maracaibo calcularon que el lago recibía alrededor de 10.000 litros de aguas residuales domésticas por segundo. En 2022, la organización Transparencia Venezuela reveló que al menos nueve estados de Venezuela tienen plantas de tratamiento de aguas residuales paralizadas o con fallas en su funcionamiento.

“Las descargas de aguas residuales e industriales en el lago son producto de un descontrol en la gestión de residuos, lo que evidencia la falta de un marco normativo eficiente, o lo que es aún peor, su correcta aplicación”, señala una investigación de la organización VE360, que recopila y sistematiza datos satelitales. Las regulaciones que deberían proteger el lago —destaca el informe— no se cumplen o, en muchos casos, no existen mecanismos suficientes para hacerlas cumplir.
En marzo de 2025, VE360 lanzó el Observatorio de Eutrofización del lago de Maracaibo, una plataforma gratuita en la web para monitorear la evolución del proceso de eutrofización en el cuerpo de agua con imágenes satelitales que datan desde 2012.
Llega el verdín, pero no las soluciones
Cuando regresa el verdín, “el mal olor abarca cuadras, como cuando algo se pudre, parecido a una cloaca. Algunas personas se encierran, otras se van a otros barrios. Los pescadores no pueden entrar al lago, se pintan todos de verde y los motores de las lanchas no aguantan”, comenta Ciro García, que conoce la comunidad de Capitán Chico de un extremo a otro.
Oriana Ortega, habitante de la zona, cuenta que cuando el verdín llega, tienen que sacar a los niños de la comunidad porque les da vómito, diarrea y les salen “cositas en la piel”. La falta de estudios más profundos hace difícil comprobar que esta sea la causa de sus afectaciones, aunque las experiencias y testimonios abundan.

“A mí se me infectaron unas heridas que me hice con unas púas de anzuelo en agosto del año pasado, cuando hubo verdín. Nos metimos a ver qué podíamos sacar, pero terminé en el hospital porque se me infectó todo el brazo. Y los hongos en las uñas se ponen peor”, agrega Omer Morales, pescador de Capitán Chico.
Pese a que las escenas se repiten una y otra vez, los vecinos y pescadores de esta comunidad costera siguen sin respuestas, mientras que las aguas residuales provenientes de Colombia y Venezuela continúan llegando al lago sin parar y la presencia de verdín se vuelve cada vez más frecuente e intensa. A quienes permanecen en sus alrededores, como la familia de Gabriela Parra, solo les queda prepararse para lo que han empezado a llamar también “la temporada de diarrea y sarpullidos” que llega con la floración algal, reportada entre los meses de junio y agosto.
Este contenido forma parte del trabajo especial La desidia enturbia aguas transfronterizas, una investigación periodística transnacional producida y coordinada por Medianálisis. Para conocer todos los detalles revisa el microsite haciendo clic aquí