Cuando las primeras luces iluminan el paisaje en el parque municipal Fila la Guacamaya y los rayos de sol se esparcen a través de las ramas, el espectáculo es encantador. Son 877 hectáreas que se extienden entre las parroquias urbanas San José, El Socorro, Miguel Peña y La Candelaria, que ofrecen una de las más hermosas vistas de Valencia.
Su biodiversidad, en medio del urbanismo, convierte al parque en un lugar para alejarse de la bulliciosa ciudad, en el que niños y adultos recorren senderos rodeados de flora, escaleras, una cancha natural, figuras de cruces y cuevas llenas de estalactitas y estalagmitas.
Lo que hoy es un lugar de encuentro para los vecinos y grupos de senderistas no siempre fue así. Tras ser declarado parque municipal por la alcaldía en el decreto N°075/2009 de la Gaceta Municipal N°09/1305, el 23 de diciembre de 2009, el abandono de las estructuras y el miedo a recorrer sus senderos por la inseguridad marcaron a la comunidad.
Por años, el parque fue olvidado y con ello sus espacios. La maleza cubrió los caminos y el fuego consumió parte de la vegetación de la zona sur en los períodos más secos y cálidos del año, debilitando el suelo.
La primera comunidad de la Guacamaya
José Muñoz Colmenares nació y se crió en el barrio La Guacamaya, el primero que se desarrolló en las faldas de la serranía del parque municipal Fila la Guacamaya en 1940. Cuando era niño subía con sus abuelos y vecinos a buscar las flores de mayo, que se desprendían como una barba amarilla de las cuevas de La Guacamaya.
En los años 80, con algunos amigos, empezó a recorrer la serranía y sus cuevas. La cueva de La Guacamaya era la única conocida por los vecinos, pero en conjunto “descubrieron” la cueva de El Indio y la cueva de Los Caimitos. En los años 90 crearon el grupo “Unidos Lograremos Todo”, que ejecutó una primera reforestación alrededor de la cueva de La Guacamaya, lo que se conoce hoy como el cerro de Los Papagayos y las inmediaciones de Las Escaleras.

Un nuevo comienzo
La pandemia de COVID-19 unió a los vecinos y organizaciones de la sociedad civil en un propósito común: Convertir el parque en un parque. Cada uno, de una comunidad distinta, aportó algo diferente.
La inseguridad había invadido la zona y necesitaban hacer algo. Comenzaron las visitas a la serranía, grupos deportivos subían a El Campito a realizar torneos de softbol, y algunos vecinos iniciaron recorridos por los senderos, motivando a otros grupos que paulatinamente se incorporaron.
Los esfuerzos poco a poco dieron sus frutos. Desde hace tres años se retomaron las labores de reforestación espontánea de algunos senderos y el riego de semillas. Los grupos se formaron en torno a las visitas al parque para ejercitarse, senderear, acampar y manifestar su espíritu conservacionista. “Promueven el mantenimiento, la limpieza del parque y sus alrededores”.
El 22 de junio del 2024 organizaciones de la sociedad civil y miembros de la comunidad empezaron un ciclo formativo de jornadas para fortalecer la gestión sostenible del parque con el objetivo común de crear un lugar de encuentro para todos. Los sábados se convertirían en los días para discutir diferentes planes de acción para la conservación y preservación.
Los grupos Entre Montañas, Rutas y Senderos, Sender Star, Ecosenderismo Filas de Guacamaya, Florida Ambiente, Grupo Cultural y Conservacionista Tabaré, Artcológico y vecinos de La Guacamaya I, barrio Central, La Piedad, El Calvario y Terrazas de los Nísperos se aliaron para elaborar un diagnóstico comunitario como parte de un convenio entre la fundación Tierra Viva y Valencia la Nuestra.
Los derechos ambientales también son constitucionales
Aunque Fila la Guacamaya ya fue nombrado parque municipal, no tiene las principales características de uno: seguridad, protección de los recursos naturales, socialización responsable con el entorno, accesibilidad a los espacios y regularización de los usos y actividades.
En su capítulo IX, la Constitución establece en el artículo 127 que los ciudadanos tienen el derecho individual y colectivo de disfrutar de una vida y de un ambiente seguro, sano y ecológicamente equilibrado. “El Estado protegerá el ambiente, la diversidad biológica, los recursos genéticos, los procesos ecológicos, los parques nacionales y monumentos naturales y demás áreas de especial importancia ecológica”.
En la Ley Orgánica del Ambiente, publicada en la Gaceta Oficial Nº 5.833 extraordinaria del 22 de diciembre de 2006, se detalla que le corresponde al Estado, por órgano de las autoridades competentes, garantizar la incorporación de la dimensión ambiental en sus políticas, planes, programas y proyectos para alcanzar el desarrollo sustentable.
Venezuela tiene una alta tasa de deforestación, tendencia que se ha acelerado en los últimos cinco años, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Derechos Ambientales.
Global Forest Watch (GFW), sistema dinámico de monitoreo, determinó que del 2001 al 2015 la cobertura forestal total de Venezuela disminuyó un promedio anual de 97.258 hectáreas por año, lo equivalente a dos veces la superficie del Área Metropolitana de Caracas (AMC). Del 2016 al 2020, la disminución alcanzó las 157.307 por año en promedio.
“Debido a la tala indiscriminada y a la invasión urbana, la mayoría de las vertientes fueron desapareciendo hasta verse solo en tiempo de lluvia prolongada. Sin embargo, todavía permanecen las quebradas de Los Caimitos en el sector Colinas de La Guacamaya, Los Pozones en el barrio Central y Los Pocitos en el sector Los Aguacates del barrio La Guacamaya, conservadas por los habitantes del sector, manteniendo su vegetación protectora”, señaló Muñoz.

Preservación del espacio en La Guacamaya
Javier Rodríguez Irigoyen, biólogo y educador de campo, confirmó que las zonas de vegetación de Fila la Guacamaya han sido impactadas por el ser humano y aseguró que es necesario que se refuercen trabajos de acción en la zona.
Según Rodríguez, las cuevas cerradas en Fila La Guacamaya son una zona de conservación importante para los quirópteros (murciélagos). Destacó la necesidad de establecer horarios de entrada y salida, construir un sencillo enrejado, definir una capacidad de carga para la observación del área y regular el uso de luces dentro de las cuevas para proteger el entorno.
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"Los quirópteros nos protegen del crecimiento de insectos, ayudan a la polinización y extensión de los bosques. El sistema de cuevas también puede ayudar a la conservación del agua subterránea dentro de la ciudad, ya que probablemente sea más profundo y pueda conservar agua dulce".
Como un área de amortiguación para el parque nacional San Esteban y zona recreativa para los valencianos, Fila la Guacamaya aún tiene alternativas de mejora. Rodríguez mencionó que se podría crear un grupo de protectores o guardaparques municipales, como en el parque municipal Casupo, para resguardar los espacios. "La conservación es esencial por parte de las autoridades".
Los Guardianes de la Guacamaya
Todo inició con los paseos, hoy los vecinos y organizaciones trabajan activamente para minimizar los daños de la deforestación, preservar y mejorar el parque a través de redes de apoyo en las que educan, concientizan y accionan.
Edicson Leal, presidente de la organización Valencia la Nuestra, recalcó que, al tener una visión compartida del proyecto, se logrará que en un futuro la ciudad tenga un parque lleno de vida y actividades. Explicó que el trabajo en conjunto es necesario para generar mayor sentido de pertenencia en un espacio emblemático y fundamental para la memoria de las próximas generaciones.
Los diferentes grupos y vecinos, que se han dedicado a proteger y recorrer el parque, ahora son “Los Guardianes de la Guacamaya”. Según Leal, la palabra que mejor los define es “compromiso” con el parque y su desarrollo sostenible a largo plazo.
Para Muñoz, el concepto es necesario ante la falta de empoderamiento y conciencia de mantenimiento y conservación de algunos ciudadanos.

Una visión compartida
Los Guardianes de la Guacamaya se dedican a recorrer los senderos del parque para mejorarlo poco a poco y volverlo un lugar de encuentro.
Aura Jimenes llegó a la comunidad de La Guacamaya hace 35 años, desde el estado Falcón, y conoció el parque en su primera semana en Carabobo. "Llegué a Valencia, era el festival de papagayo y quedé maravillada con esta serranía. Sorprendida de ver desde ahí toda la ciudad. No había sido declarado parque municipal en esa fecha".
Como José y Edicson, Aura se volvió una guardiana. “La decisión de formar parte de un grupo surgió un día que subimos con mi gran amigo Jesús Perdomo, de ahí surgió Senderos por la Vida, con la finalidad de estar más organizados y aportar nuestro granito de amor para la conservación de nuestra serranía”.
Para Aura, los guardianes son personas de buen corazón que cuidan y protegen el parque. Agradece poder disfrutar de la fuerte brisa mientras sube, de su belleza inexplicable y cercanía, y de ser testigo de cómo sus tres nietos aman su cerro.

Jackeline Mendoza se unió a un grupo de amigos que, como ella, aman la naturaleza. Con otros guardianes sube los senderos para dejar atrás el estrés y conocer cada rincón del parque. “A raíz de la pandemia queríamos disfrutar, se convirtió en una forma de esparcimiento. Nos reunimos cerca del hospital central, subimos desde diferentes rutas. Esto es turismo local, venimos y compartimos entre nosotros”.

“Trabajo de hormiga”
Además de recorrer el parque, los Guardianes de la Guacamaya se dedican a realizar un “trabajo de hormiga” para la recuperación de distintas zonas.
Cuando la Cruz Mayor colapsó el 15 de julio de 2020, por falta de mantenimiento tras 107 años de historia, los vecinos y organizaciones se dedicaron a impulsar iniciativas para restaurarla. Tras un año, fue construida una nueva. La cruz original, de madera, está expuesta en el Museo Casa de los Celis.
“Duramos 29 días construyendo con un ingeniero, quien lo hizo posible con mucha gente de acá del sector”, contó Eleazar Alvarado.
Leal destacó que al tener un propósito, algo por lo que trabajar, se unieron aún más. “Se cambió la cultura de la violencia por algo más cercano; al final todos estamos conviviendo”. El mismo trabajo de hormiga lo realizan en verano, cuando suben baldes de agua uno por uno para apagar el fuego.

Programas de conservación en La Guacamaya
La arquitecta Marlyn Vargas es la directora de gestión ambiental del Instituto Municipal del Ambiente. Durante su conversación con El Carabobeño sobre el manejo del parque municipal Fila la Guacamaya, confirmó que, al ser organismo encargado de su preservación, tienen conocimiento del desarrollo de actividades e iniciativas como la de los guardianes. “Muchas de las actividades se hacen con las comunidades. Hace poco se designó un comisionado para la promoción, protección y conservación del parque”.
Se refiere a Rafael Pineda, conocido como Tin Marín, y quien ha organizado varios festivales de papagayos en la zona. Es un nombramiento muy reciente, tanto que al momento de publicar este trabajo, no se había juramentado.
Vargas puntualizó que, aunque el parque se creó en gestiones anteriores y algunos labores las han hecho los vecinos, la alcaldía trabaja para preservarlo y mantenerlo. “Con las comunidades y el circuito comunal Serranía del Indio Guacamayo hemos fomentado el sentido de pertenencia para que contribuyan al desarrollo del potencial de este gran pulmón vegetal”.
En el parque se observan algunos bancos de concreto y espacios construidos en otras gestiones, anteriores incluso a la de Edgardo Parra que fue en la que se decretó como parque municipal.
La arquitecta habló de la disposición municipal a participar en las soluciones y de hecho aseguró que han apoyado distintas iniciativas. Enumeró jornadas de reforestación, senderismo, encuentros deportivos, recolecciones de semillas, jornadas educativas, celebración de festividades y misas como las principales actividades que desarrollan con los vecinos. “Se han llegado a sembrar 18.000 árboles”.
La funcionaria conoce el trabajo de las organizaciones en pro del rescate y conservación del parque. Pero, para ella, la comuna y el comisionado recién nombrado son las vías para que la alcaldía reciba los proyectos. "El alcalde está abierto a recibir todas esas solicitudes (de proyectos para preservar el parque) por parte de la comunidad y de su circuito comunal”.
Tareas pendientes: Seguridad y restauración de espacios

Para Isabel Romero, jefa de comunidad de La Guacamaya I, la lucha por la fila se remonta a cuando los vecinos pedían el nombramiento del parque municipal para restringir las construcciones que buscaban invadir el área. “Desde ahí hemos estado luchando; la Alcaldía nos ayuda a limpiar para que las personas puedan disfrutar”.
La misma comunidad, según Romero, pidió que se construyera un módulo de la policía comunal para aumentar la seguridad. Ella cree que hoy necesitan un modelo de autoridad: “Queremos que personas con conocimientos de cómo cuidar un parque estén allí. Ponerle más atención a lo que es la limpieza, porque no es igual (los ciudadanos) a que esté un organismo específico que recorra el parque”.
Romero recordó que en 2009, cuando se delimitaron las áreas del parque, las autoridades prometieron señalar los senderos. Aún esperan poder avanzar con esta labor.
El comisionado Rafael Pineda, miembro del Grupo Cultural y Conservacionista Tabaré, concuerda con Romero en la necesidad de la creación de un grupo de guardaparques. “Tienen que ser ciudadanos de estas comunidades, que ya sientan que son de aquí. Se necesita darles instrucciones y las organizaciones del Estado los deben orientar”.

Pineda es el nuevo comisionado para el parque Filas de la Guacamaya. Adelantó que la comunidad trabaja en propuestas y que el aniversario, que será el próximo 18 de diciembre, será una gran celebración. “Con el apoyo de la alcaldía y grupos deportivos se hará un programa. Tiene que haber mucha más atención, este es un parque muy bonito”.
Pineda también espera iluminar la Capilla de la Piedad, mejorar el camino hacia las cuevas, restaurar las escaleras y las entradas. “Por un parque para la ciudad”.
Para el comisionado el objetivo es trabajar desde la "cima de la montaña", con énfasis en la educación y una política de unidad. "Nosotros hemos dado la vida entera para trabajar en favor del parque".
Un espacio para compartir
Yelitza Pérez inicia el recorrido por el parque en las escaleras. Su parte favorita es el paisaje y las amistades que hace en el camino. Cada semana sube entre tres a cuatro días.
Iris Delgado hace la ruta de senderismo una vez al mes. Comparte con Pérez que las escaleras son un reto. Ambas creen que la limpieza de los senderos en las rutas y la seguridad son necesarios para mejorar el entorno.
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Pese a que los guardianes cuidan los espacios, aún hay tareas pendientes por completar. Luis Bruno, junto a su hijo y amigos, visita el parque para pasar un día diferente. Sentado en El Campito y rodeado de la naturaleza, motiva a otras personas a que suban, observen las maravillas del lugar y disfruten del aire fresco. Los niños escuchan a Eleazar Alvarado, que relata emocionado la historia de cada lugar del parque.
Aunque reconoce que se ha perdido la costumbre de ascender, Bruno cree que es una tradición que se puede conservar. El hombre pide que se siembren más árboles en el parque y se aumente su cuidado.

La historia de la fila de la Guacamaya
El parque es un pulmón vegetal que une urbanismos y guarda historias de eventos relevantes. Al pie de sus serranías, José Tomás Boves cometió la masacre de los patriotas en 1814. Años después, las personas empezaron a usar los espacios para procesiones religiosas. Los valencianos recibieron el siglo XX en el parque con cañonazos y fiestas. También presenciaron la llegada del cometa Halley en 1986.
La Capilla de la Piedad fue construida por el padre Luis Gonzaga Cortina, en 1905. Fue un sacerdote español que trabajó en Valencia, Montalbán, Aguirre y Naguanagua. Según el historiador Luis Heraclio Medina, Gonzaga construyó otras ermitas en pueblos aledaños. Comentó que los rieles que se observan en el techo del espacio podrían ser del ferrocarril o del tranvía que hubo a principios de siglo.
La Cruz Mayor, antes de la industrialización, era la más grande de la ciudad. La obra se construyó en 1913 para celebrar los 1.600 años del Edicto del emperador Constantino, que permitía a los fieles practicar públicamente el cristianismo. “Antes de eso el cristianismo estaba prohibido y los cristianos eran perseguidos, martirizados y asesinados. Posiblemente era la más grande de la ciudad y se divisaba desde cualquier parte”.
Jenny de Tallenay fue una joven viajera francesa que encontró una “fuerza vital” en el paisaje venezolano. Heraclio Medina comentó que la mujer, en su paso por el país, visitó las cuevas del parque Fila la Guacamaya y dejó registros a mediados del siglo XIX. El explorador Hiram Bingham y otros europeos también recorrieron el parque.
Leal recuerda cómo, en un día de expedición, leyeron cómo de Tallenay documentó su llegada a Valencia en una carroza con sus padres, los marqueses Olga Illyne y Henri de Tallenay, y describió su visita. "Lo que estaban leyendo en el libro es lo que estábamos viendo nosotros: dice que hay una galería, las cuevas".

¿Cómo recorrer el parque?
Adentrarse en el parque Filas de la Guacamaya es una aventura que, dependiendo de sus diferentes accesos, puede iniciar en el casco central de Valencia. El recorrido a sus atracciones principales comienza en la entrada oficial, en la avenida Fernando Figueredo, después del Acuario de Valencia. Allí un mural recibe a las personas que se dirigen a diferentes áreas del parque, como una división natural entre la zona norte y sur.
El sendero principal conduce a La Capilla de la Piedad. De allí parte un camino que lleva a la sección alta del cerro, donde se encuentra La Cruz Grande. Se puede visualizar El Campito, el sendero hacia el norte que conduce hasta La Cueva del Indio y luego a Las Tres Cruces. Al finalizar el recorrido, se puede retornar o caminar hasta llegar al estacionamiento del Acuario de Valencia.
Una ruta más corta inicia por la calle La Flecha, en la comunidad La Guacamaya, hasta llegar a la Cueva de la Guacamaya. Con un retorno por el cerro, el sendero va a la cumbre y desciende hacia El Campito y los 450 peldaños de Las Escaleras.
Un tercer recorrido, para quienes deseen conocer otras áreas turísticas, empieza en el barrio Filas de la Guacamaya. Se puede caminar por la orilla sur del Cementerio Municipal hasta llegar a la calle principal, que conduce a una sección del cerro que limita con el barrio La Florida para llegar a Las Tetas de María, las Piedras Blancas y la quebrada de Los Caimitos, que surte de agua al barrio Filas de la Guacamaya.
Para un trayecto más extenso se puede iniciar en la comunidad Los Caimitos, donde se encuentran las Cuevas de los Caimitos. Es posible bordear para llegar a otras serranías, zonas de camping, Los Pocitos o admirar las ruinas de una antigua antena de radio. Desde allí, se puede descender a El Campito y terminar el recorrido por Las Escaleras.
Quienes deseen visitarlo, hacer voluntariado o aportar de otra forma pueden contactarse con grupos de senderismo de la zona: José Muñoz (Serranía la Guacamaya en Facebook), Valencia la Nuestra (@valencialanuestra), Entre Montañas (@entremontanas1), Rutas y Senderos (rutasysenderos_vzla_carabobo), Sender Star (@senderstar_oficial), Ecosenderismo Filas de Guacamaya (@ecosenderismofilasguacamaya), Florida Ambiente (@floridaambientetierra) o Grupo Cultural y Conservacionista Tabare (@grupocctabare).
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El Campito
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Las tres cruces
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Cuevas de El Indio
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Cueva de Los Caimitos
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La Cruz Grande
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Cueva de la Guacamaya
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Capilla la Piedad

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Las tres cruces

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Cueva de Los Caimitos

La Cruz Grande

Cueva de la Guacamaya

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