¿Populismo? Depende de quién, dicen algunos

Cualquier definición de populismo que usted busque aterrizará en un eje claro: doctrina política que procura separar a un «pueblo puro» de una «élite corrupta» y que, además, solamente un líder fuerte puede interpretar y satisfacer —sin intermediarios— la voluntad de ese pueblo engañado, pues, cualquier tipo de mediación es parte de la élite contaminada. 

Dicho de otro modo, «querido pueblo, yo soy el único que los entiende y haré sus sueños realidad; asquerosas instituciones, apártense porque ustedes son el problema y serán purgados».

Con esta definición, uno podría pensar que hay una estructura clara para identificar esta identidad política, sin embargo, a juzgar por los hechos, pareciera que no es tan sencillo. Me explicaré con un relato personal.

Tengo dos amigos que apoyan líderes políticos que solamente se diferencian en una característica: uno prefiere apoyar ideas de derecha (más mercado), el otro se siente más cómodo con las ideas de izquierda (más Estado).

No obstante, cuando desmenuzamos las características de los líderes que apoyan, resulta que ambos son idénticos en la forma de ejercer el poder. Por ejemplo, ambos repiten que los medios de comunicación son sus enemigos; les incómoda cualquier decisión de las instituciones democráticas (tribunales, Congreso, etc.); aman el culto a la personalidad y es inocultable su narcisismo.

Asimismo, aplican un fuerte uso de medios de comunicación alternativos porque ser mediático y polémico son sus principales alimentos; toman decisiones por instinto o emociones más que por ciencia o evidencia; predican soluciones fáciles a problemas complejos; les encanta glorificar el poder de las armas; solo tienen a la venganza y el castigo para lidiar con la disidencia; instalan un relato para justificar el rompimiento de las reglas democráticas; señalan que los malvados son los otros y deben ser aplastados; podrían asegurar que el nacionalismo es palabra sagrada; son alérgicos a la alternabilidad del poder; y ni se despeinan para declarar que ellos son los únicos que pueden liberar a sus ciudadanos de todos los dolores y traiciones pasadas, presentes y futuras.

Podríamos seguir mencionando otros rasgos para demostrar la plena coincidencia entre sus estrategias, tácticas y métodos, pero no sé si el abundamiento de pruebas sea útil cuando imperan otras razones. Y aquí sí vale la pena detenerse cuando me refiero a “otras razones”.

Los sentimientos brotan, el fanatismo gana

Para entender la negación de mis amigos, cuando les comento que sus líderes son lo mismo, pero solamente que tienen otro nombre y apellido, la explicación que encuentro no viene de la ciencia (porque recuerden que ambos liderazgos no atienden a la ciencia o a la evidencia científica), sino de revelaciones anecdóticas más fáciles de digerir (tal como lo practican sus líderes).

Es simple, la respuesta para interpretar las preferencias de mis amigos es la misma que podría dar la mayoría de las madres cuando condenan a su hijo por un delito, o aquella que encontraría en los ojos de los fanáticos favorecidos por el penalti que nadie más vio, o tal vez lo explique mejor aquella frase que se le atribuye al presidente Franklin Roosevelt en referencia al dictador Anastasio Somoza: «Él puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

Y es tanto el convencimiento de ambos de que las descripciones antes mencionadas no pertenecen a sus líderes que —para la buena suerte de nuestra cariñosa amistad— ni siquiera se sentirían aludidos cuando lean esta columna.

Así pues, dependiendo de quién, a veces se explican los hechos por sentimientos, y todos manifiestan tener la razón. La mala noticia es que se malinterpreta la democracia y la libertad. Democracia no es solamente lo que la mayoría quiere (hay muchos dictadores populares) y libertad no es solamente vivir sin que nadie me robe el celular (los autoritarios aplican su “propia ley”, y acompañado de su respectivo Estado policial).

En mi pueblo de Ciudad Ojeda a esto le llamábamos conveniencia, pero mis amigos afirman que son principios. ¡Vaya a usted a saber!

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Yo sí, los otros no

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.