El Instituto Pedagógico de Maturín, nombre con el que es más conocido la Universidad Pedagógica Experimental Libertador Antonio Lira Alcalá (UPEL-Maturín), en Monagas, es para muchos el núcleo de esta emblemática casa formadora de docentes que más ha sufrido la crisis general del país.

Pese a todo, la institución sigue en su labor de formar profesionales de la educación, aunque enfrenta problemas significativos. Uno de los más graves es el vandalismo recurrente. Desde junio de 2023 han sido constantes las denuncias de saqueos, vandalismo y otros.

A esto se suma el contexto general de la educación pública en Venezuela. Reportes de 2023 y 2024 destacan una crisis marcada por la escasez de docentes, bajos salarios (entre 5 y 15 dólares mensuales en promedio), deserción estudiantil y deterioro de infraestructuras, según lo expuso Hernán Azócar, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (AproUpel), seccional Monagas.

Abandono prolongado del Pedagógico

En cuanto a la infraestructura, el instituto sufre un abandono prolongado. Azócar ha denunciado una “situación de bastante precariedad” agravada por la reconducción presupuestaria, que ha limitado la atención a espacios, dotación y mantenimiento.

«A esto se suman robos, actos vandálicos y hasta quema de instalaciones, sin que las autoridades nacionales ni estadales hayan respondido a las denuncias del gremio y las autoridades institucionales. Hace casi mil días, el 11 de abril de 2022, el gobernador de Monagas prometió intervenir mediante la misión ‘Una Gota de Amor para las Universidades’ «, pero, según Azócar, “todo fue una vil mentira”, ya que la UPEL Monagas ha sido ignorada mientras otras instituciones han recibido apoyo.

Profesores y alumnos resisten

En el ámbito estudiantil, la institución registra un incremento paulatino en su matrícula este semestre, iniciado el 24 de marzo, con cerca de mil estudiantes inscritos, según datos de la Secretaría de Unidad de Control y Admisión.

«Aunque las cifras son bajas comparadas con épocas pasadas, especialidades como Educación en Inglés, Educación Física y Ciencias mantienen cierta demanda, evitando la desaparición de estas carreras. Sin embargo, persiste un desencanto generalizado entre los jóvenes, quienes no ven en la formación universitaria una garantía de futuro profesional, un fenómeno que se repite en otras universidades venezolanas», explica Azócar.

Por el lado docente, la situación es igualmente alarmante. Algunos profesores han migrado en busca de mejores condiciones salariales, aunque el porcentaje no es elevado.

«Quienes permanecen se ven obligados a trabajar en dos o tres empleos, muchos fuera de su área de formación, como ayudantes de albañilería o electricidad, para subsistir», agrega Azócar, quien califica esta realidad como “una nueva forma de esclavitud moderna”, resultado de salarios insuficientes que no cubren las necesidades familiares.

Estructura en crisis

El gremio docente y el alumnado exigen atención urgente a la crisis estructural de esta casa de estudios, pero las promesas incumplidas y la indiferencia oficial mantienen a la institución en un estado de abandono que pone en riesgo su función como formadora de docentes en la región.

Azócar dice, en tal sentido, el Instituto atraviesa una “situación de bastante precariedad” debido a la reconducción presupuestaria, lo que ha limitado la atención a necesidades básicas como infraestructura, espacios y dotación. “Al parecer, ha sido una política de carácter nacional dejar relegadas estas competencias”, afirmó, sugiriendo que el abandono responde a una estrategia más amplia.

A esta problemática se suman actos delictivos que agravan la crisis: robos, vandalismo y hasta quema de instalaciones. Según el presidente de Aproupel, ni las autoridades nacionales ni las estadales han prestado atención a las denuncias realizadas tanto por el gremio como por las propias autoridades del instituto.

“Hemos tratado de coordinar reuniones con el Ejecutivo regional; se han comprometido a apoyar, pero la acción ha sido nula”, lamentó.

Azócar explicó que la nueva generación, al egresar de los liceos, no encuentra en los estudios superiores una herramienta viable para vivir de su profesión. “Es un dilema que ha estado presente y que se repite en la mayoría de las universidades”, afirmó y destacó que esta desmotivación responde a las condiciones económicas y sociales que limitan las oportunidades laborales para los egresados.

Este panorama pone en evidencia las dificultades que atraviesa el magisterio universitario en Venezuela, atrapado entre la migración de algunos y la lucha por la supervivencia de quienes resisten en el país, en un contexto de salarios insuficientes y condiciones laborales cada vez más adversas.