La situación actual del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC), parte de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), refleja el deterioro generalizado del sistema educativo venezolano, agravado por la crisis económica, social y política que atraviesa Venezuela.

Aunque no hay datos oficiales recientes que detallen específicamente el estado del IPC al 20 de febrero de 2025, un recorrido que realizó Efecto Cocuyo por las instalaciones de esta institución ─emblemática e histórica alma mater de la mayoría de los docentes del país─ permite esbozar un panorama poco alentador, pero con mucha expectativa porque los cambios lleguen.

El Pedagógico de Caracas atraviesa una crisis marcada por el deterioro físico, la escasez de recursos humanos y materiales, y una operatividad limitada, todo ello dentro del contexto de una emergencia educativa más amplia en Venezuela. Sin una intervención significativa, su futuro es incierto, aunque su legado histórico y la dedicación de quienes permanecen en él mantienen viva la esperanza de una eventual recuperación.

De lo negativo

El IPC, conocido también «la Universidad de los Maestros», enfrenta serios problemas de infraestructura. Sus instalaciones, que históricamente han sido un referente en la formación de docentes en Venezuela, se encuentran en un estado de abandono importante.

A la infraestructura deteriorada, se suman la carencia de servicios básicos como agua y electricidad, baños casi inservibles y aulas en condiciones precarias.

Muchos pasillos se encuentran a oscuras. La falta de lámparas o bombillos es lo frecuente; muchos de ellos deteriorados por esa falta de mantenimiento, otros simplemente no están debido a que se los robaron.

Los estudiantes de Educación en todas sus ramas caminan a oscuras por esos pasillos, porque no hay presupuesto para reponer lo que falta. Para subir a los ascensores, que por lo menos funcionan, hay que iluminarse con la linterna del celular.

«Vivimos lo que llamaríamos asfixia presupuestaria. El IPC ha tratado de paliar la situación con la autogestión, pero no es suficiente. El problema aquí es de voluntad política de parte del Ministerio de Educación Universitaria, que no envía los recursos desde al menos 2017», dijo el profesor Robert Rodríguez, dirigente gremial y jefe de cátedra del IPC.

Rodríguez explica que luego de la pandemia, en 2020, una de las luchas con las que más ha tocado lidiar es con la presencialidad; pues ha sido cuesta arriba que varios de los trabajadores obreros o administrativos quieran o puedan, según varios factores, acudir a sus labores más de medio día.

También deben lidiar con los bajos sueldos de todos, personal docente, administrativo y obrero, lo mismo que con las luchas sindicales, que hace que esos trabajadores disminuyan sus horas de trabajo, en detrimento de la funcionalidad de la Universidad.

«Eso se evidencia sobre todo en el mantenimiento. Es difícil poder tener al 100% todas las instalaciones, con tantas áreas y pisos. Tuvimos, además, en ese tiempo que no hubo actividades presenciales, robos y saqueos que han sido imposible reponer. Así como otras universidades públicas, aquí no hay recursos para una vigilancia total, y eso es lo que también preocupa», agregó el docente.

Algunas de las áreas deportivas, que deberían estar al servicio de quienes optan por la licenciatura en Educación Física, se encuentran igualmente descuidadas y muchas en total destrucción. El gimnasio cubierto, por ejemplo, que fue reparado gracias a labores del equipo de baloncesto profesional Spartans, está inservible y tirado al abandono, pues el equipo de la LPB no vino más a terminar una remodelación.

No obstante, se salvan de ello el área de piscinas y la cancha de fútbol campo, que fue recientemente reacondicionada y es usada por dos escuelas de balompié menor, Estudiantes de la Plata (de origen argentino) e Independiente de Caracas. En este caso, comenta el dirigente sindical, lo único oscuro es saber a dónde van dirigidos los recursos que se obtienen por el alquiler de ese campo deportivo, «pues a los fondos del IPC no se sabe».

Cuando la vocación llama, pero con límites

A nivel académico, el IPC sufre las consecuencias de la deserción masiva de docentes y estudiantes. La carrera docente ha perdido atractivo debido a los bajos salarios profesionales —que rondan los 21,57 dólares mensuales en promedio, frente a una canasta alimentaria que supera los 535 dólares— y las escasas oportunidades de desarrollo profesional.

Esto ha llevado a una reducción drástica en la matrícula, con estimaciones que indican una caída de casi 90% en los últimos 14 años en instituciones similares. En el caso del IPC, aunque sigue graduando profesionales, la formación se ve comprometida por la falta de recursos, la emigración de profesores capacitados y la disminución de aspirantes.

Cifras extraoficiales hablan de que, actualmente, la matrícula del IPC, sin los nuevos ingresos del próximo periodo que comienza en marzo, ronda los 930 alumnos en todos los semestres. Las carreras con menos estudiantes son la de Química, con apenas 10, y Ciencias de la Tierra, con 5; mientras que las que tienen más inscritos son las de Educación Física (190) y Educación Inicial (141), áreas que pueden ser más lucrativas, lo mismo que Idiomas.

«Ahora las carreras más demandadas son Idiomas Modernos y Educación Física. También se han abierto nuevos cupos en Castellano y Literatura. Han mermado las cohortes, pero por lo menos este semestre que va a empezar pronto estamos contentos y sorprendidos, pues hay más de 800 nuevos ingresos», comenta la profesora Olivia Andrade, subdirectora de Docencia de Upel.

El día de la visita de Efecto Cocuyo al IPC, se pudo observar que esos casi 900 nuevos alumnos, aspirantes a ser maestros o profesores, conocieron las instalaciones de la universidad, recorrieron varias áreas.

Resulta admirable que, pese a las dificultades, aún hay quienes apuestan por la docencia y los deseos del cambio en el país y tengan esperanza en el futuro.

«Me motiva Venezuela. Hemos visto condiciones muy rudas; sin embargo, estamos aquí queriendo enseñar, porque nos preocupa la generación de relevo del país. Yo resumo estas ganas de persistir en la formación como docentes en una palabra: Venezuela, que se merece futuros profesionales, pese a las dificultades», dijo Naim Bander Díaz, estudiante de 6° semestre de Castellano y Literatura, dirigente estudiantil del IPC.

Muchas cosas positivas

A pesar de estos desafíos, el IPC sigue siendo un símbolo de resistencia para muchos. Hay esfuerzos por parte de la comunidad educativa para mantenerlo en pie, como se refleja en el compromiso de sus docentes y estudiantes, aunque las condiciones actuales distan mucho de su época de esplendor, cuando era líder en la formación pedagógica en Venezuela.

Los departamentos de Investigación siguen de pie, tratando de seguir actualizándose y, literalmente, con las uñas, fomentando acciones como la edición de nuevos libros, conversatorios, simposios y programas de mejoramiento profesional.

Recientemente publicaron el libro «De madera fina», que rinde homenaje a los profesores que en la historia del Instituto contribuyeron a la formación de los maestros del país.

Premiaron además a estudiantes de pre y posgrado, profesores jubilados y activos y otros miembros de la comunidad que realizan investigaciones significativas para el engrandecimiento de la educación integral.

También es digno de resaltar la labor interna de la creación de un espacio lúdico, destinado a los hijos de los trabajadores y otros miembros de la comunidad universitaria, donde entre juegos y formación los niños y niñas aprenden fuera de sus horas de clases.

Optamos por el trabajo

Raúl López Sayago, rector de la institución, resalta los esfuerzos colectivos para restaurar las instalaciones físicas que sufrieron daños considerables debido a la crisis y durante la pandemia de Covid-19 que azotó el país. La delincuencia afectó gravemente la infraestructura, incluyendo laboratorios y sistemas eléctricos.

«Ante la falta de recursos presupuestarios durante la pandemia, la universidad optó por transformar su enfoque hacia una educación más digitalizada. Entre la queja y el trabajo, optamos por el trabajo».

Esto llevó a la creación de aulas virtuales que permiten «a estudiantes de diversas localidades acceder a programas académicos sin necesidad de estar físicamente presentes», dijo.

Han tratado de establecer alianzas estratégicas y programas de extensión para generar recursos adicionales. «Hemos buscado generar recursos a través de alianzas y programas que permiten mantener nuestros proyectos en marcha», añadió.