MAR DE LETRAS

Una mirada al mundo de la literatura, con sus obras, autores y anécdotas, desde una perspectiva cercana y fresca

Yo también viajé con Heródoto

El autor comenzó una búsqueda autobiográfica que fue combinando con lo aprendido del insigne hombre de Halicarnaso

herodoto
Generado con IA

Hace poco viajé con Heródoto. Sí, eso era lo que prometía la portada de este curioso libro que salí a comprar con algo de dinero que me dio mi madre por mi cumpleaños hace un par de meses. Debo admitir que no conocía mucho del autor y que lo escogí por sobre los demás por la confianza generalizada que se ha creado en torno a la editorial Anagrama.

Fue, además, la primera obra leída del año, aunque a día de hoy no sé cómo definirla. Ni siquiera los editores han podido hacerlo porque, ciertamente, es una de esas mezcolanzas placenteras que resultan de la pluma suelta de un hombre que ha vivido y leído lo suficiente.

En síntesis, cuenta la historia del propio escritor, Ryszard Kapuściński, quien nació y creció en la Polonia rural de la postguerra. Con los años surgió en él una intriga que marcaría toda su existencia de manera definitiva: cruzar la frontera. No lo decía de forma metafórica ni era alusión a un concepto abstracto; el muchacho realmente quería cruzar una de esas líneas imaginarias que dividen los países. Tan simple como eso.

La Polonia de aquel tiempo imposibilitaba su anhelo. El mundo todavía era un lugar muy hostil, producto de la encarnizada matazón que apenas comenzaba el doloroso proceso de diluirse en el pasado. No obstante, su jefa le comunicó que sería enviado a la India como corresponsal del medio en el que trabajaba. Antes de marcharse a cumplir su sueño, ella le regaló un ejemplar de “Historia”, de Heródoto.

A partir de entonces, el autor comenzó una búsqueda autobiográfica que fue combinando con lo aprendido del insigne hombre de Halicarnaso. En él se refleja, en sus ansias de conocer el mundo, de escuchar a las personas, de describir todos los hechos previos a su nacimiento, en una descabellada empresa, para evitar el barrido final del olvido sobre la obra humana.

Kapuściński recorrió las calles de La India, China, Egipto, Irán, el corazón de África y un montón de sitios más, mientras su espíritu vagaba por el mediterráneo antiguo, Persia y el resto de lugares que visitó y acerca de los que escribió a quien con el tiempo llegó a considerar incluso un “amigo”, a pesar de los milenios que los separaban.

A lo largo del texto, por momentos, ambas vidas se confunden; Kapuściński y Heródoto parecen ser la misma persona, en una búsqueda mutua que también es la búsqueda de sí mismos.

Son incansables, insistentes y extremadamente curiosos. Del polaco conocemos sus pensamientos, pero de su antecesor solo nos valemos de algunas suposiciones inciertas. A pesar de ello, el valiente Ryszard se lanza a hacer un esbozo biográfico de quien intentó llegar a los confines del mundo para saciar sus ansias de conocimiento.

Al fin y al cabo, ambos querían saber qué había del otro lado de la frontera. Y ambos lo descubrieron.

Es una lectura recomendada para los amantes de los viajes, de la historia y de la humanidad reflejada en los actos cotidianos de su existencia.

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