Lord Palmerston, un diplomático pragmático al servicio de la Reina Victoria dijo: "No tenemos aliados eternos y no tenemos enemigos perpetuos. Lo que son eternos y perpetuos son nuestros intereses y nuestra obligación es preservarlos".
Quienes creían que Donald Trump iba a sentirse muy solidario con los venezolanos asilados en el país que recién comienza a presidir por segunda vez, se sienten defraudados por la actitud que ha tomado el magnate inmobiliario, convertido en astuto político y cuya probidad ha sido cuestionada en un juicio pendiente. Es duro decirlo, pero pareciera que a Trump le importa muy poco la suerte de los compatriotas que han buscado en el extenso país del norte rehacer sus vidas, luego de que en su tierra natal han sufrido lo indecible por sobrevivir al hambre y las carencias de seguridad, servicios de salubridad y atención médica y un sistema educativo que se desmorona ante la desatención del estado y la insuficiente remuneración de los educadores.
Sería tal vez ingenuo pecar de optimismo, suponiendo que la cancelación del Estatus de Protección Temporal (TPS), que daba a más de 300.000 venezolanos permanencia legal en el territorio norteamericano, busca forzar su retorno, aumentando así el número de opositores al régimen. Tal vez supongan Trump y algunos dirigentes del Partido Republicano que, propiciando la vuelta a la patria de todos los exiliados venezolanos repartidos por el mundo, como una vez cantó Pérez Bonalde, se logrará engrosar el número de personas dispuestas a luchar en las calles contra el régimen usurpador. Vana ilusión que se desvanece ante la represión y las desapariciones forzosas de quienes se oponen a Maduro y su pandilla.
Pareciera que Trump ha dado marcha atrás a sus promesas de “apretar los tornillos” al régimen madurista, de suspender las actividades de las empresas como Chevron y de sancionar a todos aquellos que comercien con el gobierno venezolano o sus institutos autónomos y empresas estatales. Tal vez busque la evaporación de la presidencia legítima de Edmundo González Urrutia, como ya sucedió con el gobierno interino de Juan Guaidó.
Los discursos de los parlamentarios en la Unión Europea o los distintos organismos de representación popular en los países del llamado “Viejo Continente”, en apoyo al verdadero resultado de las elecciones del 28 de Julio, corren el peligro de caer en pozo hondo, como la orden de captura contra Putin. Los usuarios de las redes sociales se regodean reenviando videos de esos discursos, como si eso fuera la fórmula mágica para que vuelvan la justicia y la libertad a los pueblos oprimidos, o como si las palabras pronunciadas ante un auditorio de palmas complacientes bastaran para que vuelva la paz al mundo.
Vana ilusión. La eternización del régimen cubano, la permanencia en el poder de fanáticos religiosos que imponen hasta el modo de vestir de sus gobernados, son una muestra de la ineficacia de las palabras cuando éstas no van seguidas de la acción conjunta de fuerzas internacionales que restituyan la dignidad de los pueblos, su libertad a elegir en sistemas limpios y no amañados, su derecho a ser libres.
Y los organismos encargados de defender la soberanía de sus respectivas naciones, y de permanecer vigilantes del respeto a sus textos constitucionales y de evitar los abusos contra la población no armada, deben asumir su rol en lugar de utilizar sus fusiles para amedrentarla. Mucho menos para apoyar organizaciones delictivas y comercios ilícitos en beneficio propio.