Desesperada. Así se escucha la voz de Kenia Jiménez, madre de Kennedy Tejeda, integrante del Foro Penal en Carabobo detenido desde la mañana del viernes 2 de agosto mientras cumplía con su labor de defensor. El fue golpeado por custodios de la cárcel de Tocorón el martes 17 de diciembre.
Ella está decidida a hacer lo que sea necesario, siempre por el camino de la legalidad, para que se haga justicia. El miércoles 18 de diciembre sintió más dolor que el que su hijo le describía durante la última visita que le han permitido. “Tenía lesiones en la espalda y en las piernas porque le pegaron con un bate”.
Pese al temor que puede sentir ante la represión, ella decidió dar un paso al frente. El jueves 19 fue a la sede de la Fiscalía en Caracas a denunciar el hecho. Hizo lo mismo el viernes 20 ante la Defensoría del pueblo en Valencia.
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Las denuncias fueron recibidas. Aunque le dieron un trato respetuoso, ella no tiene garantía alguna de que procederán de forma positiva.
El terror de ser preso político en Tocorón
Kennedy Tejeda tiene 29 años y fue detenido cuando acudió al comando rural de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Montalbán, un municipio al occidente de Carabobo, a preguntar por la presunta detención de manifestantes en el contexto de las protestas postelectorales. Su intención era brindar asistencia jurídica gratuita y defender sus derechos humanos.
Estuvo en el Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (Conas) de Valencia hasta la noche del martes 3 de septiembre. Ese día fue trasladado a la cárcel de Tocorón, en el estado Aragua donde, en principio, le permitían visitas cada 15 días, pero ahora es sin planificación. “Me llaman uno o dos días antes para avisarme”.
Hasta la fecha, no ha tenido audiencia de juicio y en el penal ha sido cambiado varias veces de piso, módulo y celda. Lo que sí es repetitivo es la alimentación que recibe. Su madre explicó que se trata de una arepa pequeña con una rodaja de mortadela, o sin relleno, a las 6:00 a.m. El almuerzo es entre las 3:00 p.m. y las 5:00 p.m. y la cena pasadas las 10:00 p.m. Relató que en una visita durante la tarde, Kennedy estaba pálido por el hambre que tenía.
A los familiares de los presos políticos en el lugar no les permiten llevar comida. Solo un paquete galletas y de chocolates.
Jiménez vive en Montalbán y debe tomar tres unidades de transporte público para llegar a la cárcel cuando le avisan que hay visita. Son entre cinco y seis horas de viaje, por lo que sale a las 4:30 a.m. en el primer bus para llegar a las 10:00 a.m. y regresa a casa a las 8:00 p.m.
Su vida le cambió por completo. Ella no trabaja y dependía, en gran medida, del apoyo económico de Kennedy. Hoy agradece la solidaridad recibida para costear pasajes y lo necesario para su sustento desde que su hijo está preso.
Navidad en libertad
Su petición en estas fechas es que cese la represión, no solo en contra su hijo, sino para todos los privados de libertad.
A pocos días de celebrarse la Navidad, Jiménez no pierde la fe. Ella espera que su hijo sea liberado. “Lo que quiero es la libertad para mi hijo, él no cometió ningún delito. El delito lo están cometiendo con él”.