Viernes, 13 de septiembre de 2024

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Federico Núñez Corona y su influencia en mi alma

Federico Núñez Corona fue un músico carabobeño, compositor, director coral y orquestal, profesor universitario y gerente cultural

Evitaré hacer una simple semblanza biográfica de nuestro querido Federico Núñez Corona. Mas, al no haber suficiente información en internet sobre su vida, trayectoria e impacto en la cultura carabobeña, debo comentar algo al respecto.

Federico Núñez Corona fue un músico carabobeño, compositor, director coral y orquestal, profesor universitario y gerente cultural, nacido en Valencia, el 30 de diciembre de 1934. Recuerdo la fecha porque su cumpleaños era casa abierta para quien se acordara e iba toda la intelectualidad valenciana, artistas de renombre y, obviamente, sus coralistas. Fundador de la Coral Filarmónica de Carabobo y de la Orquesta Sinfónica Juvenil “Juan José Landaeta”. Maestro de maestros. En la Coral se iniciaron y pasaron muchos músicos, hoy de impacto internacional. Pero eso es materia para otra crónica.

Mis hermanos, Anamaría y Miguel Ángel, pertenecieron muchos años a la Coral Filarmónica. A veces, siendo niño, los acompañaba, y dentro de mi inmadurez infantil, entendí impactado la magia del ensamble, la armonía y el contrapunto en las piezas que trabajaba pacientemente Federico. Siempre sostengo que lo mágico de un coro es que es la perfecta conexión entre la música académica y el músico empírico. Cualquier persona sin ningún conocimiento musical, pero con vocación de cantante, puede integrar un coro. Ese que, sin necesidad de tener una hermosa voz y con tal de tener afinación, responsabilidad y compromiso, puede formar parte de este enjambre humano capaz de hacer sonar verdaderas catedrales musicales.

Ingresé a la Coral Filarmónica siendo adolescente en 1984, cuando la Coral recibió una invitación para realizar una gira en España. Recuerdo que se corrió el rumor del viaje y se anotaron más de cincuenta personas para audicionar. La agrupación llegó a tener una importante cantidad de coralistas que la convirtió en un supercoro. Todo decayó al suspenderse la tan soñada gira. Me dolió en el corazón cuando, muy compungido, Federico anunció la triste noticia. Pero más me conmovió al ver, en el ensayo siguiente, apenas unas quince personas. Muchos querían viajar a España y pocos querían simplemente cantar. Yo entre estos últimos. Más allá de la ilusión de ir a España, me atrapó, me fascinó, me enamoró el canto coral.

Ya había tenido cierta experiencia coral cuando estuve de niño en el Coro Infantil de mi admirado y querido amigo Domingo Corona. Pero con la Coral Filarmónica fue impactante. Recuerdo con nostalgia que la primera obra que trabajamos fue el coro de A casa, a casa, amici, de la ópera Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni. Y poco a poco fui entendiendo que el coro es un lienzo de voces, una red muy bien tejida hilo a hilo. Y al mismo tiempo, un perfecto ejemplo de la efectividad del trabajo en equipo, bajo la conducción de un gran líder.

En cierta ocasión, Federico tuvo un grave percance de salud que requirió de un prolongado reposo. Lo suplió sabiamente la maestra Olga Salazar de Gil. Sin embargo, visitábamos a Federico, quien aún convaleciente, nos atendía amablemente en su casa en Los Nísperos. Allí conocí su amplísima biblioteca de partituras y pasábamos largo tiempo escuchando discos mientras analizábamos, partitura en mano, cada obra. Aprendí mucho.

Poco tiempo después, Federico se reintegró a la Coral. Tuve el honor de asistirlo como subdirector, siendo todavía adolescente. Aun cuando Federico se encontraba activo en sus labores, seguí visitándolo en su casa. Esas conversaciones se convirtieron luego en clases de composición y arreglos. Repito, aprendí mucho.

Un día me atreví a componer algo para la Coral. Musicalicé unos versos de Gustavo Adolfo Bécquer con armonías desafiantes y melodías intrincadas. Literalmente Federico me la desarmó, respetando mi estilo, y me hizo aprender de mis errores. Como estaba saliendo de 5° año de bachillerato, le confesé mis ganas de dedicarme enteramente a la música. Me respondió sabiamente que, si me iba a dedicar a la música, debía hacerlo en serio. Me recomendó trasladarme a Caracas para estudiar con los mejores maestros. De alguna manera, repetía, sin saberlo, las mismas palabras de mi mamá cuando le dije lo mismo días atrás: siempre trata de ser el mejor, aún cuando no llegues nunca a serlo.

La vida me llevó a Caracas, y años después a España, a formarme como compositor. A mi regreso tuve la fortuna de dirigir el Grupo de Música Popular Latinoamericana de la Universidad de Carabobo por quince años. Y allí seguí aprendiendo.

Luego de un concierto del Grupo Latinoamericano en el Centro Cultural “Eladio Alemán Sucre” del diario El Carabobeño, Federico se nos acercó entusiasmado, felicitándonos por nuestra actuación, y en especial, por mis arreglos musicales. Y eso que Federico era bastante reservado en sus halagos. Cuando no los merecía, ubicaba las palabras adecuadas para evitar el elogio hipócrita. Pero percibí con alegría que Federico estaba orgulloso de mí. Una caricia al alma.

Federico trabajó hasta el último día de su vida como Director Nacional de Cultura de la UNEFA en Caracas. El Grupo Latinoamericano se presentó el jueves 3 de septiembre de 2004 en la UNEFA, atendiendo una amable invitación de Federico, dentro de un ciclo de jueves culturales. Y lamentablemente dos semanas después no se despertó. El próximo 17 de septiembre Federico cumplirá 20 años de su desaparición física. No me canso de repetirlo. Aprendí mucho de él.

A propósito de Federico Núñez Corona, su Misa Criolla Universitaria. Coral Filarmónica de Carabobo “Federico Núñez Corona”. Director: Maestro Carlos Guevara.

https://www.youtube.com/watch?v=dEMG2gUMipo

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Juan Pablo Correa

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