El remedio no está allá afuera

El imperio del Norte no va a ser un socio político muy confiable durante los próximos 4 años ni un defensor de la democracia y sus instituciones.

El presidente de EEUU, Donald Trump, no mostró su mejor ángulo al escribir un mensaje sobre la guerra de Ucrania y el presidente Zelenski en la red Truthsocial hace unos pocos días, al tiempo que el Secretario de Estado Marco Rubio y el canciller ruso Sergei Lavrov se reunían en Arabia Saudita para hablar del conflicto bélico y de varios temas de interés para las dos potencias. Entre otros desaciertos, por llamarlos de alguna manera, Trump afirmó que Zelensky es un dictador que no quiere hacer elecciones (nadie se imagina como un país bajo ataque militar permanente puede organizar y llevar a término un proceso electoral), mintió cuando dijo que el líder ucraniano está muy bajo en el apoyo popular (señalaría que la aprobación es del 4%, cuando encuestas recientes lo sitúan por encima del 50%) y al final, como remate y sin anestesia, soltó que fue Ucrania la que comenzó el conflicto. Todos recordamos el comienzo de la invasión rusa el 24 de febrero de 2022, hace exactamente 3 años, pero el Sr. Presidente debe haber estado en otra actividad y no se enteró de por dónde empezaron los ataques.

Puesto a especular, pareciera que Trump quiere colgarse la medalla de terminar la guerra a su aire, es decir, sin tener muchas consideraciones por la suerte del agredido. O sea, que Ucrania le entregue a los rusos el 20% del territorio, que Putin reciba su premio por haber sido el agresor y que se siente ese precedente por los años que vendrán: es posible entrar a sangre y fuego en un país europeo, mantener una contienda en la que más de un millón de soldados y civiles mueren o resultan heridos para al final escaparse con el trofeo de más de cien mil kilómetros cuadrados en el bolsillo. Sin importar que en el camino se queden asuntos muy significativos, como la alianza histórica entre Europa y EEUU, la defensa de los valores occidentales contra el autoritarismo ruso y la seguridad de un continente que nos duele a todos porque de ahí venimos los de este lado del charco, por ancho y grande que sea el océano.

Otras acciones de Trump, como perdonar en masa a los insurrectos del 6 de enero de 2021 (apenas el 30% de los norteamericanos está de acuerdo con esta medida, por cierto), cancelar de un plumazo todas las contribuciones de la agencia USAID, despedir a miles de empleados federales y eliminar los permisos TPS a quienes los obtuvieron en buena lid, son apenas algunas de las iniciativas que muestran por dónde vienen los estacazos y qué se puede esperar de este gobierno elegido dentro de la democracia más antigua del mundo, que ya es decir bastante.

Aquí regresamos al norte de la América del Sur y a las esperanzas que mucha gente había cifrado en un eventual mandato republicano para resolver el tema de la dictadura chavista, y forzarla a respetar los resultados de las elecciones del 28 de julio de 2024. Con las primeras acciones masivas emprendidas por el Sr. Trump desde que asumió el gobierno hace un mes, y a partir de sus declaraciones y sus mensajes, comienza a haber una percepción de que el imperio del Norte no va a ser un socio político muy confiable durante los próximos 4 años ni un defensor de la democracia y sus instituciones. Esto resuena de manera muy especial en países como Venezuela, que no representan una oportunidad de lucimiento ni constituyen una prioridad a los ojos del gobierno norteamericano -por mucho que Marco Rubio sea el Secretario de Estado-, y parece que el régimen podrá pasar por debajo del radar siempre que no haga olas y se adapte a determinadas reglas de juego, como aceptar inmigrantes repatriados y entrar en el intercambio de prisioneros.

Al final, lo que queda es la vieja doctrina Monroe, pero aplicada a cada país por separado. Los entuertos de Venezuela tendrán que ser enderezados por los venezolanos, y no sirve estar esperando empujones de nadie. Si alguien quiere ayudar, bienvenido sea y que el Señor se lo agradezca, pero este rollo le pertenece a la ribera norte del Arauca y de ahí tendrán que venir las soluciones.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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El remedio no está allá afuera

Alberto Rial
Alberto Rial

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