En alemán “Scheinbaum” es una palabra compuesta por “Schein”, un verbo que significa “brillar”, y “Baum” que es “árbol”, pero la unión de las palabras, algo muy común en el lenguaje de Goethe, cambia completamente el sentido de la primera, y significa entonces “falso árbol”. O sea, algo que parece, pero no es.
Difícilmente puede sospecharse que la recién juramentada presidente de los Estados Unidos Mexicanos descienda de alguno de los tantos grupos de pobladores del territorio que hoy ocupa su país, como los náhuatl, mayas, mixtecos, zapotecos, otomíes, totonacas, etc., que tendemos a generalizar como “los aztecas”. En el siglo XVIII, el Kaiser Joseph II del Sacro Imperio Romano, obligó a todos los súbditos judíos a adoptar apellidos compuestos por palabras alemanas, para facilitar el cobro de impuestos y el servicio militar. De allí surgieron apellidos como “Goldstein” (Pepa de Oro), “Blumental” (Valle de las Flores), “Spielberg” (Montaña de Juego) o “Rosenbaum” (Árbol de Rosas), algunos famosos en Hollywood. Y, posiblemente, también el apellido Scheinbaum.
Aunque ha sido ya suficientemente comentado su muy desafortunado reclamo al rey Felipe VI, exigiéndole disculpas por haber descubierto Colón estas tierras occidentales, y Hernán Cortés (extremeño de Medellín, España) supuestamente acabado con los entonces pobladores de ese país de las “Guerras Floridas”, el “ahuacátl”, el “tomátl” y el “xocolátl”, no está de más insistir en el tema, pues parece que denigrar del Descubrimiento de América por los europeos es la moda entre los políticos que, no teniendo más nadie a quien echar la culpa por sus malas administraciones, corrupción y salvaje represión contra sus opositores, terminan por tratar de desviar la atención hacia un hecho histórico, ya suficientemente estudiado y debatido por académicos, mucho mejor preparados éstos que un liderete de pacotilla para opinar sobre el asunto.
A Claudia Scheinbaum le recomendaría la lectura de dos libros: “El dios de la lluvia llora sobre México” por Laszlo Passuth, novela publicada por primera vez en 1939, donde se narra el choque entre la cultura de los pueblos que tenían como dios a una serpiente con plumas y la española. Passuth era un historiador nacido en Budapest, y enfoca la conquista de México desde un punto de vista europeo, que enfatiza sobre el horror de los sacrificios rituales extrayendo el corazón a seres humanos vivos, y la esclavitud a la cual sometían los aztecas a los otros pueblos de la región. El otro libro que le recomiendo a doña Claudia es “Azteca”, que vio la luz en 1980, del estadounidense Gary Jennings, donde se relata, en forma novelada, la forma de vida de los aztecas cuando la conquista por Hernán Cortés. En esta última, un personaje importante es la nativa “Malinalli”, quien se convierte en amante y consejera del español, intermediando en las negociaciones entre españoles e indígenas enemigos de los aztecas, para lograr el sometimiento de éstos a Cortés.
Ambas se basan en rigurosas investigaciones de sus autores, y exponen algo muy diferente a lo que predican estos falsos revolucionarios que inventaron lo que llaman “resistencia indígena”, que nunca fue.
Solamente queda lamentar que nuestros hermanos mexicanos, como nosotros los venezolanos y los de otros países centro- y suramericanos, tengan tan mal tino para elegir a sus autoridades. Parece ser un mal endémico, o una peste contra la cual no se consigue antídoto. O, si lo hay, está encarcelado, “resguardado” o en el exilio.