Dida Saab estaba haciendo un video desde su apartamento para mostrarme la vista que ha tenido de los bombardeos israelíes sobre Beirut, cuando de pronto me envió un audio por WhatsApp:
"Está pasando un F-16 sobre nosotros ahora. Dios mío, algo va a explotar", publica BBC News Mundo.
Sin darme tiempo a responder, de inmediato mandó un video: "¡Algo explotó, algo explotó! No sé dónde. Sagrado corazón", exclamó mientras la cámara se movía detrás de una columna de cemento. Un eco profundo retumbaba tras el cielo nublado, sobre algunos edificios iluminados y otros en penumbra.
"Déjame buscarlo", añadió al final del video. Supuse que se refería a algún indicio que le ayudara a entender qué había ocurrido. Eran las 7:45 de la noche en Beirut.
Dida Saab es venezolana, tiene ciudadanía mexicana y emigró al Líbano hace 15 años.
Desde el balcón de su apartamento ha visto varias explosiones durante el último mes, incluida la que mató a Hassan Nasrallah, el máximo líder del partido islamista Hezbolá, a finales de septiembre.

Testimonios de dos venezolanas
Las explosiones en la capital libanesa comenzaron tras el estallido de miles de beepers y walkie-talkies entre el 17 y 18 de septiembre en el Líbano, un ataque inédito que causó 39 muertos y más de 3 mil heridos, y que Nasrallah definió como una "declaración de guerra" por parte de Israel.
La ofensiva israelí contra Líbano ha provocado al menos 2 mil 141 muertos y 10 mil 99 heridos, según el Ministerio de Salud libanés, mientras que la Organización Internacional para las Migraciones se prepara para asistir a 400 mil desplazados por el conflicto.
Ventanas abiertas o cerradas
Cuando estalló el puerto de Beirut, en agosto de 2020, las ventanas de la casa de Saab estaban abiertas. Aunque la onda expansiva atravesó su apartamento, los vidrios no reventaron porque quedaron resguardados por las paredes.
Saab adoptó la costumbre de dejar las ventanas abiertas, hasta que surgió "el ruido ensordecedor" de un dron que desde hace varias semanas sobrevuela Beirut, o al menos su barrio, todos los días.
Ella les preguntó a las autoridades locales si el dron pertenecía a Hezbolá y respondieron que era israelí. Al indagar cómo se podía detener aquella situación, un funcionario dijo: "No podemos eliminar ese dron porque implicaría una revancha de guerra".
"Parte de nuestro día a día es escuchar ese dron, que está pasando más abajo de lo normal, y que nos está recordando: 'Aquí está un estado que cuando quiera te va a atacar'".
Desde hace al menos tres meses, Saab cuenta que en Beirut se escuchan "bombas de sonido", estallidos que parecen reales, aunque no lo son.
"Cuando hay una bomba, ya sabes a qué lugares de la casa ir porque la construcción es más firme", explica.
"Enciendes el televisor o te vas a las redes, para saber por dónde fue y comprobar que todos están bien".
Aquella noche en la que grababa el video, el jueves 10 de octubre, confirmó en un reporte de televisión que hubo un ataque en el centro de Beirut. 11 personas murieron y 48 resultaron heridas, informó el equipo de la BBC en Medio Oriente.
A pesar de las amenazas, decidió quedarse en Beirut. "Los libaneses tienen una piel de cocodrilo que se contagia. Creo que me han contagiado esa resistencia y no estoy dispuesta a marcharme".
La profe Kadi
La semana pasada, Saab corrió a buscar a su madre después de un bombardeo en Choueifat, el suburbio donde vivía a 12 kilómetros de Beirut.
La madre de Saab tiene 93 años y camina con bastón. Aunque sus hijos lograron sacarla del apartamento sin ayuda de rescatistas, prefirieron mudar todas sus pertenencias antes de correr el riesgo de que cayera otra bomba.
Primero la llevaron a casa de uno de sus hijos en el municipio Aley en Monte Líbano, una montaña más distante, 21 kilómetros al sur de Beirut. Pero en menos de dos semanas, otro bombardeo los obligó a trasladarla de nuevo, esta vez al municipio de Baabda, en una zona más alejada de Monte Líbano.
"Es un tramo muy pesado para ella. A esa edad todo le duele".
La madre de Saab emigró desde Líbano a Venezuela cuando tenía 24 años. Y regresó a Beirut cuatro décadas después, a los 64. Aunque su nombre completo es Maha Bualuan Kadi, sus alumnos en Caracas la conocían como "la profe de inglés Maha Kadi".
La profe Kadi también vivió en Perú y visitaba a su hija Dida en México cuando emigró de Venezuela por primera vez, a mediados de la década de 1990. Hablar árabe, francés, inglés y español no solo le permitió viajar, sino también trabajar durante su larga historia migratoria.
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