Una paradoja lampedusiana

Prudencia, perseverancia y maduración se presentan como elementos necesarios para favorecer el resurgimiento de una percepción nueva ante las situaciones que se vislumbran

“Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico? […] ¿Y qué ocurriría entonces? ¡Bah! Negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil, y luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado. (…) Una de estas batallas en las que se lucha hasta que todo queda como estuvo…”
—Giuseppe Tomasi di Lampedusa (El gatopardo).

 

En todo activismo hay prolongados inviernos. Momentos de crisis cuando, debido a las dificultades, nuestros esfuerzos parecen fracasar. Ante esto, la respuesta está en la perseverancia. Hoy muchas personas con buenas intenciones están desorganizadas, desilusionadas y necesitan tanto de líderes confiables como de activistas perdurables.

Para eso se hace necesario que prevalezca la confianza de los unos en los otros. Es necesario recordar que muchas veces a los demócratas no les falta entereza moral, honestidad, sino firmeza y verticalidad para enfrentar al diablo, tal como calificaba Václav Havel al totalitarismo.

Una vez más se hace pertinente recordar la célebre la frase de James Freeman Clarke que diferenciaba al político del estadista, ocupado aquel en las próximas elecciones mientras éste se preocupa por las próximas generaciones. De nuevo se trata de ocultar, mediante este próximo sainete electoral, la verdadera dimensión de la crisis terminal del régimen, sin embargo, otra vez se le dará oxígeno a un sistema que asfixia a la nación venezolana, favoreciendo objetivamente de ese modo, su estabilización.

Ciertos factores de la oposición en lugar de labrar en un terreno donde hubiera el abono con qué nutrirse, se dispersan en búsqueda de nuevos espacios. En ese trance, de nuevo parecen confundirse de adversario y compiten con sus pares, rememorando aquella aguda sentencia de Groucho Marx...: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados".  No parecen estar a la altura de una situación que requiere gestos de grandeza y no de poses para sus compañeros momentáneos de tan lamentable propuesta. Y también es cierto que una cosa es la responsabilidad de quien se postula ante la ciudadanía para ejercer la dirigencia y otra es la responsabilidad personal de cada uno, al momento de su decisión. Una vez más aparece esa actitud de aceptación gatopardiana, “que todo cambie para que todo siga igual”, pasando la página, obviando lo pasado, compartiendo la ficción de un inexistente bienestar

En la novela "El gatopardo", el escritor italiano Giuseppe Tomaci Di Lampedusa expresa algunas contradicciones aparentes. Partiendo de allí, en el campo de la política suele llamarse "gatopardiano" al político que cede o modifica una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente.

Consiste en una manera de actuar en política que busca cambiar la fachada resquebrajada y sucia, la apariencia de lo inaceptable, lo visible de un mundo sórdido, hacer creer que la realidad es diferente pero manteniendo intacto el fondo, premisas sin cortapisas de cara al ciudadano, simulando un cambio que en realidad no es más que un engaño.

La trágica paradoja lampedusiana es un desgarrador llamado de atención a cuantos tienen su esperanza intacta pues acá no ha cambiado nada, tan solo se ha acrecentado la desgracia de una nación que ha hecho cuanto democráticamente ha estado a su alcance para lograr ese país que tanto anhela y merece.

Prudencia, perseverancia y maduración se presentan como elementos necesarios para favorecer el resurgimiento de una percepción nueva ante las situaciones que se vislumbran, en pos de una solución inédita y satisfactoria dentro del entorno que parece agobiarnos, en el que todo se presenta radicalmente cambiado. Y este es el verdadero drama de todo un país: Todos estos cambios insensatos -y los que faltan- se solucionarían cambiando a un solo hombre.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Una paradoja lampedusiana

Manuel Barreto
Manuel Barreto

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