Siempre es incómodo llevar de copiloto a alguien que, al encontrarnos en una carretera o autopista llena de huecos, exclame ¡Qué puntería, no pelas uno! Su reacción natural es la de achacar a nuestra falta de destreza la culpa de tal situación. De repente, nos convertimos en víctima y victimario; por la cabeza de nuestro acompañante jamás pasa la idea de que la responsabilidad verdadera recae sobre el gobierno, el alcalde ineficiente, sobre quienes no cumplen su deber de mantener transitable la vialidad.
A raíz de su salida del país, la crítica que algunos endilgan a González Urrutia la ejecutan obviando la culpa de un estado autoritario, que desconoce la voluntad de los ciudadanos, que ha perseguido y acosado a Edmundo junto a su familia, determinando su decisión para preservarse libre y sano, a sabiendas de que sostiene sobre sus espaldas la decisión de más de siete millones de venezolanos. Aun con los sabuesos pisándole los talones, ha reiterado su compromiso con firmeza y claridad junto a MCM.
La represión gubernamental ha sido feroz e indiscriminada, extremándose al punto de que muchos se han sentido amenazados por haber reenviado algún contenido adverso al gobierno; temor bien fundado ante el cual tomaron la decisión de abandonar los grupos de “WhatsApp” u optaron por cambiarle el nombre de CIUDADANOS AGUERRIDOS DEL 28 por el de OBSERVADORES DE AVES DEL CASUPO.
No desdeñamos el impacto, la importancia vital, que significa la delicada y compleja coyuntura política, la representada por la salida de Edmundo, pero porque la valoramos grandemente es por lo cual queremos contextualizarla. Se trata de una lectura de los nuevos tiempos, que protagonizan la vida hoy; no solo por el desenfado tecnológico, sino por la manera como se cuecen los nuevos escenarios geopolíticos.
Un mundo de instantaneidad informativa y comunicacional, de mayor velocidad y agresividad presencial. Es ese escenario donde ha avanzado más la opción democrática venezolana, recabando apoyo y simpatía internacional, representada por Edmundo Gonzáles y MCM.
Entonces no es un exilio, un destierro de ruptura y separación remota, como lo vivieron Jóvito Villalba, R. Betancourt, Felipe González(España), Benigno Aquino (Filipinas), sino todo lo contrario: es colocarlo en el centro del huracán comunicacional y las relaciones políticas y diplomáticas mundiales, en enérgica libertad y mayor seguridad para su labor libertaria.