Tomando en consideración la situación de agresividad, improperios, descalificaciones de todo tipo; unas con fundamentos y otros no tanto, que por varios lustros vivimos en esta Venezuela convulsa, sobre todo en aquellas áreas donde está de por medio el tema referente a la política. Ahora bien, para tratar este punto, se me vino a la memoria consultar un pequeño libro de esos que llaman de bolsillo, intitulado: “El insulto en Venezuela” impreso en el año 2005 y escrito por Francisco Javier Pérez. Esta obra que trata sobre el tema de los desprestigios personales no es común conseguirla en los estantes de las librerías, podríamos decir que es una curiosidad.
Más allá de las estrategias cerebrales y estudiosas para influir en la opinión pública: como movilizar apoyo y alcanzar objetivos específicos, comprender el entorno político, las necesidades de los ciudadanos y las tendencias actuales, es esencial utilizar mensajes claros y persuasivos que resuenen en el público sin que prevalezcan las descalificaciones sin base ni fundamento. En cualquier campaña electoral, lo que debe relumbrar y destacarse son los discursos, los debates, los anuncios publicitarios y en redes sociales, pero nunca ni en ningún tiempo debe sobresalir el insulto o las palabras ofensivas o subidas de tono.
En relación con este tema no es posible dejar por fuera las diatribas entre Juan Vicente González, el primero de nuestros prosadores románticos y la personalidad más exuberante, inquieta y curiosa de nuestra literatura en el siglo XIX, y Antonio Leocadio Guzmán, padre de Antonio Guzmán Blanco, presidente de Venezuela en tres momentos.
La diatriba política por el poder y la sola confrontación personal de los llamados publicistas: Juan Vicente González y Antonio Leocadio Guzmán (ALG) quienes por años se insultaron sin piedad, con exacerbada saña fueron la tónica. Este último, ALG, llamaba con apodos al primero como traga libros, mole, tragafote, confuso montón de ropas, de insoportable olor saturnino y pies elefancíacos, hipopótamo Malcín… Y este a Antonio Leocadio lo tupía con iguales insultos: Sicofante de cuantos poderes se han alzado en esta tierra… Su impunidad es la mortaja de Venezuela. El malvado, el infame perturbado, célebre por algún vicio, amigo de tumultos y revueltas, aspirador y ambicioso, mal hijo, mal esposo, ladrón, infame, tahúr y vago. Como pueden darse cuenta los discursos de aquella época tenían un alto acento ofensivo, intenso. Sin embargo, en nada se aproximan a la mediocridad de algunos dirigentes contemporáneos, de ahora…
Hoy en día, estamos enfrentando una crisis de credibilidad que va más allá de la dialéctica, debido a una práctica gubernativa sistemática en la que la narrativa que utilizan como herramienta para sostenerse en el poder se basa en el terror y la persecución. Tanto es así, que los resultados de las elecciones del 28J indican que la dinámica que viene generando el vicioso círculo de engaños político del gobierno ha quebrado el interés de los ciudadanos por participar en otro proceso electoral hasta tanto no se reconozca su voluntad expresada en las presidenciales del mes de julio de 2024.
Como parte de un aderezo, es el caso machacón, que sin principios éticos, sólidos, los gobiernos intentan priorizar intereses individuales por encima del bien común. Ha llegado a tanto, esto es solo un simple ejemplo, la descomposición, que un proceso eleccionario que fue un acto común u ordinario en estos nuevos tiempos se hacen las más variadas especulaciones de compraventas de conciencias. Pero para que se dé esta circunstancia de compraventa debe haber, por una parte el comprador y por la otra el artículo en venta…