Alrededor de la tan aludida tríada de conceptos: desorganización, crisis y colapso, la teoría social ha hablado mucho. Sin embargo, el problema que la misma sigue ocupando en el discurrir cotidiano de la política, no obedece a otra razón distinta de la que explica la crasa confusión que, sus insuficiencias conceptuales y operacionales respecto de sus implicaciones, ocasiona a sus interpretaciones y aplicaciones.
Particularmente, en los predios del ejercicio político que se suscita en medio de todo proceso organizacional que busca conciliar la incidencia de recursos con las intervenciones que comprometen sus usos, destinos y trascendencias.
Razones comprometidas
Precisamente, el desconocimiento o cálculo improvisado del correspondiente proceso orgánico en cuanto al compromiso de los elementos responsables de las secuencias administrativas, logísticas y operativas que trazan el curso de la institución, empresa u organización según la práctica de planificación pretendida, conduce de modo inevitable, indistintamente del tiempo que consume el desarreglo provocado, a una infalible (des)organización. Que, a su vez, predispone una crisis de cualquier nivel de afectación y a cualquier nivel de servicio o de administración. Y desde luego, provocando un inexorable colapso.
Esta situación acá aludida, ocurre en ambientes no sólo azuzados por el inmediatismo. Igualmente, por un estilo de gobierno dominado por la rutina intrascendente y la imprevisión intensificada, aprietos estos inducidos por la incompetencia asociada a retrasos causados por la ineptitud de los empleados en labores propias. Tanto como a reacciones espasmódicas tardías para enfrentar problemas político-gerenciales.
Precisiones teórico-conceptuales
La teoría que invoca el concepto de organización, refiere su pertinencia, conveniencia y congruencia en función de la utilidad que despliega en el momento en que sus algoritmos actúan a manera de proceso continuo y ordenado a seguir.
Ello, naturalmente, en virtud del propósito de preceder y presidir toda decisión que apunte a ordenar la sistematización estructural y operacional de la organización. En un todo, con los valores pautados como instancias de derechos y deberes conducentes a optimizar el rendimiento y productividad de la organización en cuanto al carácter expedito que sus funciones deben acoger.
Desconocer la naturaleza epistemológica en relación con el carácter funcional de la organización, bien sea política, económica, cultural o social, es causa forzosa para convertir la realidad organizacional en ruta segura hacia cualquier crisis que pueda generarse en su contorno o entorno. Independientemente de la naturaleza de los conflictos que habrán de originarse.
¿Por qué consecuencias inadvertidas?
El problema mayúsculo deriva cuando se obvia que todo proceso de organización, termina convertido en una determinación (casi de ipso facto) por efecto de la mediación de las previsiones y reacciones que surgen del mismo cálculo. Toda vez, que debe lidiar con la incertidumbre (simulación constante del futuro). Aunque, de no atenderse o advertirse a tiempo dicho problema, tiende a estructurarse como razón de colapso.
Y que se produce, al “suponer” haberse abolido la crisis. Ello intensifica el problema. Incluso, haciéndose invisible pues adquiere la propiedad que provee la metamorfosis propia de este tipo de problemas, imposibilitándose así su búsqueda y hallazgo.
Así que ha de considerarse de mayor importancia, en términos de la teoría de la organización, la necesidad de desentrañar la naturaleza de la cruda disociación que provoca serios problemas de (des)organización, crisis y colapso. Muchas veces, incitada por la desavenencia cognitiva que ocurre entre la correspondiente teoría y la grosera premura que, políticamente, se padece habitualmente.
Sobre todo, cuando se insiste en la creación o transformación de organizaciones si los avales, argumentos y justificaciones necesarias produciéndose en consecuencia, un insólito número de implicaciones que afectan lo sociológico, lo político, lo cultural y lo económico que se ha estructurado alrededor de la institución o empresa en cuestión.
A manera de epílogo
Estos problemas, no sólo tienen una desastrosa incidencia en los diferentes proyectos que cimientan proyectos políticos de gobierno o proposiciones de estamentos culturales que intenten aportar su colaboración en la creación o transformación de organizaciones. Además, que rebasan la proyección de ideologías, doctrinas y propuestas que manifiestan en teoría su interés (de papel) en la reorganización y consolidación del desarrollo.
Estos problemas se convierten en crudas amenazas al bienestar y calidad (prescrita) de la ciudadanía. Pues no es propio de deseo alguno, atravesar hechos relacionados con situaciones comunes a lo que representa vivir bajo expresiones expuestas de contradicciones ocasionadas en torno a dificultades inducidas por problemas de (des)organización, crisis y colapso.
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