Acecho de “trampero”

No siempre el infortunio educa la inteligencia. Al menos en el contexto de la política, tan taciturno aforismo no pareciera tan fantasioso como pudiera creerse. En política, los golpes del infortunio provocan rasgaduras a todo nivel. Pero de ahí a ser endémicos por causa de la situación, el cuento es diferente. Sobre todo, porque como dice el proverbio francés: “a fuerza de ir todo mal comienza a ir todo bien”.

Este prolegómeno con el cual inicia esta disertación, tiene como propósito convencer que cuando se está en medio de las adversidades políticas, podría ser tarde adoptar un comportamiento cauteloso, además, necesario. Más, si se ha pensado que con ello aminorarían las consecuencias que seguramente vendrán en perjuicio de todo cuanto pueda quedar al desamparo de los seguros garrotazos que caerán como “maná del cielo”.

La política es, muchas veces, azarosa

Aunque en la praxis política, es posible reconocer que muchos entuertos que perturban la vida de cualquier persona, por distante que se encuentre del meollo crítico, esta podría tener alguna parte de la culpa que puede achacársele al problema en cuestión. Así es la política, traicionera, no mide contemplaciones de ninguna especie, tarde o temprano, ocurre.

Igual sucede con quien, en su desespero por sobrevivir en un ambiente tan inhóspito como suele ocurrir en mitad de la jungla, cuando el desesperado busca saciar su hambre a costa de todo cuanto permita garantizar su vida. Es el secreto del cazador codicioso o del político ansioso. Es la misma actitud que caracteriza al politiquero cuando la ambición domina su comportamiento. 

En este caso, no hay duda que pueda hostigar el trecho entre la palabra y los hechos, pues el polítiquero, tanto como el cazador, cualquier razón que intenta contrariar la prudencia y el respeto ante los hechos seguros a ocurrir, está por encima de la conciencia. Por consiguiente, incurre en la falta o problema. 

La trampa del “trampero”

El caso es que el cazador actuando como furtivo trampero, tiene exacto conocimiento de la trampa a usar para matar a cuanto animal y exasperado gusto por la sangre. Para eso, cubre el cuchillo con sangre animal. Así, el cuchillo embadurnado de sangre, es cubierto con especias de fácil adhesión a la hoja del cuchillo. Este proceso es repetido tantas veces como el cuchillo puede aguantar la mezcla pegada a su estructura.

Luego coloca el cuchillo a la vista del animal a cazar. Con la hoja cortante del cuchillo hacia arriba. El olfato del animal, incita el placer que le brindará lamer el cuchillo con sabor a sangre. De tanto degustar, el animal ahora victimado, comienza a cortarse la lengua sin advertir que está saboreando su misma sangre. Por tanto, el animal sin notar lo que está ocurriéndole, termina sentenciando su propia muerte. De esa manera, el cazador logra el triunfo calculado.

¿Tramperos en política?

Asimismo opera la política. Para referir la situación en breves palabras, igual al acecho del trampero, el politiquero busca desdibujar la realidad con el propósito de trazar sobre el mismo papel otra imagen cuya apariencia engaña a quien la contempla. 

Así, la narrativa del politiquero encauza el cometido pretendido por la codicia política que, mañosamente, maneja a su favor. Indistintamente de si la decisión anula la suerte del ingenuo o no la alargándola a cambio de alguna oportunidad que la misma situación le conceda, para practicar la extorsión, vulgar soborno o grosero chantaje. 

Es lo que, en política, representa actuar dominado por la voracidad. Es decir, comportándose cual impúdico acecho de “trampero”.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Profesor Titular ULA, Dr. Ciencias del Desarrollo, MSc Ciencias Políticas, MSc Planificación del Desarrollo, Especialista Gerencia Pública, Especialista Gestión de Gobierno, Periodista Ciudadano (UCAB),...