La carrera docente en Venezuela se encuentra en una situación crítica. Las proyecciones, según un estudio reciente, indican que para el año 2032 el país podría quedarse sin nuevos maestros o maestras profesionales. Esto se debe a una disminución drástica en el número de estudiantes y egresados de las escuelas de Educación, con una reducción de casi 90% en los últimos 14 años, según el profesor Tulio Ramírez, de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).

A nivel global, existe una crisis de la docencia que se manifiesta en la escasez de personal, especialmente en áreas como la educación secundaria y especial, así como en materias como matemáticas y ciencias.

Se estima que el mundo necesitará 44 millones de docentes más en el 2030 para cubrir la demanda educativa. En América Latina, incluyendo Venezuela, se comparten problemas similares, como la falta de incentivos para la profesión docente y desigualdades en el acceso a la formación continua.

En el país, según proyecciones de expertos, hay 60 % de déficit de maestros y se necesitan cerca de 256.000 docentes para cubrir el déficit existente, demanda que podría mitigar la crisis actual que el sistema educativo, según un reciente informe publicado por la ONG Monitor Descave.

Amenaza silenciosa

La falta de inversión en la educación y el deterioro del estatus profesional de los docentes son desafíos que requieren atención urgente para garantizar un futuro educativo sostenible en Venezuela.

Para muchos estudiantes que aspiran a una carrera universitaria, la docencia ya no le es atractiva. Saben que lo que les espera a futuro es, aun con mucha vocación, es recibir a cambio bajos sueldos y pocas esperanzas de crecimiento profesional.

Las escuelas de Educación de muchas universidades lucen actualmente con pocos alumnos o aspirantes a maestros.

«Por ejemplo, la Universidad Católica del Táchira (Ucat), que no depende de los jesuitas, pero que es una universidad católica, prácticamente tiene su escuela de educación cerrada desde hace varios años por falta de estudiantes. Y en Guayana, que antes tenía muchos estudiantes, la escuela de educación también está con actividades especiales y con pocos estudiantes», dijo sobre esta situación la reconocida docente Luisa Pernalete, coordinadora de Educación para la Paz en Fe y Alegría, institución a la que ha estado vinculada desde hace más de 40 años.

Añadió que en Barquisimeto, donde Fe y Alegría tiene un instituto universitario que incluye la carrera de Educación (preescolar, inicial, integral y especial), prácticamente unieron todas esas menciones los primeros semestres porque casi no hay estudiantes.

Futuros maestros con empeño

Pero la escasez de alumnos para la carrera docente pareciera ser menor en las regiones. Quienes desean ser profesionales de la enseñanza por vocación buscan, aunque tengan que «trabajar con las uñas» luego, formarse para contribuir con la educación en los pequeños poblados de sus regiones.

Marilena Méndez, subdirectora de docencia de Instituto Pedagógico de Barquisimeto Luis Beltrán Pietro Figueroa, conocido como el IPB o simplemente el Pedagógico de Barquisimeto, afirma que esta es una de las instituciones más demandadas del occidente venezolano.

«Somos el que tiene una mejor matrícula, aparte del Instituto de Mejoramiento Profesional. Desde la pandemia de 2020, apenas regresamos con 60 estudiantes, pero hoy por hoy tenemos 19 especialidades, tenemos alrededor de unos 3.000 estudiantes de pregrado en 19 especialidades. Y bueno, para nosotros es un gran orgullo haber remontado toda esa cuesta», dijo.

Explica Méndez que con mucho empeño, para conseguir haciendo atractiva la carrera docente, frecuentemente el IPB hace ferias vocacionales, visitas a liceos y proyectos de extensión.

«Eso nos ha llevado a estar donde estamos. Entonces, sí, a lo mejor estudiar docencia no es atractivo ante algunas otras profesiones por los sueldos, por las exigencias, pero esos estudiantes que nosotros tenemos, que llamamos ‘foráneos’, porque son de pequeñas ciudades, de sectores rurales, quieren quedarse en su pueblito dando clase o en su caserío o en su ciudad, y vienen aquí a formarse», agrega.

Resaltó que, pese al bajo presupuesto que reciben del Estado, hacen un trabajo titánico para repuntarlo, y han visto sus frutos. «Estamos muy contentos y seguimos trabajando por una educación de calidad porque eso es lo que se merece en nuestro país, así como merecemos el sueldo que nos corresponde».

No obstante, reconoce que la matrícula está muy mermada. «Nosotros en nuestro tiempo de bonanza pudimos tener hasta 14.000 a 15.000 estudiantes y apenas estamos repuntando a unos 3.000 en nuestro instituto. Pero bueno, estamos haciendo todo un trabajo y hacia allá vamos», recalcó.

¿Cómo revertir la crisis?

Frente a este panorama, el informe propone una serie de medidas para fortalecer la profesión docente a nivel global:

  • Mejorar las condiciones salariales y laborales para que resulten competitivas y atractivos. Pero no basta con eso: también es necesario reducir la carga de trabajo, garantizar el acceso a oportunidades de formación continua y ofrecer perspectivas de crecimiento en la carrera docente.
  • Proteger los derechos laborales y establecer espacios de diálogo social efectivos e inclusivos, donde la participación docente en la elaboración de políticas educativas no sea una concesión, sino un derecho.
  • Impulsar el desarrollo profesional, ya que la formación continua es esencial para responder a los desafíos del siglo XXI. Esto implica no solo ofrecer oportunidades de capacitación, sino también brindar el tiempo y los recursos necesarios para que los docentes puedan aprovecharlas.
  • Asegurar una financiación pública que garantizar los recursos adecuados para la educación es clave no solo para mejorar las condiciones de trabajo de los docentes, sino también para asegurar el derecho a la educación de todos los estudiantes.
  • Regular la participación de actores privados en el sector educativo es otro aspecto crucial, para evitar que la lógica del mercado prime sobre el derecho a una educación de calidad.

La crisis de la docencia no es un problema aislado: está profundamente vinculada con la calidad de los sistemas educativos y, en última instancia, con el futuro de las sociedades. Dignificar la profesión docente no es solo una deuda con quienes enseñan, sino una inversión en el derecho a la educación para todos.