
Un apagón significa mucho más que calor y el riesgo de avería de electrodomésticos para José Luis De Alessandro. La máquina a la que debe estar conectado por cuatro horas, tres veces a la semana, deja de funcionar y su tratamiento queda incompleto causando graves complicaciones a su salud.
Él, y otros 97 pacientes renales, se dializan en el Centro Valencia Sur ubicado en Santa Rosa, donde las fallas eléctricas son cada vez más frecuentes y de larga duración. La mañana de este jueves 1 de febrero, quienes estaban en tratamiento lo vivieron con una interrupción en el servicio que no pudo ser solventada porque la planta de emergencia tiene ocho meses dañada.
Las baterías internas de las máquinas, que deben mantenerlas activas por 60 minutos, tampoco sirven. “Se apagan automáticamente cuando se va la luz y las enfermeras deben salir corriendo para aplicarnos un sistema manual de retorno para que la sangre no se quede en la máquina y vuelva a nuestros cuerpos”.
Pero esa tampoco es una solución para ellos porque son fluidos que aún no han sido depurados al 100% de las toxinas, y así deben irse a sus casas.
Precariedades con o sin electricidad
Cuando hay electricidad las condiciones tampoco son las más óptimas. El aire acondicionado de la sala de diálisis se dañó el martes “y esto es un verdadero infierno, es insoportable”.
Los pacientes se llevan ventiladores o se soplan con pedazos de cartón, pero a muchos se les baja la tensión y se descompensan.
“Eso no cumple con las normas sanitarias que debe tener un lugar así, por la exacerbación de las bacterias y, quienes tienen catéteres, se verán severamente afectados porque el catéter es una vía central que va directamente al corazón que se puede contaminar, lo que implica más medicamentos y hasta se puede perder la vida”.
A esto se suma que en los hospitales el servicio de diálisis es deficiente y, quienes no tienen cupo en centros especializados, solo reciben un tratamiento cada 15 días.