El título de este artículo puede tener un aire de ironía al referirse a algo casi imposible de lograr: retornar al norte de Gaza a buscar la casa, el hogar que fue hasta hace unos meses, para volver a habitarlo. La multitud de palestinos y palestinas de todas las edades transita a conciencia de que encontrará una tierra arrasada con olor a polvo, a carne putrefacta, a dolor y muerte donde también están sepultados sus recuerdos pero quieren sembrar esperanza.
Casi medio millón de gazatíes vuelven a su tierra de la cual fueron obligados a huir, bajo riesgo de ser desmembrados o muertos por el ejército israelí. Van como en peregrinación a un lugar sagrado como es la casa donde habita cada quien pero la encontraran violada, destruida por las bombas, convertida en una tumba de no se sabe cuántos cadáveres. Según Naciones Unidas, 9 de cada 10 residencias en Gaza han sido destruidas por las bombas israelíes.
A los caminantes les anima una tregua que no se sabe cuánto durará, ni qué vendrá después. Ya no tienen tiempo, ni miedo, no tienen nada, el ejército israelí arrasó con todo.
La tregua
Los aliados de Israel en la invasión a Gaza le han ordenado un alto al fuego, una pausa, mientras apagan otros fuegos, recargan las baterías para nuevas etapas de la guerra o para que no le quiten protagonismo a otras noticias en el orden mundial. Estamos ante una nueva era. El mesías parece haber llegado.
Decenas de miles de gazatíes fueron obligados a desplazarse hacia el sur de la franja de Gaza donde supuestamente tendrían agua, comida, medicamentos y seguridad. Por sobre todo, salvarían sus vidas. Quienes regresan meses después sólo lograron sobrevivir. Vuelven sedientos, sucios, hambrientos, enfermos, heridos, horrorizados del horror vivido y del que le falta por vivir.
El paraíso no estuvo en el sur de Gaza, aquello también fue un infierno prendido por el ejército Israel, pero los gazatíes vuelven al norte con la esperanza de reconstruir sus casas, sus escuelas, sus hospitales, sus templos religiosos, las calles por donde andar. También sus vidas. Eso les permite celebrar la tregua.
La guerra continúa
La invasión israelí no ha cesado, solo ha hecho una pausa en Gaza pero sigue matando palestinos. En la mañana del último día de enero, en Cisjordania, soldados israelíes mataron a un niño de 10 años que jugaba frente a su casa y a una niña de 2 años en la sala de su casa.
En Israel están los aviones cargados de bombas, los tanques, las granadas, los fusiles, las ametralladoras y lo más mortífero: la idea de que hay que “limpiar” a Gaza de palestinos. Ya se oyó el grito, desde otro lado, como que si fuera un eco del pronunciado por Hiltler hace casi un siglo: hay que limpiar a Europa de judíos.
Hasta diciembre de 2024, según el Ministerio de Salud de Palestina, en Gaza han muerto un poco más de 15.000 niños y niñas a consecuencia de los ataques israelíes, al menos un millón han sido desplazados de sus hogares, hay unos 20.000 desaparecidos, otros 20.000 han perdido a uno o ambos progenitores y 17.000 se encuentran a la deriva, solos o separados de sus familias. Éxitos de Israel.
El clamor mundial
Agencias de las Naciones Unidas que trabajan en Gaza, como UNICEF y la OMS , junto a ONGs, como Médicos sin fronteras, y otros grupos, han denunciado las condiciones inhumanas de los pobladores de Gaza por el asedio de Israel que, según la Corte Penal Internacional, ha cometido crímenes de guerra como son: matar y mutilar a niños, atacar hospitales y escuelas y denegar el acceso humanitario a la población civil.
La matanza indiscriminada por parte del ejército israelí en Gaza también le ha quitado la vida a cerca de 400 trabajadores humanitarios y a un poco más de 1.000 sanitarios. Esto aumenta la vulnerabilidad de la población al disminuir la posibilidad de recibir asistencia especializada.
Al tratarse de una guerra genocida, que busca el exterminio de un grupo humano, no podemos quedarnos callados y así como celebramos la reciente liberación de rehenes con un increíble buen aspecto físico después de 15 meses de cautiverio en manos de Hamas, duele ver los rostros demacrados, cuerpos famélicos de adultos, niños y niñas palestinos que deambulan en Gaza buscando dónde guarecerse del frío y amainar el hambre y sed.
Los organismos internacionales y la gente sensible de muchos países claman por el cese al fuego definitivo en Gaza, el respeto de los derechos humanos y que “se garantice el acceso a la ayuda humanitaria para que cientos de miles de personas en condiciones desesperadas puedan comenzar su largo camino hacia la recuperación”, como reza un informe de las Naciones Unidas.
Según periodistas, funcionarios y voluntarios de organismos internacionales que han estado en los campos de batalla entre el gobierno Israelí contra los palestinos en Gaza, Líbano y Cisjordania, las palabras se quedan cortas, las imágenes son apocalípticas. El sufrimiento de la población es inimaginable.
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