Aludir a tan atrevida locución “teoría inversa”, podría considerarse como un procaz ensayo incitado por la desesperación de extraños o indoctos de la metodología que sigue el análisis científico.
Sin embargo, la imposibilidad de advertir las consecuencias de cambios de paradigmas improbados, ha forzado a hablar de cuantas ironías o ambigüedades sean posible. De hecho. Alguien salió nominando algún elemento de la neo-fantasía con el nombre de “teoría inversa”.
Quizás mentada así, a consecuencia del equivocado manejo del arte de la especulación de propiedades de un sistema físico o procesos administrativos o matemáticos. Seguramente, resultado de observaciones que no necesariamente remiten o derivan de comprobaciones científicas.
Sin embargo, se tienen casos de estudios administrativos que siguen procedimientos invertidos de selección o identificación de problemas. Estos podrían ser considerados como razones de la teoría administrativa “inversa”. Incluso, se habla del método de la “matriz inversa”, empleada como recurso de la matemática para resolver ecuaciones lineales percibidas como ecuaciones matriciales.
En el contexto de la teoría política
Hablar de “teoría inversa”, en el contexto de la teoría política, resulta un completo exabrupto. Además, inadmisible para la politología. De hecho, las incidencias de insuficiencias en medio de análisis políticos, conducen a hablar de “teoría crítica” lo cual, además, es propio de cualquier ciencia. Aunque a pesar de las inclemencias que la dinámica política genera, no suele aludirse a un tan indeterminado término.
Haber dado con insuficiencias proclives de resarcir, es factible. O dar con una posibilidad real o concisa. Pero no para que algún “avispón” le endilgue la necesidad de corregirla pretendiendo encasquetarle una supuesta corrección que calce con el mote de “teoría inversa”.
La teoría política convencional, aunque pueda tener carencias, insuficiencias o presentar reminiscencias de un pasado superado, no podrá aceptar que una hipotética formulación de remiendos, retoques o correcciones se hagan pasar por reformas de teoría política. Aun cuando pueda favorecerse con el cambio de imagen que le aportaría una nueva y “presumida” denominación.
Implicaciones insanas
El hecho de ser la teoría política el estudio de las dinámicas del poder y de los principios de la organización política, no se arrogaría otra consideración que no se corresponda con la magnanimidad de su análisis. Haberse enfocado en el orden político para que desde sus consideraciones se edifiquen preceptos, criterios y postulados que perfilan la vida en sociedad de los seres humanos, podrá justificarse o cuestionarse. Ello, claro está, se daría en el marco de los límites de las observaciones que puedan inducirse.
Pero nunca, la procacidad generada por el carácter amorfo de una suposición que, en su intento de refutar los planteamientos advertidos, pretenda revolcar la teoría política con el mayor desparpajo. Sin que medien composturas o razones que mitiguen o contradigan lo pretendido bajo un entero abuso semántico.
En conclusión…
Ningún pensamiento científico, se origina de sí mismo. Es exclusivamente, respuesta a una realidad que llama ciertos requerimientos de conceptualización. Así que cualquier desmembramiento dado entre el concepto y la realidad bajo la cual se formula la presunción que ha de convertirse en precepto, criterio o postulado, es una teoría suscitada por un presente que demanda una respuesta en lo inmediato.
Ahí surge la llamada teoría política crítica. Pero jamás, el problema en análisis sería el espacio que justifique un retroceso dirigido a afectar el proceso de análisis aludido anteriormente. Y menos aún, para que avive la figura de una insinuada ¿teoría inversa?
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Del mismo autor: Por el talante democrático de Prieto Figueroa