Gisele Pelicot es una mujer francesa de 72 años, protagonista del juicio por violación sexual más difundido en la historia. Las violaciones a Gisele ocurrieron en su hogar, en un calmo pueblo francés. El juicio se llevó a cabo a finales de 2025, en Aviñón y la demanda fue contra su ex marido y cerca de 50 hombres más.
El marido de Gisele, invitaba, por internet, a desconocidos a hacer uso sexual de ella mientras dormía bajo la acción de somníferos que él le suministraba bajo engaño – el extremo de la cosificación de la mujer- y él, voyerista en ejercicio, grababa las violaciones. Por supuesto, él nunca se imaginó que esas grabaciones serían cuchillo para su garganta al convertirse en pruebas evidentes de las violaciones cometidas a su esposa durante muchos años.
Un día, Giselle despertó no solo de la sedación a la que era sometida frecuentemente sino que tomó conciencia de la perversión de su marido, de la humillación a la que la había sometido y decidió denunciarlo. Previo acuerdo con sus hijos e hija, Gisele decidió no sólo denunciar a la banda de violadores, comenzando por su exmarido, sino hacerlo en un juicio público donde ella daría la cara, diría en voz alta lo ocurrido y lo haría frente a sus agresores y ante una sociedad que puede ser muy estricta con el recato femenino.
El de Gisele fue un gesto de atrevimiento, de valentía, poco frecuente en casos de violación.
¿Denunciar la violación o no?
La denuncia de Gisele y el juicio que siguió durante varios meses despertó atención mundial por lo insólito del caso. Afortunadamente, su acción no solo se quedó en el escándalo, en el morbo sino que puso en la agenda pública mundial el tema de la violación sexual.
Lo dicho y hecho por Gisele puso sobre el tapete varios aspectos de la violación sexual, que aunque no necesariamente fuesen novedosos, permitió que mucha gente se enterara y ojalá que se haya detenido a pensar sobre ese grave problema que evidencia la vulnerabilidad de las mujeres y la agresividad de los hombres en casi todas las sociedades.
Ante una violacion sexual en la mujer surgen, como mínimo, sentimientos de dolor físico y moral, miedo hasta el terror, rabia por su impotencia, vergüenza por lo ocurrido y más rabia porque su intimidad ha sido violada.
Como si fuera poco, en la mujer violada aparece la culpa como castigo divino ante el ser femenino. Culpa por “su equivocación” al estar en un sitio inadecuado, con gente inadecuada, vestida y/o comportándose inadecuadamente y vaya usted a saber cuántas razones más para culparla en un mundo dominado por el machismo.
Al terrible momento de la violacion sigue la decisión de decirlo/denunciar o callarlo y cargar ella sola con su cruz. Serio conflicto.
Decirlo/denunciar puede traer más incomodidades a la mujer agredida. Más dolor, rabia, vergüenza. Puede ser que quien la oiga no guarde empatía y de alguna manera la culpe más. Ante ese miedo de revivir su sufrimiento, la mujer opta por callar. Denunciarlo es una decisión personal absolutamente respetable.
Denunciarlo, como lo hizo Gisele y cada vez más lo hacen más mujeres agredidas por su pareja o violadas por quien sea, implica asumir riesgos de un tortuoso camino. El sistema médico, policial y judicial al que tendrá que exponerse está concebido y dirigido por hombres. No es poca cosa.
Heroína
Gisele decidió no solo denunciar sino hacerlo con despliegue en medios, someterse a un largo juicio, por tanto, revivir momentos dolorosos, enfrentar la vergüenza al hablar de intimidades en público, sentir miedo y rabia por la agresiones que podría sufrir dentro y fuera del tribunal y, por supuesto, en las redes virtuales. Afortunadamente, privó el respeto y la solidaridad. Gisele se ha convertido en ícono, en una heroína de las luchas femeninas por ser respetadas.
La meta de Gisele ha sido que la vergüenza cambie de bando. La vergüenza debe ser de los agresores, no de las agredidas. Pero ellos son ellos, no es poca cosa a la que hay que enfrentarse. Una lucha larga y difícil pero que hay que dar y en eso estamos.
De las lecciones del juicio por violación sexual promovido por Gisele nos queda más tela que cortar. Lo haremos.
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