¿Qué tienen en común un sweater que produce comezón, la picadura de mosquito o el ardor cardo santo? Todos ellos desencadenan una sensación de picor en la piel. Rascarse ofrece un alivio placentero momentáneo, pero puede tener consecuencias negativas, especialmente en afecciones como la dermatitis, donde el picor es constante. En estos casos, rascarse empeora la dolencia y perpetúa un ciclo de picor y rascado.
A pesar de que rascarse refuerza el impulso de seguir rascándose, no genera aversión y continúa siendo una experiencia placentera. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿cuál es la ventaja evolutiva de rascarse?
Una hipótesis sugiere que este comportamiento, conservado a lo largo de la evolución, podría tener como objetivo eliminar parásitos, ácaros u otros irritantes de la superficie de la piel. Sin embargo, esta explicación presenta ciertas inconsistencias. Hay algunos aspectos de esta teoría que no encajan. Por ejemplo, un mosquito te pica y solo sientes picor después de un tiempo; no te rascas inmediatamente.
Arma de doble filo
Un nuevo estudio, publicado en Science, revela que rascarse es un arma de doble filo: si bien activa el sistema inmunológico, lo que puede exacerbar la inflamación de la piel, también fortalece la defensa del organismo contra las infecciones bacterianas. Estos hallazgos abren la puerta al desarrollo de tratamientos más eficaces para afecciones cutáneas como el eczema, ya sea reduciendo la inflamación resultante o disminuyendo la necesidad de rascarse.
Hace una década, un descubrimiento revolucionario reveló que la defensa de la piel contra infecciones microbianas depende del sistema nervioso. Se demostró que las neuronas sensibles al dolor son esenciales para desencadenar la inflamación cutánea. Este hallazgo suscitó una pregunta intrigante: ¿qué papel juega el picor en este proceso? ¿Cómo se integra el picor en el panorama general de la respuesta inmune de la piel?
Para desentrañar este misterio, los científicos diseñaron ratones genéticamente modificados incapaces de detectar el picor y, por lo tanto, de rascarse. Al exponer las orejas de estos ratones, junto con un grupo de control, a diversos alérgenos, observaron un contraste sorprendente. Las orejas de los ratones del grupo de control, que se rascaban para aliviar el picor, experimentaron un engrosamiento significativo debido a la inflamación en un lapso de 24 horas. En cambio, las orejas de los ratones mutantes permanecieron prácticamente inalteradas.
Este mismo fenómeno se replicó en ratones de control que llevaban collares que impedían el rascado, lo que confirmó que los efectos observados eran consecuencia directa del rascado y no del picor en sí. Este hallazgo crucial impulsó al equipo de investigación a profundizar en el mecanismo mediante el cual el rascado modula la inflamación cutánea.
Picor y dolor
Una de las células inmunitarias clave en la respuesta inflamatoria es el mastocito. Al detectar anticuerpos dirigidos contra un alérgeno, los mastocitos se activan y liberan una cascada de moléculas, incluyendo la histamina. Un análisis detallado del tejido de la oreja reveló que los ratones de control presentaban acumulación de líquido, infiltración de neutrófilos y una mayor expresión del gen del factor de necrosis tumoral, todos ellos indicadores de activación de los mastocitos.
En contraste, las orejas de los ratones mutantes mostraban una hinchazón significativamente menor y una menor activación de mastocitos. Para comprender cómo el rascado estimula la activación de los mastocitos, los investigadores exploraron dos posibles mecanismos: la activación directa a través de alérgenos o la mediación por factores liberados por células circundantes.
Se sabe que las neuronas que detectan el dolor pueden activar los mastocitos mediante la liberación de neuropéptidos que se unen a receptores específicos en estas células inmunitarias. Al estimular químicamente estos receptores en las orejas de los ratones, observaron que los niveles de inflamación eran similares tanto en los ratones que se rascaban como en los que no lo hacían, lo que sugiere que el rascado podría activar las neuronas que detectan el dolor.
Sin embargo, al activar los mastocitos estimulando los receptores que responden a los alérgenos, los investigadores observaron un patrón diferente. Tras un pico inicial de inflamación, las orejas de los ratones que no podían rascarse mostraron una reducción en la hinchazón, mientras que las de los ratones de control permanecieron inflamadas. Con base en estos hallazgos, plantearon la hipótesis de que el rascado podría exacerbar la inflamación al amplificar la activación de los mastocitos mediada por alérgenos, a través de la vía de detección del dolor.
Los investigadores ya habían demostrado previamente que el picor y el dolor están estrechamente interconectados, aunque las interacciones entre ambos aún no se comprenden del todo. Se sabe que al rascarse, se produce daño en la piel y se experimenta dolor. Considerándose que el rascado podría estimular la liberación de neuropéptidos por parte de las neuronas sensibles al dolor, muchos de los cuales se unen a receptores en los mastocitos. Al medir los niveles de algunas de estas moléculas, observaron que la sustancia neuropeptídica P variaba en función de si se producía o no el rascado.
Papel protector
Para comprender a fondo el papel de la sustancia P, se crearon ratones genéticamente modificados carentes de los genes que codifican tanto la sustancia P como su receptor en los mastocitos. Al exponer estos ratones a un alérgeno, se observó una notable reducción de la inflamación en la oreja en comparación con los ratones normales. De manera similar, la inhibición de las neuronas sensibles al dolor produjo un efecto antiinflamatorio comparable.
Es fundamental destacar que todos los grupos de ratones mostraron niveles de rascado similares, lo que confirma que el rascado estimula las neuronas sensibles al dolor para liberar la sustancia P. Esta, a su vez, activa los mastocitos y amplifica la respuesta inflamatoria.
La inflamación es una respuesta biológica esencial del organismo ante estímulos nocivos. Sin embargo, en afecciones cutáneas como la dermatitis, que se caracterizan por picor intenso, se observa una alteración del microbioma y una mayor susceptibilidad a infecciones superficiales por Staphylococcus aureus. Esto llevó a los investigadores a plantear la hipótesis de que la inflamación inducida por el rascado podría desempeñar un papel protector contra patógenos.
Para validar esta hipótesis, el equipo infectó a los ratones con S. aureus, esperó unos días para permitir el desarrollo de la inmunidad adaptativa y luego indujo la activación de los mastocitos mediada por alérgenos en sus oídos. Los ratones a los que se les permitió rascarse las orejas mostraron el aumento esperado de la inflamación, pero también presentaron niveles significativamente más bajos de S. aureus en comparación con los ratones que no se rascaron. Este hallazgo sugiere que el rascado puede conferir protección al huésped al reducir la carga bacteriana en la piel, revelando una función novedosa y sorprendente de este comportamiento.
En resumen, si bien esta investigación ha revelado los efectos a corto plazo del rascado y su papel en la defensa contra infecciones bacterianas, aún quedan interrogantes sobre su impacto en afecciones crónicas. Los estudios futuros se enfocarán en determinar el punto de inflexión donde los beneficios del rascado se ven superados por sus efectos perjudiciales. Como medida preventiva, se recomienda evitar rascarse en caso de picor, ya que esto podría agravar la condición cutánea.
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