La estupidez y la idiotez: ¿formas políticas?

La estupidez, tanto como la idiotez, tienen distintas interpretaciones. Todas, según el color de los filtros con los cuales cada quien vea la situación, sujeta a las convicciones propias. No significa que ambos conceptos se parecen, por lo contrario, sólo que entre ellos existe un “común denominador” que tiende a confundirlos, aunque no resulta nada difícil, advertir lo que puede esperarse de la persona que se tiene al frente. Por supuesto, según se vea reducido por la estupidez o por la idiotez. 

En Matemática, el “común denominador” se refiere al resultado de calcular el mínimo común múltiplo de fracciones con diferente denominador para así igualarlos y proceder a la operación respectiva. Pero en la cotidianidad de la vida humana, significa la razón que problematiza la circunstancia en cuestión, la misma, representa el estorbo presente. Bien porque se da mediante expresiones o en situaciones, es ahí cuando destaca la figura del estúpido o del idiota. 

Del “estúpido” se dice que es alguien “necio, o falto de inteligencia” (Diccionario de la RAE) Propio de quien se comporta con la torpeza que lo induce a contrariar lo que a su alrededor sucede. Del “idiota”, el diccionario de la RAE explica que es quien presuma de “engreído sin fundamento para ello”. O sea, quien-ante lo obvio- luce corto de entendimiento y que busca mostrarse algo tonto para así evitar compromisos que lo aten.

El problema desde el enfoque de la política

Tanto en el estúpido como en el idiota, existen condiciones semejantes que, además de lucir críticas o difíciles de lidiar, no tienen porque verse como razones para excusar un posible trato hacia quienes así son calificados. Es posible que puedan superar las dificultades que afrontan o sobrellevan. 

Si se mira la situación desde la frase popularizada que dice que “de músico, poeta y locos, todos tenemos un poco”, podría agregarse que “(…) de estúpido e idiota, también tendríamos algo”. Tan factible podría ser esta condición, que Voltaire, filósofo y escritor francés, (quizás con algo de mofa) adujo que “todos los que parecen estúpidos, lo son y además, también los son la mitad de los que no lo parecen”

Aunque la situación tiene lecturas diferentes. La diferencia radica en la óptica bajo la cual se analice cada situación. Así vale asentir que no es igual revisar la susodicha realidad con el instrumental teórico de la Psicología (lo cual no es la intención de esta disertación) que con las herramientas de la política. 

De la estupidez

En política, vale un análisis que toque la estupidez y la idiotez como estados de conducta que provocan crisis y conflictos de oda especie. Particularmente, habida cuenta la intervención de estúpidos o idiotas, en procesos de elaboración y toma de decisiones, lo cual hacen peligrosos los respectivos procesos. 

Así que no es del todo disparatado pensar que, en el ejercicio de la política, hay individuos cuyas características calzan con actitudes donde cabe la estupidez o la idiotez, como rasgos personales. Es ahí cuando se problematizan y enredan medidas políticas de gestión administrativa, en principio, dirigidas a resolver conflictos o rarezas que impactan el discurrir gubernamental. 

Sin embargo, el problema mayúsculo es que el estúpido tiene una conducta que contraría toda regla lógica. Para él, la lógica es suya como expresión de un arte político propio. Por eso, su lógica la impone desde su testarudez o su ignorancia. Asimismo, actúa convencido que sus argumentos son los únicos válidos y correctos. Así sus decisiones conducen a peligrar las realidades en las que pauta sus arbitrariedades

Es así como el estúpido revestido de político, busca abrigarse del poder para actuar a sus anchas. Es así como activa sus ideas amparándose en la fuerza de un autoritarismo personificado. Al amparo de dicha condición política, articulada en la manipulación, oculta su facha de estúpido valiéndose precisamente del poder político que le permite imponerse en el mayor espacio posible.  

De la idiotez

Casi de la misma forma, opera el idiota. Sólo que la idiotez, se escuda en trincheras que pertenecen a otros. Pero que cubierto de cuánto disfraz pueda servirle, logra sus objetivos.

El idiota en el ejercicio de la política, actúa haciéndose pasar por “pendejo”. Sólo que a diferencia del “pendejo”, el idiota es más convincente pues al tener claridad que su problema es producto de una deficiencia intelectual, actúa con la viveza del avispado. Aunque sin comprender los caminos a transitar. 

Es ahí cuando consciente de su debilidad, apela a quienes tiene a su lado para lo cual se hace el “pendejo” avispado, para lograr que sea el trabajo de los otros el que favorecerá su capital político.

A sabiendas que no hay conducta más idiota que la inducida por la falta cociente de inteligencia, el idiota logra ganarle la batalla al idiotismo que caracteriza su apariencia. Es así como el idiota no es nada tonto pues enterado de la deficiencia intelectual que frena habilidades que otros tienen de sobra, el idiota sabe por naturaleza los estigmas que gravitan sobre su comportamiento. Por ello, prefiere hacerse el “pendejo”, antes que lo acusen de idiota. 

Al cierre

Los idiotas igual que los estúpidos, son piezas difíciles de advertir en los juegos imprevistos de la política. Pero ahí están, sin hacerse notar en demasía. No obstante, la estupidez y la idiotez, son formas relativas en cuanto a la forma de exhibirse en el espacio que ocupa la movilidad política. Más aún, en los contextos de las actuales realidades, indistintamente del lugar que se hallen. Fue la razón por la cual esta disertación dispusiera revisar si acaso son la estupidez y la idiotez: ¿formas políticas?

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Profesor Titular ULA, Dr. Ciencias del Desarrollo, MSc Ciencias Políticas, MSc Planificación del Desarrollo, Especialista Gerencia Pública, Especialista Gestión de Gobierno, Periodista Ciudadano (UCAB),...