Hace casi un siglo, se descubrió un hecho sorprendente sobre las células cancerosas: consumen cantidades desorbitantes de glucosa, el mismo azúcar que alimenta a nuestro cuerpo. Esta observación, realizada por el fisiólogo Otto Warburg, revolucionó nuestra comprensión del cáncer y sentó las bases para una nueva técnica de diagnóstico por imágenes. Hoy en día, la glucosa radiactiva es utilizada por los médicos para detectar tumores, aprovechando su voraz apetito por este azúcar.
La glucosa no es el único azúcar que alimenta el crecimiento de los tumores. Estudios posteriores han demostrado que la fructosa, un azúcar común en nuestra dieta, también contribuye al desarrollo del cáncer. A pesar de su estrecha relación química con la glucosa, la fructosa parece tener mecanismos de acción propios. Desde entonces, los investigadores han visto que la fructosa, promueve el crecimiento de los tumores, aunque el mecanismo aún no está claro.
La fructosa y la glucosa tienen la misma fórmula química, pero una disposición diferente de los átomos. “Dado el papel que desempeña la glucosa en el metabolismo del cáncer y cómo se utiliza como un combustible tan importante, estábamos muy interesados en comprender cómo la fructosa podría desempeñar un papel similar”, indicaron los investigadores.
Por lo tanto, en la actualidad se están llevando a cabo investigaciones exhaustivas para comprender cómo la fructosa, un azúcar común en nuestra dieta, interactúa con las células cancerosas y promueve su crecimiento. Estos estudios están revelando una compleja red de interacciones moleculares que podrían ser explotadas para desarrollar nuevas terapias. Al identificar los mecanismos moleculares subyacentes, se espera poder diseñar tratamientos más efectivos y personalizados para los pacientes con cáncer.
La fructosa y el crecimiento tumoral
Siguiendo esta línea de investigación, un nuevo estudio ha revelado una compleja interacción metabólica entre la fructosa y el crecimiento tumoral. Se ha demostrado que la fructosa, al ser metabolizada por el hígado, genera compuestos que son utilizados como fuente de energía por las células cancerosas. Para confirmar este hallazgo, se realizó un experimento en animales de laboratorio, donde se observó un crecimiento tumoral acelerado en aquellos que eran alimentados con una dieta rica en fructosa. Estos resultados, publicados en la revista Nature, resaltan la importancia de la dieta en el desarrollo del cáncer y sugieren nuevos blancos terapéuticos.
Para entender cómo la fructosa mejora el crecimiento del tumor, los investigadores cultivaron varios tipos de células cancerosas en placas de laboratorio, empleando fructosa marcada con un isótopo pesado de carbono que se incorpora a los metabolitos. Al rastrear el carbono marcado para mapear el destino del azúcar, los investigadores descubrieron que las células, por sí mismas, metabolizaban muy poca fructosa.
Este resultado fue “totalmente sorprendente”, ya que los científicos esperaban que las células cancerosas absorbieran y descompusieran la fructosa para alimentarse. El equipo se preguntó si la ausencia o la baja actividad de las enzimas que metabolizan la fructosa eran responsables de la insignificante descomposición del azúcar. Efectivamente, los análisis bioquímicos revelaron que las células cancerosas cultivadas carecían de las enzimas cetohexoquinasa-C y aldolasa-B necesarias para procesar la fructosa.
Basándose en estos datos, se planteó la hipótesis de que los tejidos que producen las enzimas, similares a las generadas por el hígado, descomponían la fructosa en el combustible necesario para las células cancerosas. Al cultivar estas células hepáticas con azúcar marcado, el equipo científico pudo rastrear su absorción en las células.
Para comprobar si las células cancerosas se beneficiaban del metabolismo de la fructosa por parte de otras células, los investigadores cultivaron juntas, pero separadas por una membrana, células hepáticas sanas y células cancerosas de cuello uterino. Observaron que, en presencia de fructosa, las células cancerosas crecían mucho más rápido cuando estaban cerca de las células hepáticas.
Los ladrillos
Al inhibir una enzima clave en el metabolismo de la fructosa en el hígado, se redujo el crecimiento de las células cancerosas, lo que sugiere que las células hepáticas estaban proporcionando algo esencial para el crecimiento tumoral.
Al analizar los compuestos liberados por las células hepáticas y absorbidas por las cancerosas, se descubrió que estas últimas captaban lípidos específicos llamados lisofosfatidilcolinas (LPC). Experimentos en ratones confirmaron que una dieta rica en fructosa aumentaba los niveles de estos lípidos en el organismo.
Al seguir el rastro de estos lípidos marcados, los investigadores observaron que las células tumorales los utilizaban para construir sus propias membranas celulares, lo que indica que la fructosa indirectamente proporcionaba los “ladrillos” necesarios para el crecimiento tumoral.
En resumen, este estudio ha revelado un papel insospechado de la fructosa en la promoción del crecimiento tumoral. Estos hallazgos tienen importantes implicaciones para la salud pública y abren nuevas vías de investigación en el campo de la oncología. Se requieren más estudios para comprender en detalle los mecanismos moleculares subyacentes y desarrollar estrategias terapéuticas basadas en la modulación del metabolismo de la fructosa.
A largo plazo, estos avances podrían conducir a una mejora significativa en la prevención y el tratamiento del cáncer, permitiendo a los pacientes vivir vidas más largas y saludables.
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