Han pasado más de 40 años desde los primeros casos de un extraño y mortal conjunto de enfermedades que se identificó como SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) que, a grandes rasgos, se caracterizaba por la extrema debilidad del sistema inmunológico de la persona, dejándola sin defensas ante cualquier infección.
El 1 de diciembre se ha instituido como el día mundial de la lucha contra el VIH-SIDA. Es una oportunidad para actualizar y refrescar conocimientos sobre la pandemia y recordar a los millones de personas que han muerto por esa causa.
Mucha agua ha corrido bajo el puente
En estos 40 años de pandemia han habido grandes progresos en la lucha contra el SIDA. Han sido hitos: el descubrimiento de VIH (el virus de inmunodeficiencia humana) como causante del síndrome, detectar las formas de transmisión del virus, desarrollar pruebas (Elisa y Western Block) que permiten identificar anticuerpos del VIH en la sangre y la creación de medicamentos antirretrovirales (ARV) cada vez más eficaces y menos tóxicos.
Los logros en la investigación farmacológica han llevado a que médicamente la infección de VIH se considere crónica y no mortal, como era antes. Ahora, se puede convivir con el virus y morir por cualquier causa como alguien que no tenga el virus. Pero ciertas condiciones se aplican.
¿Qué hay de nuevo (y bueno) bajo el cielo?
Un diagnóstico de VIH en la actualidad no es lo mismo que antes, cierto. Se puede tener el virus y no desarrollar el sida, cierto. Por eso, la asociación del virus y el síndrome (VIH-SIDA) debería ir desapareciendo en el discurso.
En los años iniciales de la epidemia no se conocía al VIH y el diagnóstico ante el cuadro clínico era SIDA. Al descubrirse el VIH se vinculó el término al SIDA para facilitar la comprensión de lo dicho, pero a estas alturas, el examen de sangre positivo solo anuncia presencia de anticuerpos al VIH, no que haya SIDA y por ello, la meta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que para el 2030 se haya erradicado el SIDA, queriendo decir que aunque sigan dándose casos de VIH, siendo tratable, no habrá más SIDA en el mundo.
Vencer al VIH
Vencer al VIH es la meta. Para ello, el primer paso es la prevención, evitar que el virus entre al cuerpo.
En los primeros años de la epidemia se determinaron las vías de transmisión del VIH, a saber: Las relaciones sexuales desprotegidas con una persona infectada; de una mujer infectada a su hija o hijo durante el parto o amamantamiento; una transfusión de sangre contaminada y el uso de jeringas infectadas.
En 2024, debido a programas dirigidos a tal fin, en casi todo el mundo, se han reducido significativamente, las infecciones por transfusión, trasplantes y por jeringas, quedando el alto riesgo de infección en las relaciones sexuales desprotegidas y de la madre al recién nacido, cuando no hay control prenatal. En los países en que el control prenatal se puede garantizar, la casi única forma de transmisión del VIH es la sexual.
Siendo que el mayor riesgo de infección de VIH lo tiene cualquier persona sexualmente activa que no se proteja correcta y permanentemente, para lograr contener la epidemia hay que recomendar el uso del condón y hacer la prueba de VIH a tanta gente como sea posible. Como en toda infección, mientras antes se detecte el virus, más probabilidades de eficacia en el tratamiento.
Lo que sigue a un diagnóstico del VIH es el acceso a los medicamentos antirretrovirales, acceso a los reactivos y una continua supervisión médica. En eso está la gran diferencia del control de la epidemia de VIH-SIDA entre un país y otro.
La brecha económica
Un diagnóstico de VIH y las medidas para evitar el desarrollo del SIDA es posible si, y sólo si, se cuenta con los recursos necesarios para controlar el virus. Eso quiere decir que el país donde vive la persona infectada disponga de un buen sistema sanitario y presupuesto que permita garantizar el acceso gratuito y continuo a los medicamentos ARV y a los recursos necesarios para atender cualquier eventualidad producto de la presencia del virus.
Estamos hablando de dinero, de mucho dinero, y por ello, el control del SIDA es más probable en los países ricos, unos pocos, que en los pobres, la gran mayoría.
Posiblemente, dentro de pocos años nos enteremos que el SIDA ha sido erradicado, como el sarampión y la polio, en algunos países, mientras que en otros, la lucha continúa. Por ello, los organismos internacionales y los países ricos deberían tener entre sus prioridades incrementar la ayuda a los países pobres. Un propósito cada vez más difícil de alcanzar porque esos mismos organismos y países están involucrados en costosas guerras en Ucrania, Gaza, el Líbano y es posible que no haya suficientes recursos para todo. El Presupuesto bélico mata a los presupuestos de educación y salud.
Necesario tener en cuenta
Hay que reforzar la prevención del VIH como en los tiempos iniciales de la epidemia. Se ha asumido que la gente sabe lo que hay que hacer para evitar la transmisión del virus aunque también se sepa que no siempre hace lo que debe hacer. Se sabe que el gran aliado en la protección del VIH y otras infecciones sexuales es el uso del condón, pero hay gente que prefiere no usarlo o no tiene acceso a ese recurso.
Se sabe que todas las personas activas sexualmente están en riesgo de infección si no se protegen, que el virus se puede contraer con una sola exposición. Eso hay que recordarlo.
Junto a la falta de percepción de riesgo ante la infección queda por vencer la vergüenza y el miedo que puede generar tener un virus asociado a lo sexual y, todavía, a la muerte. A esto se suma, el temor al estigma por tener el virus y la posible la discriminación que se produzca por esta causa.
Cuando haya más información científica y actualizada al alcance de todo el mundo sobre el VIH, los medicamentos ARV sean de alcance universal y se hayan vencido la vergüenza, el estigma y la discriminación por esa causa, se podrá entender porque se dice que ahora el SIDA es distinto. Ojalá pronto sea así, en todo el mundo.
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