En 2017, el Gobierno de Estados Unidos desclasificó dos archivos fechados en octubre de 1955. En ellos funcionarios de la CIA informaban sobre una fotografía que probaría que Hitler vivió en Colombia. La foto perteneció a Phillips Citröen, un exoficial nazi quien vivió en Tamare, municipio Lagunillas, hasta 1978. El Pitazo habló con fuentes que lo conocieron
Una fotografía muestra a dos personas sentadas. No hay sonrisas ni gestos de alegría. No se miran. Están muy cerca, pero apenas si se rozan con los antebrazos cubiertos por la manga del flux.
A la izquierda se ubica un hombre rubio, que mira directamente a la cámara, con el rostro ovalado, bien afeitado y el cabello peinado hacia atrás. Por la altura que ocupa en la silla, debe medir más de un metro ochenta. Su cuerpo es delgado.
A la derecha, otro hombre de piel blanca posa con las piernas cruzadas y la mirada perdida hacia el lado izquierdo, como si evitara el lente que lo enfoca. La redondez de su cara se suspende por un bigote del ancho de su nariz. Una carrera del lado derecho de su cabeza parte el cabello en dos. No debe medir más de metro setenta y cinco y su espalda no supera el ancho del espaldar de la silla.
Sin duda, el hombre de la derecha se parece a la imagen que tenemos de Adolf Hitler: el líder del nazismo, del Holocausto, el gran derrotado de la Segunda Guerra Mundial, cuya figura conocemos por fotografías y filmes de la época. El hombre que, según los registros históricos, se suicidó junto a su esposa Eva Braun en el sótano de su cuartel general en Berlín, el 30 de abril de 1945.
¿Pero qué se sabe del otro hombre, del rubio, flaco y alto, que está sentado al lado del supuesto Hitler? Documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lo identifican como Phillips Citröen.
Fuentes consultadas por El Pitazo recuerdan a ese hombre como el habitante de una granja con caimanes, monos y aves, ubicada en la periferia de Tamare, la urbanización fundada por la Creole en 1956, en el municipio Lagunillas del estado Zulia.
En esa zona coincidió, en las décadas de 1960 y 1970, con el espía que engañó a Hitler: Joan Puyol García, alias Garbo, condecorado por el servicio secreto inglés y los nazis a la misma vez, quien tenía una tienda de regalos en Lagunillas. Casualidad o no, este relato forma parte de la historia de una región reconocida por su producción petrolera.
Tunja y Maracaibo
La fotografía donde aparecen los dos hombres se conoció en el año 2007, cuando el Gobierno de Estado Unidos desclasificó una serie de documentos. Uno de ellos, con fecha de 3 de octubre de 1955, fue redactado en la oficina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por las siglas en inglés) en Caracas. La segunda, del 17 de octubre de 1955, la escribió un agente de la CIA en la sede Maracaibo.

En ambos documentos se cuenta la historia de una fotografía, aunque por los relatos parecen ser dos. El primer informe, el de oficina de la CIA en Caracas, comenta que el 29 de septiembre de 1955 un agente recibió datos de una fuente confidencial. El informante le dijo al funcionario estadounidense que conoció a un exoficial de la SS que vivía en Maracaibo y trabajaba para una empresa naviera alemana. Su nombre era Phillips Citröen.
De acuerdo con el informante de la CIA, en el año 1955, una década después del final de la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto de la muerte de líder nazi, Citröen afirmó haber tenido contacto con Hitler una vez al mes en sus viajes de Maracaibo a Colombia.
El exoficial de la SS aseguró que se tomó una foto con el líder nazi, quien de acuerdo con su relato abandonó Colombia en enero de 1955, para irse a Argentina.
Más adelante, el informe indica que el 28 de septiembre de 1955, un amigo del informante «obtuvo subrepticiamente la fotografía a la que se refería Citröen», en cuyo reverso tenía escrito Adolf Hritielmayor, Tunja, Colombia, 1954.
El segundo informe, del 17 de octubre de 1955, revela que la oficina de la CIA en Maracaibo conocía de la existencia de Citröen y de la foto desde febrero de 1954. Aquí detallan que Citröen contó a otro funcionario estadounidense en la capital zuliana que mientras trabajaba para una compañía de trenes en Colombia, conoció a una persona que se parecía mucho a Hitler y que además decía serlo.

Ese encuentro ocurrió en un lugar conocido como Residencias Coloniales, en Tunja, Boyacá, Colombia. Citröen agregó que los habitantes del lugar para saludar al presunto Hitler le decían «der Furher».
«Citröen además mostró al miembro de esta oficina una fotografía que fue tomada en Colombia, en la que él aparece de pie junto al supuesto HITLER. Esta fotografía fue prestada por unas pocas horas para ser reproducida, pero, lamentablemente, los negativos eran de tan mala calidad que no se pudieron hacer copias… El original fue devuelto a su propietario y no pudo obtenerse nuevamente con facilidad. Por esta razón, y por el aparente carácter fantasioso del informe, la información no fue enviada en el momento en que fue recibida», se comenta en el escrito.
En el informe de los agentes de la CIA en Maracaibo detalla que Phillips Citröen junto a su hermano Francois y el cónsul alemán en la capital zuliana, Alexander Van Dobben, eran los copropietarios y redactores de un periódico en inglés llamado Maracaibo Times. Antes el más joven de los Francois trabajó en el Maracaibo Herald.
En los dos expedientes de octubre de 1955 se observa una contradicción. En el escrito en Caracas, Phillips Citröen trabajaba para una compañía naviera cuando conoció al supuesto Hitler. Mientras que el redactado por los agentes en Maracaibo señala que laboraba en una compañía de tren de Colombia, en la fecha en que se tomó la foto.
La pose en la foto también genera preguntas. En la del informe del 3 de octubre de 1955, los personajes están sentados. En la que describen en el documento del 17 de octubre de 1955, detallan que están de pie. ¿Fueron dos fotografías distintas las que vieron los agentes de la CIA?
Las hipótesis sobre Hitler en América Latina
La fotografía de Phillips Citröen con el supuesto Hitler, es una de las pruebas que presentan quienes sostienen la hipótesis de que el líder del nazismo no se suicidó en Berlín y que logró escapar de Alemania y de allí pasó a España. Luego usó un submarino que lo llevó a la Patagonia, en Argentina, donde habría desembarcado junto a Eva Braun.
El periodista argentino Abel Basti es uno de los principales exponentes de la hipótesis sobre la presencia de Hitler y otros altos jerarcas del nazismo en América Latina. Ha escrito siete libros dedicados a este tema, en los que afirma que el presidente Juan Domingo Perón aprobó la llegada de los nazis a Argentina.
Según Basti, desde Argentina los nazis se desplazaron a otras regiones del subcontinente, como Colombia, Brasil y Paraguay. Incluso, tras la caída de Perón en septiembre de 1955, Hitler se fue al territorio paraguayo donde murió.
Basti respondió un correo electrónico enviado por El Pitazo, en el cual apunta que la mamá de los hermanos Citröen fue una diplomática cuya oficina consular se encontraba en Maracaibo.
Cuenta en el correo electrónico que logró identificar a Phillips Citröen gracias «a la información de los documentos de la CIA, de los servicios de inteligencia colombianos, a los registros militares del Reino de Países Bajos y a la suministrada por Phillips Citröen Junior».
A través de esos datos confirmó que Phillips Citröen era holandés de nacimiento, pero también, debido a la colaboración del hijo varón del exoficial nazi accedió al original de la foto tomada en Tunja, Colombia, en la cual Hitler y su acompañante se encuentran sentados.
Sobre la autenticidad de la foto, comenta en las respuestas a El Pitazo que la imagen la sometieron a un peritaje del papel fotográfico, de la tinta y de los rasgos fisionómicos de a quien identifican como Hitler. «Por lo que tengo 100% de certeza», dice en el correo para ratificar que se trata del líder nazi.
En un reportaje del 27 de julio de 2023 emitido por Noticias Caracol, la producción, además de entrevistar a Basti, también consultó al presidente de la Academia Boyacense de la Historia, Javier Ocampo López; y al experto argentino en criminalística, Enrique Prueguer; quienes soportan la información del periodista argentino sobre la presencia de Hitler en Tunja y la veracidad de la fotografía.

En uno de los videos en Youtube en los cuales entrevistan a Basti, el autor de los siete libros sobre la presencia nazi en Argentina, apunta que la fotografía con Citröen constituyó la prueba para demostrar a los financistas europeos del líder del Holocausto, que Hitler seguía con vida en América Latina.
En sus libros y entrevistas plantea la hipótesis de que el Gobierno de EE. UU. permitió que Hitler escapara y se instalara en América Latina, a cambio de la entrega de información que ayudó al desarrollo de la industria estadounidense.
El periodista argentino no explica cómo el Mossad, la temida organización de inteligencia israelí fundada en 1949, famosa por la caza de líderes nazis en América Latina y de los terroristas que han atacado a los israelitas en diferentes partes del mundo, no lograron dar con el paradero de Hitler y Eva Braun.
La razón puede ser que el Mossad nunca se tomó en serio la supuesta presencia de Hitler en América Latina, al contrario de lo que ocurrió con líderes nazis como Adolf Eichman en 1960 en Argentina; y Herberts Cukurs en Uruguay en 1965. El primero fue capturado y juzgado por participar en el Holocausto. Al segundo los efectivos del Mossad lo asesinaron.
Más allá de las hipótesis sobre Hitler, de lo único de lo que no se tiene duda, es de la existencia de Phillips Citröen, y no solo por los documentos de la CIA y la investigación de Basti, sino también por el testimonio de personas que lo conocieron cuando vivió en Tamare.
La granja de los animales exóticos
Javier Fernández Barrientos nació en el año 1970 en el Zulia. Junto a su padres y tres hermanos vivía en Ciudad Ojeda. De esa década recuerda cuando su papá, José Fernández Cid, lo llevaba a Tamare a visitar una granja con animales exóticos que pertenecía a un señor alemán-holandés llamado Phillips Citröen, el mismo que ahora reconoce en la foto sentado al lado del presunto Hitler.
—¿Cuáles eran esos animales exóticos?
—Había un cocodrilo, monos, chigüires y muchas aves, comenta Javier, quien para afianzar sus recuerdos se apoya en la memoria de su madre, Concepción Barrientos, de 83 años y en las de sus hermanos mayores, José y Maricarmen, quienes también fueron a la granja.
Su papá era un catalán que emigró a Venezuela en la década de los 60. Llegó a Caracas y luego se trasladó a Ciudad Ojeda, porque lo contrató la empresa constructora Hermanos Puig, que construyó urbanizaciones en la localidad falconiana de Paraguaná y Tamare.
José Fernández Cid se encargaba de llevar la contabilidad de la constructora. Pero tenía una habilidad especial para los idiomas. Hablaba nueve entre ellos el esperanto, lengua creada artificialmente por el médico polaco Ludwik Lejzer Zamenhof en 1887, para que sirviera como idioma universal.
«Con el señor Citröen, mi papá siempre hablaba en alemán. Mientras yo me quedaba viendo los chigüires y las aves, ellos conversaban sin que llegar a entender qué decían. Lo mismo pasaba con mis hermanos», rememora los recuerdos de un niño de ocho años a sus casi 55.
Javier dice que cuando Citröen se mudó a Tamare vivió junto a su esposa, hija e hijo en una habitación que le alquilaron en la sede de Hermanos Puig, la misma edificación que más tarde se convirtió en el Lago Bar, restaurante y discoteca propiedad de la familia del actual alcalde de Lagunillas, Cheo Mosquera.
Tras una temporada en la sede de la constructora, levantó su casa en un terreno con cocotales muy cerca del río Tamare. Allí ubicó la granja con los animales exóticos.
El vecino
Ismael Fermín era un abogado de 33 años y dirigente de Acción Democrática en el entonces Distrito Lagunillas, cuando en 1973 compró un terreno en Tamare, al lado de un lugar que en ese momento se conocía como la granja Citröen.
Su sueño era construir una casa para su mamá, quien falleció un año después. En honor a su madre llamó a su propiedad granja Ana Cristina.
«La granja Citröen tenía cocotales y según los vecinos, también habían animales exóticos que nunca llegué a ver. Pero lo que sí te puedo decir es que se escuchaban a los muchos pájaros que había allí. También se decía que la señora y el señor daban en ese lugar clase de inglés a los trabajadores venezolanos de las petroleras», relata Fermín ahora de casi 85 años, tiempo del cual no olvida el misterio que rodeaba a esa familia.
Narra que solo en una ocasión habló con la esposa de Citröen, porque tuvieron un problema por la instalación de una tubería de agua para el sector. «Uno solo veía salir a la señora con una hija. Era la muchacha la que manejaba un carro pequeño».
Para precisar las fechas, Fermín usa el almanaque de las campañas electorales. Por eso rememora con claridad que en 1978, cuando fue jefe de campaña de AD en el distrito, prestó su granja Ana Cristina para preparar la propaganda política en apoyo al candidato adeco para las elecciones presidenciales de ese año, Luis Piñerúa, quien se enfrentaba al copeyano Luis Herrera Campins. El 3 de diciembre de ese año, Herrera Campins resultó electo.
«Recuerdo muy bien la fecha de lo que te voy a contar porque pasó luego de la elección. En la mañana, al llegar a mi bufete en Ciudad Ojeda, recibí una llamada telefónica. Me habló una mujer pidiendo el favor de que fuera a la granja de los Citröen e informara que la esposa y la hija habían tenido un accidente en Carora (estado Lara, a dos horas de Tamare)», rememora.
Fermín dice que fue a casa de los Citröen y tocó la corneta de su carro por 15 minutos. Luego de un rato salió un vigilante quien dijo que el señor Citröen no estaba. Con él dejó el mensaje del accidente de las dos mujeres en Caraora y se retiró.
A los siete u ocho días de haber ido a la granja, llegó a su bufete Phillips Citröen, quien le agradeció haberse tomado la molestia de llevar la información hasta su casa. «Antes de irse me dijo que por la buena reputación que yo tenía como abogado, no se imaginaba que fuera una persona tan joven».
En enero del año siguiente, en 1979, Fermín se enteró de que los Citröen vendieron el terreno de la granja a unos empresarios italianos que luego construyeron en ese lugar la sede del Club Ítalo Venezolano de Tamare.
«Ahora entiendo, casi 50 años después y gracias a la foto que me enviaste a través de mis hijos, el misterio que rodeaba a esa familia. Al ver la fotografía de ese señor sentado al lado de Hitler, puedo comprender lo que pasaba en la granja Citröen», afirma Fermín.
El encuentro entre Joan Puyol y Citröen
Ismael Fermín también conoció a uno de los espías más importantes de la Segunda Guerra Mundial, quien vivió en el municipio de Lagunillas, sin ocultarse de nadie, pero del que solo se supo su historia cuando el personaje contó en entrevistas lo que hizo para engañar a Hitler.
«A mí también me engañó Joan Puyol. Uno lo veía en su tienda, en la calle y jamás se imaginaba que tenía esa historia», expresa el abogado al contar la impresión que tuvo cuando conoció que el dueño de la Casa del Regalo, un negocio ubicado en el centro comercial Lagunillas, era el espía conocido como Garbo.
Los hermanos Fernández Barrientos también conocieron a Puyol y lo vieron un día en la granja de los animales exóticos de Citröen.

Maricarmen, la mayor de las dos hijas de la familia de José y Concepción, dice que un día su papá, su mamá, su hermano José y ella salieron de su casa para ir a la granja de Citröen, pero antes pasaron por la vivienda de un español al que llamaban el Pollero. Esta persona le entregó un sobre grande a su padre, quien lo llevó sin abrir hasta la propiedad del exoficial nazi.
Al llegar a ese lugar se encontraron con que en el sitio estaba Joan Puyol, quien hasta ese momento era solo un amigo de su padre. «Yo iba con él a la tienda de regalos. Pero cuando conversaban lo hacían en esperanto», afirma Javier quien sabía que se trataba de esa lengua porque su padre se lo explicaba.
Con el tiempo todos en la casa de los Fernández Barrientos supieron que Puyol era reconocido en Europa y EE. UU. con el seudónimo de Garbo, el espía que engañó a Hitler antes del desembarco de Normandía, al hacerse pasar como informante de los nazis, cuando trabajaba para el servicio secreto de Reino Unido.
De quién no tenían más información hasta ahora era del dueño de la granja que visitaban con su padre, Phillips Citröen, quien junto con su familia se desapareció de la zona sin dejar rastros.
Solo ver la fotografía de Citröen junto al supuesto Hitler, más de siete años después de que fuera desclasificada por EE.UU., ayuda a los hermanos Fernández Barrientos a entender el porqué su papá hablaba con el exoficial nazi y Puyol en alemán y esperanto. Pero la de José Fernández Cid es otra historia.