Texto: Andreina Mujica
Leonardo Padrón, una de las voces más queridas y versátiles de la poesía venezolana contemporánea, presenta su segunda antología poética en la Feria del Libro de Madrid 2025, bajo el sello de la prestigiosa editorial Pre-Textos.
Estará firmando ejemplares en la caseta 303 el sábado 7 de junio, de 6:00 p.m. a 8:00 p.m. Una cita imperdible con la palabra que pulsa y permanece.
Hablar de Pre-Textos es nombrar un santuario de la palabra. Una editorial que no solo publica poesía, sino que la cuida, la escucha y la respira. Con una mirada afinada para lo esencial, ha sido hogar de voces que iluminan desde el silencio: Antonio Gamoneda —una de las presencias que susurra en las noches de Padrón—, José Ángel Valente, Ida Vitale, y tantos otros que han hecho del verso un modo de estar en el mundo.
«El tiempo es un animal cansado.
Un viejo truco de Dios
Para creerse inmortal.» Leonardo Padrón
-¿Qué sería Miami para ti, Leonardo?
-Miami es el refugio de la intemperie. Es el sitio donde todavía intento domesticar el recuerdo de aquella vieja amante que es Caracas, para que no me duela tanto.
Es el sol que grita. Es el cielo magnífico. Es la opulencia y la fatuidad. Es también la extinción del peatón.
-¿Y cómo sientes su evolución como ciudad?
-Es una ciudad que ha decidido comenzar a nacer otra vez. Y como toda construcción, genera escombros. A medida que creces, también dejas rastros, ruinas a tu alrededor.
Esa es la paradoja de Miami: la tensión entre construcción y destrucción.
Y es ahí donde he estado aprendiendo, de la forma más ardua posible, a construir un sentido de pertenencia, por puro instinto de supervivencia.
-¿Y cómo se siente vivir allí ahora?
-Es una ciudad generosa, que ha abierto sus puertas a muchísima gente.
Pero ahora es un territorio inmensamente inestable, como lo es gran parte de Estados Unidos. Siento que empezamos a percibir los síntomas del fin de un imperio, y en Miami esos síntomas son especialmente visibles.
-Si hoy tuvieras que empezar un nuevo proyecto, ¿de qué escribirías?
-Escribiría una serie sobre este momento tan disruptivo, tan especial que está viviendo Estados Unidos y que repercute en todo el mundo. Pero parece que lo que se ha decidido es un cambio problemático. El problema es que estamos en medio del terremoto. Y uno no escribe el terremoto mientras lo vive. En este instante lo que toca es protegerse, vivir, preservarse.
-Leonardo, hablábamos de cómo la historia reciente de Venezuela ha impactado nuestras vidas. Dijiste algo que me quedó resonando: “los venezolanos perdimos la capacidad de aburrirnos hace 27 años".
-Sí, totalmente. Fue en 1998, con la llegada al poder. Pero si nos vamos más atrás, ya en 1992, con los golpes de Estado, y antes aún, en 1989, con el Caracazo. Aquello fue el inicio, el teaser de lo que vendría. Pensamos que eran miniseries que acabarían ahí, pero resultaron ser la saga completa del país.
-Y ahora que mencionas tu vida más íntima, el Leo papá… ¿cómo ha sido para ti esa dimensión de la paternidad? ¿De qué manera se ha reflejado en tu obra?
-Es una gran pregunta. Mira, yo soy hijo único, y como tal, uno tiene muy bien amueblada su soledad. Te sientes más individuo que colectivo. Pero cuando tienes hijos, eso cambia radicalmente. Aparece una prolongación tuya que te necesita y a la que tú necesitas. Es un amor inédito, el más poderoso. Cambia incluso cómo te miras en el espejo de la vida. Sientes que tu mortalidad debe ser más protegida. Te da más miedo morir.
-¿Y cómo eso ha permeado tu escritura?
-No lo sé con certeza. Nunca me he hecho esa pregunta profundamente porque la mera existencia de ellos ya es tan avasallante y transformadora, que no necesito racionalizarlo en la escritura. Pero sin duda está en mi discurso interior, en lo que soy.
-Imagino que ser padre también implica cometer torpezas, pero a veces, de la torpeza nace la proeza.
-Claro, mis hijos ya tienen 23 años. Tienen su propio discurso generacional. Ya no puedes imponerles tu visión del mundo. Ellos tienen sus propios códigos. Y me encanta eso. Porque me hacen crecer. Me enseñan música, cine, nuevas formas de mirar. Me muestran un flanco nuevo de la vida. Y tienen una mirada más limpia, más pura. Menos heridas, menos cicatrices.
-¿Ves un regreso a Venezuela?
-Yo quisiera regresar. Venezuela sigue siendo mi casa, mi casa grande. No sé si para vivir ahí para siempre, pero sí para ir y venir, para ayudar. Me encantaría formar parte de ese capital humano necesario para reconstruir el país. Quisiera ser uno de los cabecillas de esa rebelión necesaria.
-Justo estoy trabajando en una serie de reportajes sobre venezolanos fuera del país que sienten que pueden aportar a esa reconstrucción. ¿Te interesaría participar?
-Por supuesto. Me parece una iniciativa bellísima. Hace falta esperanza. Hace falta aliento. Vivimos en una época donde lo que domina es la resignación, el olvido, la frustración.
-La situación es tan compleja que ya no se sabe cómo participar como ciudadano. Y otros, desde la rabia, caen en posturas extremas. Hay una confusión general, un desencanto muy profundo.
Sí. Es un momento muy delicado. Pero por eso mismo es fundamental que sigamos conversando, creando, conectando desde otros lugares. El periodismo, la poesía, la memoria. Todo suma.
-Totalmente. Gracias por tu honestidad, Leo. Esta conversación ha sido, como siempre, un acto de lucidez y de afecto.
-Gracias a ti. Encantado de hablar, de pensar juntos. Nos seguimos viendo en estas esquinas que aún nos quedan. Y gracias por abrir esta ventana.