Nombrarnos para existir: el poder del lenguaje frente a la violencia contra las mujeres

Cada 25 de noviembre, cuando conmemoramos el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, solemos pensar en los golpes, los feminicidios, los abusos que dejan marcas visibles. Pero hay otra forma de violencia, la violencia simbólica del lenguaje, que se cuela sin estruendo y atraviesa nuestras conversaciones, las leyes, los titulares y las aulas.

El lenguaje no es neutro. Tiene poder. Puede liberar o puede oprimir; puede visibilizar o puede borrar. Y durante siglos, el lenguaje hacia las mujeres nos borró. En los libros de historia se hablaba de los grandes hombres; en las leyes, de los ciudadanos; en las ciencias, el hombre era sinónimo de humanidad. Si no estábamos nombradas, simplemente no existíamos. No teníamos derechos, ni voz, ni siquiera una categoría política.

Por ello, una parte esencial del feminismo ha sido desde sus orígenes, reapropiarse del lenguaje para poder decir mujer, decir nosotras, decir violencia machista sin miedo ni eufemismos. Cada palabra conquistada fue una batalla ganada.

Pierre Bourdieu llamó violencia simbólica a ese poder que se ejerce a través del lenguaje. A veces, una sola palabra puede desplazar o transformar por completo el sentido de una realidad. Durante años, se hablaba de violencia doméstica, como si fuera un problema privado, un asunto del hogar. Cuando las feministas empezaron a decir violencia contra la mujer, el foco cambió. Ya no era un conflicto familiar, sino una violación de derechos humanos. Y cuando dimos el paso a violencia machista, el sistema se hizo visible. Nombrar es, también, repartir poder y responsabilidad.

Sin embargo, hoy enfrentamos un nuevo tipo de borrado.

En nombre de la inclusión, algunas instituciones y políticas públicas han comenzado a eliminar nuevamente la palabra mujer. Se nos llama personas gestantes, personas menstruantes o cuerpos con útero. La intención puede ser buena, porque se dice que es para ampliar el reconocimiento de otras identidades. Pero el resultado, paradójicamente, es que las mujeres desaparecemos otra vez.

Después de siglos de lucha por ser reconocidas como sujetos políticos, históricos y humanos —no como objetos, no como vientres, no como propiedad—, nos vemos reducidas otra vez a funciones biológicas. Nombrar a las mujeres no excluye a nadie. Pero borrarlas, sí.

Y este no es un debate semántico. Tiene consecuencias reales.

Cuando las leyes de salud eliminan la palabra mujer, se vuelve más difícil hablar de violencia obstétrica, de mortalidad materna o de brechas en el acceso a la salud reproductiva. Cuando las estadísticas sustituyen mujeres asesinadas por personas víctimas de violencia de género, se pierde de vista que la mayoría de las víctimas son mujeres y casi todos los agresores son hombres.

Si el lenguaje se neutraliza, la violencia se disfraza

Y sin lenguaje claro, no hay políticas efectivas. Todavía hay muchos países en América Latina donde aún se tipifican feminicidios como homicidios y donde muchas mujeres son revictimizadas al denunciar. Por eso defender el lenguaje es defender la precisión política y la memoria colectiva.

El feminismo entendió desde siempre que las palabras son herramientas de resistencia. Ni una menos, Yo sí te creo, Nos queremos vivas no son solo consignas; son actos de nombramiento colectivo. Son maneras de decir: estamos aquí, somos muchas y no aceptamos más silencio.

Podemos y debemos construir un lenguaje más inclusivo, más consciente de las diversidades, pero no a costa de borrar las categorías que permiten identificar las violencias estructurales que seguimos sufriendo. La palabra mujer sigue siendo necesaria. La necesitamos en las leyes, en las estadísticas, en la educación y en el discurso público. Nombrarnos es existir.
Y existir, todavía, sigue siendo un acto de resistencia.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Psicóloga. Magister en Gerencia de Empresas. Coach Ontológico Empresarial. Directora Fundadora de feminismoinc.org Venezolana. Feminista. IG: @feminismoinc