Que un niño, niña o adolescente se suicide por problemas de identidad de género es una herida infinita para su familia, una bofetada para la comunidad, para la sociedad. Un acto de ese tipo es un crimen social y demuestra que el cáncer de la incomprensión y la intolerancia avanza a pesar de las radiaciones de modernidad.
El tema de la identidad de género (atención: de género, no sexual) sigue produciendo confusión. No solo a quien la sufre (así, del verbo sufrir y en superlativo), sino para la gente del común que no entiende qué quiere decir e, inclusive, para algunos «conocedores» de temas de sexualidad como quienes hablan de la ideología de género.
La identidad nos dice quiénes somos, ya sea porque las otras personas nos identifican: ese es `fulanito´ o `sutanita´ o porque la sociedad lo acredita legalmente a través de una cédula o tarjeta de identificación. Pero sobre todo, la identidad es como uno se ve a sí mismo, externamente, en el espejo, en una fotografía, o, internamente, con el concepto de sí mismo.
Identidad es reconocerse y expresarlo: yo soy, con nombre, apellido, de tal edad, un sexo. Entre los datos básicos con los que nos identificamos y nos identifican, aparece el sexo, el sexo biológico.
La identidad sexual tiene dos dimensiones: la biológica, dada por los genitales, y la de género, definida por la sociedad.
La identidad sexual se atribuye desde antes del nacimiento. A través de un ecosonograma se puede identificar si el embrión es de un niño, una niña o confuso. Esta identidad se confirma en el parto. Se ven los genitales de quien recién nació y se anuncia, si es una niña o un niño.
Extraordinariamente, puede ocurrir que no se identifiquen claramente si quien recién nació tiene pene o vulva. Son los casos que antes llamaban hermafroditas (una categoría poética) y hoy, intersexuales (una categoría biológica), una consecuencia de malformaciones genéticas.
La identidad sexual, como parte del concepto de sí mismo, se enuncia a partir de los genitales y se expresa a muy temprana edad. El niño o niña aprenden a diferenciarse porque ellos tienen pene y ellas vulva. A partir de esa característica, pueden decir: soy varón o soy niña y sentirse/identificarse como tal. Pero no siempre es así.
Los genitales, algo biológico, definen la identidad sexual pero luego viene la identidad de género que es aprendida, según pautas sociales y la atracción sexual, otro aspecto de la sexualidad, distinto y más complejo que lo genital e inclusive, que el género sexual.
Las pautas sociales van diciendo cómo deben comportarse los varones y cómo las mujeres. Así se va aprendiendo y desarrollándose la identidad de género. La identidad de género se expresa en comportamientos aprendidos, independientes de los genitales que son biológicos.
La sociedad espera que los varones se vean a sí mismos como varones y se comporten como hombrecitos y que las hembras se vean a sí mismas como hembras y se comporten como mujercitas.
Así como los niños y niñas adquieren su identidad sexual a muy corta edad, a partir de sus genitales, también lo hacen con su identidad de género. Se espera que cada niño o niña se identifiquen y comporten masculina o femeninamente, según sus genitales. Pero no siempre es así.
Hay varones, definidos así por tener pene, que desde muy pequeños se comportan y se pueden sentir como si fueran del otro género, el femenino. Asimismo, hay niñas que se masculinizan, se sienten y quieren ser como la sociedad dice que deben ser los varones.
Si la identidad de género (insisto. diferente a la identidad sexual) no se da cómo la sociedad espera, se crean serios conflictos. Las sociedades suelen ser muy estrictas con la sexualidad de sus miembros porque de ella depende, en esencia, su supervivencia como sociedad..
Cuando un niño, niña o adolescente tiene conflicto entre su sexo y lo que la familia, la escuela, la sociedad, le exigen como género, sufre terriblemente.
Por lo general, un niño, niña o adolescente con conflicto de identidad de género es una vergüenza para su familia quien puede agredirle y en la escuela y la comunidad puede ser objeto de burlas y persecusiones.
Pocas veces, un niño, niña o adolescente con conflicto de identidad de género encuentra alivio o quien le apoye. El miedo a más sanciones es tal que prefiere callar aunque mucha gente sepa lo que le sucede, pero no lo que sufre. Huyendo del sufrimiento puede optar por el suicido y la sociedad que lo indujo, llorará, se dará golpes en el pecho.
El sufrimiento por conflicto de identidad de género y de atracción sexual también puede darse cuando se ha alcanzado la adultez, pero entonces hay más recursos para enfrentar las dificultades. Sobre eso escribiremos más adelante.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El peso del estigma
No puedo evitar el sesgo emocional cuando hablo sobre la guerra Rusia-Ucrania, así como cualquier guerra. Mis padres, hoy desaparecidos, fueron niños de la guerra y todavía sus historias marcadas por el dolor, resuenan en mi alma. Acerca de la guerra, Rubén Darío escribió: «La guerra es un monstruo feroz, que todo lo destruye sin […]
La escuela es un espacio para socializar, para el encuentro, en un ambiente protegido de la violencia. Un espacio de agresión y escuela deben ser antónimos, pero eso se debe construir. No se puede esperar que sean solo las familias y las instituciones las que resuelvan los entuertos. Actualmente hay testimonios que dibujan ese escenario […]
Viene otro Día Internacional de la Mujer. De nuevo se abren espacios para revisar la situación de las mujeres (en plural) y reflexionar sobre la efectividad de las medidas tomadas por diversos organismos -públicos, privados, Ongs- en la tarea de cerrar las brechas históricas entre mujeres y hombres. Organismos como Cepal, ONU, ONU Mujeres, Oxfam […]
Acaso es difícil entender ¿por qué la historia se presta para amordazar ideales de precursores y libertadores, o de episodios protagonizados en provecho de excelsos resultados? El problema reside en razones que -ausentes de justificación alguna- son omitidas, alteradas o deformadas por intereses demagógicos distanciados de los momentos históricos. Es lo propio de los autoritarismos […]
Que un niño, niña o adolescente se suicide por problemas de identidad de género es una herida infinita para su familia, una bofetada para la comunidad, para la sociedad. Un acto de ese tipo es un crimen social y demuestra que el cáncer de la incomprensión y la intolerancia avanza a pesar de las radiaciones de modernidad.
El tema de la identidad de género (atención: de género, no sexual) sigue produciendo confusión. No solo a quien la sufre (así, del verbo sufrir y en superlativo), sino para la gente del común que no entiende qué quiere decir e, inclusive, para algunos «conocedores» de temas de sexualidad como quienes hablan de la ideología de género.
La identidad nos dice quiénes somos, ya sea porque las otras personas nos identifican: ese es `fulanito´ o `sutanita´ o porque la sociedad lo acredita legalmente a través de una cédula o tarjeta de identificación. Pero sobre todo, la identidad es como uno se ve a sí mismo, externamente, en el espejo, en una fotografía, o, internamente, con el concepto de sí mismo.
Identidad es reconocerse y expresarlo: yo soy, con nombre, apellido, de tal edad, un sexo. Entre los datos básicos con los que nos identificamos y nos identifican, aparece el sexo, el sexo biológico.
La identidad sexual tiene dos dimensiones: la biológica, dada por los genitales, y la de género, definida por la sociedad.
La identidad sexual se atribuye desde antes del nacimiento. A través de un ecosonograma se puede identificar si el embrión es de un niño, una niña o confuso. Esta identidad se confirma en el parto. Se ven los genitales de quien recién nació y se anuncia, si es una niña o un niño.
Extraordinariamente, puede ocurrir que no se identifiquen claramente si quien recién nació tiene pene o vulva. Son los casos que antes llamaban hermafroditas (una categoría poética) y hoy, intersexuales (una categoría biológica), una consecuencia de malformaciones genéticas.
La identidad sexual, como parte del concepto de sí mismo, se enuncia a partir de los genitales y se expresa a muy temprana edad. El niño o niña aprenden a diferenciarse porque ellos tienen pene y ellas vulva. A partir de esa característica, pueden decir: soy varón o soy niña y sentirse/identificarse como tal. Pero no siempre es así.
Los genitales, algo biológico, definen la identidad sexual pero luego viene la identidad de género que es aprendida, según pautas sociales y la atracción sexual, otro aspecto de la sexualidad, distinto y más complejo que lo genital e inclusive, que el género sexual.
Las pautas sociales van diciendo cómo deben comportarse los varones y cómo las mujeres. Así se va aprendiendo y desarrollándose la identidad de género. La identidad de género se expresa en comportamientos aprendidos, independientes de los genitales que son biológicos.
La sociedad espera que los varones se vean a sí mismos como varones y se comporten como hombrecitos y que las hembras se vean a sí mismas como hembras y se comporten como mujercitas.
Así como los niños y niñas adquieren su identidad sexual a muy corta edad, a partir de sus genitales, también lo hacen con su identidad de género. Se espera que cada niño o niña se identifiquen y comporten masculina o femeninamente, según sus genitales. Pero no siempre es así.
Hay varones, definidos así por tener pene, que desde muy pequeños se comportan y se pueden sentir como si fueran del otro género, el femenino. Asimismo, hay niñas que se masculinizan, se sienten y quieren ser como la sociedad dice que deben ser los varones.
Si la identidad de género (insisto. diferente a la identidad sexual) no se da cómo la sociedad espera, se crean serios conflictos. Las sociedades suelen ser muy estrictas con la sexualidad de sus miembros porque de ella depende, en esencia, su supervivencia como sociedad..
Cuando un niño, niña o adolescente tiene conflicto entre su sexo y lo que la familia, la escuela, la sociedad, le exigen como género, sufre terriblemente.
Por lo general, un niño, niña o adolescente con conflicto de identidad de género es una vergüenza para su familia quien puede agredirle y en la escuela y la comunidad puede ser objeto de burlas y persecusiones.
Pocas veces, un niño, niña o adolescente con conflicto de identidad de género encuentra alivio o quien le apoye. El miedo a más sanciones es tal que prefiere callar aunque mucha gente sepa lo que le sucede, pero no lo que sufre. Huyendo del sufrimiento puede optar por el suicido y la sociedad que lo indujo, llorará, se dará golpes en el pecho.
El sufrimiento por conflicto de identidad de género y de atracción sexual también puede darse cuando se ha alcanzado la adultez, pero entonces hay más recursos para enfrentar las dificultades. Sobre eso escribiremos más adelante.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: El peso del estigma