La crisis económica en Venezuela, entre otras situaciones de la actualidad, ha puesto en jaque al sistema educativo público. Los bajísimos salarios empujan a maestros, profesores y otros trabajadores educativos a buscar otros empleos para sobrevivir.

Los alumnos tienen hoy más días libres que de clases y salen de las etapas formativas primaria y secundaria con grandes lagunas educativas.

Un reciente estudio de la UNESCO, titulado «El precio de la inacción», alerta sobre las consecuencias económicas del abandono escolar prematuro y la falta de adquisición de habilidades básicas, tanto cognitivas como no cognitivas. El estudio presenta evidencias que demuestran que si no se toman medidas urgentes, el costo global de este problema alcanzará la enorme cifra de $10.000 millones anuales para el año 2030.

En 80% de las escuelas de Venezuela, los alumnos van a clases solo dos o tres días por semana. Y no es por no querer, sino porque en el país no hay suficientes maestros, muchos por dedicarse a otros oficios más rentables, varios porque migraron a otros países.

El sistema educativo venezolano es una de las áreas prioritarias del país que ha sido afectada de manera más profunda. Uno de los principales objetivos del modelo chavista era lograr el acceso masivo de los niños y adolescentes al sistema educativo venezolano. Sin embargo, los hechos evidencian exactamente lo contrario.

Educación en emergencia

Para Leonardo Carvajal, docente e investigador de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), la actual crisis educativa no es nueva, pues tiene datos de que el déficit estructural de docentes comenzó aproximadamente desde 1996, según se refleja en una investigación de la profesora Maritza Barrios, que concluye que en materias claves como matemáticas, física, biología y química ya se estaba presentado una disminución de docentes formados.

«Faltan docentes, especialmente profesores, los de bachillerato, especialistas en distintas materias. Allí hay un déficit muy grande y eso está agravadísimo desde 2015, por lo que sí es nuevo: la migración. Profesores que deberían estar en el aula, ya no están, porque no existen. Faltan 57 mil, según cálculos del Ministerio de Educación, en todo el país», añadió Carvajal.

El investigador asegura que el ministro de Educación, Héctor Rodríguez, está consciente de ese déficit y que se mostró comprometido en una reciente reunión con expertos en docencia, en la que participó en representación de la Ucab, a tratar de resolver el problema

Para Carvajal, la crisis en la educación venezolana aumentó en el año de la pandemia, en 2020, «cuando no todos los docentes y estudiantes contaban con los recursos tecnológicos para enfrentar, desde casa, una emergencia sanitaria como se presentó con el coronavirus».

Adicionalmente, comentó que las primeras consecuencias de esta brecha digital se notaron en la generación de cuarto y quinto año de bachillerato por el bajo nivel con el que egresaron de sus centros educativos.

Cree que las soluciones a esto debe ser una visión compartida, con trabajo conjunto y compromiso de mejora entre el Estado y las universidades formadoras de docentes.

«Y por supuesto, debe entenderse que los salarios son importantes y todos los docentes requieren de sueldos dignos para motivarse a asistir a las aulas», agregó.

Señaló que el plan de emergencia anunciado por Héctor Rodríguez, de llamar a docentes jubilados o que trabajan en otras áreas, pudiera ser viable mientras se cumplan con sus exigencias de sueldos, y que lo más importante allí es que los alumnos tengan sus clases.

Un reto ante tres millones de niños sin clases

Niños que dejaron de ir a clases cuando sus familias apenas tienen para comer o que estudian en escuelas que solo abren dos o tres veces por semana; maestros que desertan, hartos de precarios sueldos: la red de educación pública está al borde del colapso en Venezuela.

Tres millones de niños y jóvenes han quedado excluidos de las aulas, denuncia la Federación Venezolana de Maestros (FVM). Es un tercio de la población en edad escolar, afirma un reporte de la AFP.

La FVM identifica «la crisis alimentaria» provocada por años de crisis económica como una de «las principales causas que impiden a docentes y estudiantes acudir a los centros educativos».

Arleth Bolívar se siente afortunada de tener a su niña de 13 años en el colegio San José Obrero, en la barriada de Antímano, en Caracas, una de las 196 escuelas que tiene en Venezuela la organización educativa católica Fe y Alegría, dedicada a atender sectores populares.

«Nunca han dejado de dar clases», comenta a la AFP esta mujer de 39 años. «No como en otros liceos, que no hay ni profesor».

Como parte de iniciativas que surgen para tratar de retener a los alumnos en las aulas, Fe y Alegría lanzó al inicio del año escolar 2023-2024, el mes pasado, un plan de recolección de fondos para becar a 10.000 de los 96.000 alumnos que asisten a sus colegios en Venezuela.

«Tenemos un eslogan: ni uno menos», dice la directora del programa de escuelas de Fe y Alegría, Noelbis Aguilar. «A través de la educación, salvas vidas».

La mensualidad en los colegios de Fe y Alegría, que recibe fondos del Estado y donaciones de empresas privadas, ronda los 20 dólares, aunque hay exoneraciones. El año pasado había 1.500 becados.

El déficit de educadores bordea 40%, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). El gobierno les pide regresar a las aulas.