Debajo del ruido de la diatriba política y la crisis económica, hay una emergencia humanitaria que sigue allí, silenciosa, desde hace al menos 10 años, y que no se ha superado aunque no se hable del tema. Está “enconada” y ha pasado a fase de “olvido y subregistro”, frecuente en las naciones “sin pronósticos”.
Es la alerta que quiere hacer la nutricionista especializada en gestión de la seguridad alimentaria, en emergencias humanitarias y riesgo de desastres, Susana Raffalli. En entrevista reciente con Efecto Cocuyo lamentó que no se hayan implementado los correctivos pese a haber sido una denuncia constante de los inicios de la crisis.
El daño provocado por la desnutrición, agravada por falta de acceso a una alimentación adecuada, agua y la precariedad del sistema de salud, en futuras generaciones ya está hecho, subrayó. Y pronosticó que le va a costar al país dentro de 20 años al menos 17-20% de su PIB, “porque es un capital humano que crece con pocas capacidades”.
A continuación algunas claves del demoledor mensaje de la también defensora de derechos humanos:
Desnutrición: crisis de salud pública
Un monitoreo en niños y niñas menores de 5 años, mujeres embarazadas y en periodo de lactancia en zonas “muy empobrecidas”, le permiten a Rafalli señalar que niños entre 10 y 12 niños menores de 5 años, por cada 100 evaluados, presentan desnutrición aguda, moderada y severa.
En el caso de las mujeres, indica, 20% a 25% de embarazadas y que están dando lactancia materna, presentan déficit nutricional. Según estadísticas de Naciones Unidas, 3 de cada 10 mujeres en Venezuela viven con anemia y lo califica de “pavoroso”. 70% del riesgo nutricional en las mujeres embarazadas se concentran en las niñas con embarazo precoz, tres veces mayor que el de mujeres mayores.
Aclaró que en materia de desnutrición, el país está mejor que en 2017 y 2018 (porque mejoró el abastecimiento aunque no la calidad de la comida), pero peor que hace 10 años cuando empezaron los refuerzos humanitarios en Venezuela. Ante esto diagnosticó: “Los niveles de nutrición infantil todavía son consistentes con una crisis de salud pública” en términos de la cantidad de niños afectados y la severidad del daño nutricional.
Los hijos del mal comer
Explicó que de la alimentación incompleta e inadecuada deriva la desnutrición crónica, que ha ido en aumentando en Venezuela “de manera sostenida y alarmante”. Precisó que no son niños con hambre reciente pero que presentan retardo en el crecimiento: un niño de 11 años que aparenta 5, ejemplificó. El retardo cognitivo y el rezago social, alertó, vienen detrás.
Entre 25% y 30% de los niños que acuden a los servicios de nutrición de la ONG Cáritas tienen retardo del crecimiento. De cada 10 niños, entre 3 y 4 lo sufren.
“Son los hijos del mal comer, son muchachitos que han crecido comiendo los carbohidratos de la caja Clap, con muy poco acceso a proteínas y a una alimentación de buena calidad”, sentenció Raffalli.
Desmontar el CLAP
A juicio de Raffalli, el programa alimentario oficial CLAP tiene un buen alcance pero su frecuencia en la distribución es “incierta” y ni hablar de la calidad de los productos.
“Este es el primer país que yo he visto que el Estado subsidia alimentos nocivos. Meter una mortadela en una caja CLAP es lo último que un Estado con enfoque sanitario de salud pública pudiera hacer”, reprochó.
Su propuesta: desmontar el actual sistema y pasar a uno de subsidios de alimentos por transferencias monetarias, que las personas puedan comprar sus alimentos en mercalitos y pdvalitos, “volver a tener el albedrío de comer lo que quieran”.
Crisis olvidada
Alertó que la emergencia humanitaria en Venezuela ha entrado en fase de subregistro y olvido que es el ciclo natural de todas las emergencias prolongadas. Más que prolongada la llama enconada y se instala, según explicó, en naciones sin pronósticos, lo que conlleva a una situación de fatiga en los reportes de la situación y la ayuda que llega.
“Se usa el término emergencia no porque sea urgente, siempre es urgente, pero puede durar dos años, tres o cinco. Se denomina emergencia porque alcanza una escala poblacional y una intensidad de daño que es difícil de manejar por parte de los que están a cargo. Y se dice humanitaria porque el daño que está causando puede provocar una muerte”, detalló.
Advirtió que Venezuela estuvo apareciendo entre 2016 y 2020 entre las grandes crisis humanitarias del mundo, pero que desde 2021 “desaparecimos” del radar. Hay una “fatiga” en medios de comunicación y agencias internacionales en hacerse eco de la situación. De hecho, señaló que el financiamiento internacional para la ayuda humanitaria es menos de 30% del que fue en el 2023 y menos del 60% del que fue en el 2019.
Daños irreparables
Subrayó como daños irreparables ocasionados por la emergencia humanitaria: los niños con retardo de crecimiento, la migración masiva porque implica una familia “desmembrada”, el daño ambiental que ha ocasionado la explotación minera para mantener economías ilegales y la educación en “bancarrota”.
“Ni siquiera viendo un cambio favorable ahorita en términos de productividad, de protección social, de salud, vamos a registrar una reversión de esta tendencia negativa en los próximos 15, 20 años. Pero, bueno, sobran testimonios de naciones que se han levantado de esto y que pueden remontar posteriormente si esto no se prolonga mucho más”, agregó.
Duelo por el voto
Confesó estar en una especie de duelo por el voto, tras la abstención registrada en las elecciones del 25 de mayo, porque cree que “es un derecho cívico superior”, en el que no se debería retroceder.
Sostuvo, igualmente, que así el liderazgo político hubiera llamado a votar, la respuesta de la gente sería la misma porque ha dejado de creer en el sufragio para elegir.
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