Muchos zulianos vivieron entre la tarde de este miércoles 24 de septiembre y parte de la madrugada de este jueves 25 momentos de angustia, debido al enjambre de sismos y réplicas que poco los dejaron dormir.
Según la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), fueron al menos 20 eventos entre el 24 y el 25 de septiembre, lo que incluyó un temblor de magnitud 6,0 a las 11:51 p.m. cerca de Bachaquero y otro de 5,8 a las 2:55 a.m., en Trujillo, estado andino.
El más intenso, de magnitud 6,3, se dejó sentir como un latido furioso en el piso 18 de un edificio en Maracaibo, donde Estefanía Angulo, una joven de 28 años que practica yoga para desconectarse del ajetreo diario, vio su entorno tambalearse en cámara lenta.

«Estaba sentada en mi manta, terminando una sesión, cuando el piso empezó a ondularse. Pensé que era el cansancio, que mis músculos temblaban por el esfuerzo, pero de repente se intensificó todo. Salí a la sala gritando ‘¡está temblando!’ y mi novio, que estaba en otra habitación, me miró con los ojos como platos. Nos quedamos paralizados, yo apretada entre dos muros para no caer, él en el marco de una puerta, con las manos extendidas como si pudiera sostener el edificio entero», relata Angulo.
En ese piso alto, el movimiento fue «marcado, como si el mundo se batuqueara de lado a lado», dice, mientras buscaban a sus tres gatas –sus «hijas peludas»- que complicaron cualquier evacuación rápida.
El primer sismo duró un minuto eterno, seguido de réplicas que hicieron que el edificio siguiera meciéndose, como un barco en tormenta. No fue el único. A las 10:42 p.m., un 4,9; luego el de 6,0 que Angulo recuerda como «el de medianoche», aunque las manecillas marcaban casi las 3 a.m. cuando el de 7,2 –o 6,3, según las mediciones variables de USGS y Funvisis– los sacó de la cama.
En alerta máxima
En Maracaibo oeste, Rosmina Suárez, periodista y corresponsal de varios medios en Maracaibo, sintió los mismos latidos. «Todos estuvieron fuertes, pero el de las 6 p.m. y el de medianoche fueron fortísimos. Acá se removió todo: los vidrios vibraban, los perros aullaban, y, con las réplicas, la gente quedó en alerta máxima. Salimos a la calle, especialmente de noche; vi familias enteras acampando en andenes, con colchones y café en termos», cuenta Suárez a Efecto Cocuyo.
En la Costa Oriental del Lago, donde Suárez tiene parientes, los daños fueron más visibles: «Casas agrietadas, postes y semáforos caídos, negocios abiertos que se cerraron de golpe para chequear. En Valmore Rodríguez, la alcaldía revisó el muro de contención y dijo que no hay drama, pero yo no me fío; el lago parece más inquieto que nunca», relató.

Las paredes bailaban
No todo fue pánico ciego. En las redes, zulianos como Armando Mavarez, un mecánico de Cabimas, compartieron su crudeza: «Con el primero no me asusté, pero el segundo… estaba acostado y pensé que me movían la cama. Luego vi las paredes bailando, los perros ladrando, la gente gritando. Fue feo, muy feo».
Videos virales muestran supermercados en Mene Grande con estantes derrumbados, productos rodando como en una película de catástrofes, y el colapso parcial de una vivienda en un barrio humilde de Maracaibo.
La iglesia de Santa Bárbara, joya histórica del casco viejo de la capital zuliana, vio su torre agrietarse y el punto más alto desplomarse al piso, un eco doloroso de la fragilidad ante la furia telúrica.
El padre José Gregorio Andrade, párroco de la vecina iglesia de esa zona, dijo en conversación vía Whatsapp que la histórica edificación permanece acordonada por medidas de precaución.
«Se cayó la cruz de la torre y se desplazó el pico del campanario. Ya las autoridades competentes, entre ellos los bomberos, PC y la Gobernación, realizaron las inspecciones pertinentes», aseguró a Efecto Cocuyo.
El Hospital General del Sur reportó fisuras, semáforos derribados en Jesús Enrique Lossada, y suspensiones eléctricas que complicaron la noche.
Afortunadamente, no hay víctimas fatales ni heridos graves, según el gobernador Luis Caldera, quien durante la noche recorrió zonas afectadas con Protección Civil e ingenieros: «Estamos evaluando daños en infraestructuras clave; todo bajo control, pero en alerta».

Amanecer a media máquina
Luego del enjambre de temblores, el Zulia amaneció a media máquina, con parte de su cotidianidad trabajando parcialmente. La Universidad del Zulia suspendió clases por 24 horas para inspeccionar estructuras, y colegios cercanos siguieron el ejemplo; negocios abrieron cautos y revisaban posibles grietas.
El enjambre sísmico, ligado a fallas tectónicas en una zona petrolera como Zulia –donde el Lago de Maracaibo guarda siglos de temblores–, no es nuevo, pero su intensidad evoca el de 7,3 de 2018 en el oriente del país.
Benita Martínez, residente de Maracaibo, sintió el primer movimiento a las 6 de la tarde, en su apartamento en un noveno piso, junto a su esposo y su hijo.
«El temblor fue intenso, con objetos moviéndose y agua desbordándose de los tanques. Los vecinos, incluyendo personas mayores con dificultades de movilidad, evacuaron con dificultad por las escaleras hacia el estacionamiento, donde algunos sufrieron crisis de nervios. Otros temblores se sintieron a medianoche y a las 3 de la madrugada, fue el último y el más fuerte, aunque de menor duración», dijo.
Explicó que hubo daños materiales en el edificio, pero no víctimas humanas. «La comunidad mantuvo la calma y algunos vecinos permanecieron en la calle hasta las 4 de la mañana, usaron colchones y colchonetas», agregó.
Benita, quien trabaja en el colegio privado Nuestra Señora de Chiquinquirá, asistió a su trabajo, donde no se suspendieron clases, aunque la asistencia de estudiantes fue baja.
«El personal estuvo completo, y los niños compartieron sus experiencias del sismo. Un simulacro previo ayudó en la preparación», indicó. En su edificio, se discute la necesidad de implementar medidas como botiquines de primeros auxilios y planes de evacuación, tras sentirse vulnerables.