
Caracas.- Con un gol de Saúl Ñiguez a los cuatro minutos del primer tiempo, el Atlético de Madrid derrotó al Liverpool, campeón de la pasada edición de la Champions League, este martes, 18 de febrero, en el Wanda Metropolitano. El triunfo, en el partido de ida de los octavos de final del campeonato, llevó a los rojiblancos del pesimismo a la euforia.
Saltando a la carrera en busca del remate a un medido saque de esquina de Koke Resurrección, que colocó el balón en el lugar donde se acumulaban sus únicos cuatro compañeros en un área poblada por las camisetas oscuras que el Liverpool vistió esta noche en el Wanda Metropolitano, Saúl encontró un tesoro: un balón que nadie veía.
Había quedado el esférico sobre el césped, huérfano de delantero que lo rematara o de defensor que lo repeliera lejos del área defendida por el portero brasileño Alisson Becker. Y allí estaba Saúl, el más rápido para chutar y levantar de su asiento a toda la hinchada rojiblanca.
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Una alegría inesperada para una afición que, voluntariosa como ninguna, se había sumado a un estado de ánimo muy diferente al pesimismo que rodeaba al conjunto rojiblanco desde la final de la Supercopa de España perdida y los cuatro partidos sin ganar que la siguieron. Ante la perspectiva de recibir a todo un campeón de Europa, invicto en su liga, la afición rojiblanca se levantó.
A ese esfuerzo de su afición recompensó Saúl con un gol que era el pasaporte para creer en que el Atlético podía hacer frente al conjunto más temido del Viejo Continente. El tanto de un jugador con el que se identifica sobremanera su hinchada, aunque no esté en su mejor temporada, haciendo demasiadas veces de comodín entre el centro del campo y el lateral izquierdo.
Para el Atlético, gol de Saúl en Champions es, casi siempre, sinónimo de victoria. Sus diez tantos en la máxima competición continental han supuesto ocho victorias, y dos empates. Un talismán que apareció en el momento más necesario para el Atlético.
Un conjunto rojiblanco que, pese al gol tempranero no dejó de sufrir, en rachas de dominio demoledor del Liverpool, pero tampoco paró de amenazar, con al menos dos ocasiones claras de Álvaro Morata, otra del francés Thomas Lemar que pudieron engrosar la cuenta.
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