¡Venga ese abrazo!

A las 12 de la noche del 31 de diciembre, familiares, amigos y vecinos nos abrazamos para desearnos un feliz año.

A medida que las agujas del reloj se acercan a la medianoche, las emociones se van mezclando y cada  quien, de acuerdo con su  forma de ser y sentir, las expresa a su manera. Junto con el abrazo realizamos una serie de ritos que varían de familia a familia dependiendo de las costumbres y de la capacidad del bolsillo.

En la noche del año nuevo nos damos la libertad de manifestar nuestros afectos y abrazos. No solo a quienes queremos, también a gente que no conocemos o conocemos muy poco, a vecinos que nunca saludamos o que nos caen mal. Por la euforia del momento olvidamos, por esa noche, las diferencias, distancias y desavenencias.

Al  pasar los días y volver a la rutina nos encontramos de nuevo con las personas a las que abrazamos efusivamente y de casualidad las saludamos o bajamos la mirada.

Un abrazo puede tener diferentes intenciones: manifestar afecto, ternura, solidaridad, apoyo en momentos difíciles. También puede expresar compromiso, reconciliación, paz. Valdría la pena convertir ese abrazo de fin de año en un propósito para todo el 2024, estrenando o fortaleciendo relaciones más humanas, solidarias y constructivas.

El abrazo en familia

Abrazarse en familia tiene una connotación muy especial, posibilita el acercamiento, el contacto piel a piel, pecho a pecho, para darle calor a la vida. Nos permite sentirnos queridos y tiene el poder de hacer la vida más llevadera. Ese contacto nos carga las pilas para enfrentar los “golpes bajos” de las circunstancias que vivimos en momentos de crisis.

¿A cuántos niños y adolescentes se le secó el corazón por no tener un familiar que les expresara su amor cobijándolos en sus brazos? ¿Cuántos abrazos dejaron de recibir los que hoy se sienten resentidos con la vida por la carencia de amor y les quedan heridas que van generando violencia social? ¿Quién les demostró que eran importantes? ¿Quién los acompañó en los momentos difíciles? ¿Cuánto dolor encubierto por la desatención y falta de tiempo para comunicarnos y compartir?

Llevamos años donde se han ido juntando situaciones y adversidades como las capas de una cebolla: la emergencia humanitaria, las estrecheces económicas, las familias fragmentadas por la migración, la incertidumbre que nos acompaña en el día a día constituyen un coctel que afecta la salud física y mental. Un abrazo puede ser reparador y sanador.

Este 31 de diciembre tendremos la oportunidad de abrazar a quienes amamos, a los que conocemos y a los que no tanto. Tomemos ese abrazo como una nueva oportunidad de estrenar afectos en un año que se avizora complejo en lo político. Fomentemos nuevas relaciones que nos permitan fortalecernos en la adversidad, para establecer puentes por una sociedad diferente en la que todos tengamos cabida para realizarnos, participar y construir juntos lo que soñamos y merecemos.

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